Leire Urkidi, Mikel Otero, Fernando Solson
Plataforma Fracking Ez Araba

El fracking llega a Euskal Herria, y para quedarse

Lo autores abordan la problemática de la técnica fracking y advierten que el proyecto de explotación de Gran Enara, en Araba, es el primero aunque no el único en nuestro país. Aportan multitud de datos y referencias internacionales para explicar las características de esta técnica, el impacto de los aditivos químicos agresivos en la salud y en el medio, y cómo devorará inevitablemente el territorio. En esta era de fuentes de energía en declive, creen que apostar por el fracking como un milagro fantástico que solucionará el problema es, en realidad, un gran chantaje. Y concluyen llamando a organizar la oposición y la movilización antes de que los primeros pozos solicitados sean perforados.

Se podía decir más alto, pero difícilmente más claro. El pasado 24 de abril, el Parlamento Europeo debatía una ponencia acerca del fracking, y entre el mosaico de opiniones, sin levantar apenas la voz, el diputado polaco Bogdan K. Marcinkiewicz, nos dio la clave para entender lo que está pasando con el fracking y el gas no convencional: «La única alternativa para que el sistema no se pare es el gas (no convencional)».

Lleva razón el parlamentario polaco, pues el sistema, más allá de la crisis de la deuda y la crisis financiera, se enfrenta a un problema muy profundo: la crisis energética. Sin más energía disponible no hay crecimiento, y sin crecimiento no se puede salir de la crisis en este sistema.

La energía disponible no aumenta; las fuentes de gas y petróleo tradicionales están en declive, y la industria del sector debe apostar cada vez por recursos más costosos de extraer y con técnicas más agresivas. Son los llamados recursos no convencionales. Hay que mantener la ilusión de que la energía fósil seguirá alimentando nuestro modo de vida durante mucho tiempo. Y para ello se han de librar las batallas que sean necesarias, contra países lejanos o cercanos, contra las poblaciones que los habitan, o contra el planeta mismo, cuya fiebre se advierte en forma de calentamiento global. El fracking, en este contexto, es un arma de último modelo en la guerra del sistema contra la naturaleza para seguir subsistiendo.

Pero, como dirían nuestros mayores, las guerras pasan por el territorio, y en este caso, uno de los territorios «agraciados» con gas no convencional en su subsuelo es Euskal Herria. En el mapa se pueden observar los permisos tramitados en nuestro entorno, que afectan al 88% del territorio de Araba, el 73% de Bizkaia, casi el 40% de Gipuzkoa y el 13,5% de Nafarroa. Es ahí donde se pretende emplear el fracking.

El fracking, explicado brevemente, es una técnica de extracción del gas no convencional a base de triturar estratos rocosos profundos que contienen el gas, mediante la inyección a grandes presiones de un fluido a base de agua, arena y aditivos químicos agresivos con la salud y el medio. A diferencia de las explotaciones de gas convencional, sólo se consigue extraer el gas de aquella porción de roca que se rompe. Esto hace que la productividad de los pozos decaiga rápidamente, por lo que la dinámica de explotación requerirá ir avanzando sobre la superficie, devorando inevitablemente el territorio.

La experiencia americana, con decenas de miles de pozos explotados, nos muestra que la agresividad de las técnicas y los productos empleados no es inocua. Algunos de los puntos conflictivos de la técnica son la contaminación de las aguas superficiales y subterráneas por filtraciones (para Euskal Herria preocupa especialmente la contaminación de los acuíferos), la contaminación del aire, la alta ocupación del territorio sobre el que se expande, la alteración de las actividades agropecuarias y de la vida rural, el intenso tráfico pesado que conlleva, el desmesurado uso de agua para fracturar, la sismicidad asociada, el smog, o la difícil gestión de las aguas residuales contaminadas. Todo ello aderezado con un porcentaje de accidentes de variado signo, pues es una actividad industrial itinerante. A estos problemas se le añade la emisión de gran cantidad de gases de efecto invernadero que repercutirá negativamente en el cambio climático, cuestión que por sí sola haría desaconsejable la implantación del fracking en cualquier territorio 1.

El primero de los proyectos, aunque no el único, que se pretenden llevar a cabo con esta técnica en Euskal Herria es el llamado Gran Enara, localizado principalmente en Araba. De ser ciertas las estimaciones de 184 bcm (miles de millones de metros cúbicos) de gas avanzadas por el Lehendakari, implicaría la realización de más de 2.000 pozos de explotación si las tasas de extracción son similares a las cuencas gasíferas americanas. El gobierno vasco está evitando dar estos datos, ya que es fácil hacerse una idea de cómo quedaría el territorio. Pero hay que matizar la cuestión de las reservas. En los yacimientos recientes, las reservas esperadas antes de comenzar eran muy superiores a las que después resultaron. Esto puede ser un error de cálculo inicial, o una táctica para atraer las enormes inversiones necesarias. Una burbuja especulativa más a la que el capitalismo desbocado nos tiene acostumbradas.

La gestión del «paisaje después de la batalla», nos volverá a corresponder a nosotras. La actividad debe ser liberada de una rigurosa protección ambiental para poder producir con un mínimo de beneficio económico; siendo estrictos, el fracking sería ruinoso. En EEUU, el boom del fracking no llegó hasta la aprobación de la «Ley de la Política Energética» (Bush, 2005), que eximía a las empresas del sector de cumplir varias leyes de protección medioambiental. En la CAPV, ya han modificado la ley de Conservación de la Naturaleza para poder realizar actividades extractivas en los parques naturales.

En resumidas cuentas, lo que el fracking representa es una huida hacia adelante. Las empresas del sector han querido tapar el declive de los yacimientos convencionales con la fantasía del fracking. Sin embargo, el gas no convencional no es más que gas residual y, por mucho que inflen las expectativas, no va a cambiar la realidad: los combustibles fósiles son finitos y ya estamos entrando en la era de su escasez. Extraer gas con unos costos ambientales, económicos, energéticos y sociales inmensos no es la solución. Tampoco invertir millones de euros en una actividad con tan poco futuro. Las generaciones futuras nos agradecerán investigar en fuentes de energía renovables. También, la reducción del consumo energético en los países industrializados parece ser algo ineludible. Un cambio profundo de modelo energético del que no puede distraernos el circo ilusionista del fracking gas.

Retomando una idea lanzada por Pedro Arrojo (de la fundación Nueva Cultura del Agua) en las jornadas sobre el gas no convencional de Vitoria, Euskal Herria no puede someterse al chantaje que nos ofrecen con el fracking. Más bien al contrario, debemos movilizarnos con rapidez y contundencia antes de que sea demasiado tarde. Antes de que los primeros pozos solicitados sean perforados. La actividad emprendida por diferentes movimientos contra el fracking surgidos a lo largo de nuestra geografía (en Bizkaia, Nafarroa y Araba) apuntan a que la licencia social no se obtendrá fácilmente.

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