Una imagen ficticia, una amenaza real

La imagen de la playa de la Concha de Donostia con el paseo anegado no es real, pero podría serlo a finales de este siglo debido a la amenaza, esta sí muy real, a la que está sometido el Ártico. La desaparición de ese ecosistema tendría gravísimas consecuencias en todo el planeta, como un notable aumento de la temperatura máxima y un alto riesgo de incendios forestales y de propagación de enfermedades infecciosas, así como el peligro de habitar zonas costeras, de las cuales una de las más perjudicadas sería la costa vasca.

En no pocas ocasiones quienes han venido advirtiendo del deterioro medioambiental y los graves peligros que este conlleva han sido tachados de catastrofistas, normalmente, y no por casualidad, por aquellos cuyos intereses son incompatibles con el respeto al entorno. Pero no se trata de catastrofismo, sino de la descripción de la lamentable situación en la que se encuentra  el planeta y la prospección de esta, que incluso podría verse superada negativamente, como ya ha ocurrido anteriormente. El informe que ayer presentó Greenpeace, basado en estudios aceptados por prácticamete toda la comunidad científica, señala que el deshielo del ártico se está produciendo a una rapidez mayor que la prevista en 2007 por el Paner Intergubernamental de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (IPCC).

No resulta, pues, exagerada la afirmación de que el cambio climático es el principal desafío de este siglo, ni la advertencia de que de la respuesta que se dé a la situación dependerá el futuro del planeta. Se sabe cómo combatir el cambio climático, poniendo fin a las emisiones de gases de efecto invernadero, es decir, desechando las energías que los producen y desarrollando las energías renovables. Pero para ello sería necesaria la actuación determinante de los poderes políticos, que estos actuaran como tal y dejaran de ser un mero instrumento de los grandes intereses económicos que una y otra vez han demostrado anteponer a la seguridad e incluso la vida de los seres de la Tierra.

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