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BERLÍN

La Berlinale reparte galardones entre una «mala» rumana y la «espléndida» chilena

La Berlinale ha repartido sus Osos entre dos figuras de mujer valientes y sin complejos: la manipuladora protagonista del filme rumano ‘Pozitia Copilului’ (‘Child's Pose9), Oso de Oro del festival, y la espléndida Paulina García, con la Plata a la mejor actriz por ‘Gloria’, del chileno Sebastián Lelio.

El realizador rumano Calin Peter Netzer, cuya cinta ‘Pozitia Copilului’ ha recibido el Oso de Oro. (Johannes EISELE/AFP PHOTO)
El realizador rumano Calin Peter Netzer, cuya cinta ‘Pozitia Copilului’ ha recibido el Oso de Oro. (Johannes EISELE/AFP PHOTO)

La lección de positivismo y capacidad de sobreponerse a los golpes, por parte chilena, y la fuerza menos positiva, pero valerosa que imprime la actriz rumana Luminitja Gheorghiu al filme de Calin Peter Netzer, han sido los dos rostros triunfadores de mujer de la Berlinale.

El jurado, presidido por el cineasta chino Wong Kar Wai, ha cumplido así con creces el compromiso del director del festival, Dieter Kosslick, de consagrar su 63 edición a la mujer, en sus múltiples variantes y a través de dos soberbias interpretaciones.

«Gracias a Sebastián, por este increíble papel y por haber creído en mi», ha dicho la actriz chilena, al recibir su estatua de plata por esa producción chileno-española que, desde su proyección, se ha colocado entre las grandes favoritas, tanto de la crítica como del público.

El triunfo de ‘Gloria’ supone el regreso por la puerta grande a la Berlinale de Chile, que no estaba presente en competición en ese festival desde 1991, en que ‘La Frontera’, de Ricardo Larraín, obtuvo el premio a la mejor ópera prima.

Rumanía se ha llevado su primer Oso de Oro con un filme centrado en una mujer de clase alta y acostumbrada a mandar, que toma las riendas de todo cuando su hijo mata en un accidente de coche a un niño de familia humilde, sin escrúpulos y sin reparar en gastos.

El filme del realizador rumano se ha llevado, asimismo, el premio de la Federación Internacional de Críticos de Cine (FIPRESCI).

Otro triunfador por partida doble ha sido el bosnio Danis Tanovic, cuyo ‘Epizoda u zivotuberaca zeljeza’ (‘An Episode in the Life of an Iron Picker’), ha ganado dos Osos de Plata, el correspondiente al Premio Especial del Jurado, y el de mejor actor, para Nazif Mujic.

El desgarrador filme de Tanovic está interpretado por personajes reales y se centra en una gitana embarazada que lleva un feto muerto en su interior y a la que el hospital quiere atender por no estar asegurada, para desesperación de su esposo, el Mujic real.

La plata al mejor director ha sido para David Gordon Green, por la comedia ‘Prince Avalanche’, mientras que la película ‘Vic+Flo ont vu un ours’, de Denis Côté, obtuvo el Premio Alfred Bauer, en memoria al fundador de la Berlinale.

La Berlinale ha dado el acostumbrado premio con sabor político al iraní Jafar Panahí con la Plata al mejor guión para ‘Pardé’, un filme rodado burlando la inhabilitación profesional de Teheran.

El jurado de Wong ha premiado asimismo al debutante kazajo Emir Baigazin por ‘Uroki Garmonii’, (‘Harmony Lessons’), el primer filme de Kazajistán a competición en ese festival, que acudía con recomendación especial de Kosslick y que se ha llevado la Plata a la mejor contribución artística por sus bellísima labor de cámara.

Se ha cerrado con este palmarés una Berlinale con aire muy doméstico, ya que la mayoría de los grandes astros invitados -como las actrices Catherine Deneuve y Isabelle Huppert o los directores como Steve Soderbergh y Gus Van Sant- han sido presencias asiduas en la llamada «era Kosslick».

Se ha cumplido asimismo lo que ha sido una tónica constante en la gestión de Kosslick, en el cargo desde 2001, en lo que respecta al habitual mensaje político con el galardón a Panahi, quien no ha acudido, como tampoco pudo hacerlo cuando fue miembro de su jurado «en ausencia», en 2011, entonces por estar en arresto domiciliario.

Ha sido una 63 edición de la Berlinale –seguida desde NAIZ gracias a los post de Víctor Esquirol– con poco cine europeo -a excepción del Estado francés-, lo que Kosslick ha atribuido a que los efectos de las crisis en la cinematografía empiezan a evidenciarse cuatro o cinco años después que en otros ámbitos.

Parece que este 2013 ni siquiera la alfombra roja disimula ya que nada es como fue, porque ha habido asimismo menos brillo mediático de lo habitual.

Se han vendido unas 300.000 entradas al público, lo que revalida el título de la Berlinale como festival eminentemente ciudadano, a diferencia de su elitista rival directo, Cannes.

Fiel a ese público leal, la 63 edición prolongará este domingo una jornada más su existencia, con el tradicional Día del Espectador, reservado al ciudadano de a pie, razón de ser y tal vez seguro de continuidad de la Berlinale.