El Nobel de la Paz tiene mucha tarea pendiente

La Unión Europea recibió ayer el Premio Nobel de la Paz, en reconocimiento a seis décadas de contribución a la paz, la democracia y los derechos humanos. Seguramente, para quienes premiaron a Barack Obama antes de conocer su obra al frente de los Estados Unidos, las instituciones europeas han hecho méritos más que suficientes para ser galardonadas. Sin embargo, en materia de derechos humanos es mucha la tarea que todavía les queda pendiente.


Los mandatarios europeos no son ajenos al hecho de que en algunos de los estados miembros los derechos humanos son violentados por sistema, siendo la política comunitaria más frecuente la de dejar hacer y no inmiscuirse en «asuntos internos». Bien es cierto que desde Europa también se ha enmendado la actuación de los estados en más de una ocasión, pero nunca con la firmeza ni la constancia que Bruselas ha mostrado en otros ámbitos, como el económico. Precisamente, hablar de derechos humanos es hacerlo también de derechos sociales y económicos, como el derecho a un trabajo remunerado o a una vivienda, sin ir más lejos, y decenas de miles de ciudadanas y ciudadanos que están siendo condenados a la pobreza pueden dar fe de que la actitud de la UE deja mucho que desear. Sin olvidar que para quienes intentan llegar a sus costas con el ánimo de empezar una nueva vida lejos de la miseria y la guerra se ha convertido en una fortaleza inexpugnable. Desde luego, hay motivos de sobra para poner en entredicho el criterio del comité galardonador.


Con todo, Europa, como ideal, sigue siendo punto de referencia para los pueblos, colectivos y personas que ponen al ser humano y sus derechos inalienables por encima de balances y cuentas de explotación. Con esa esperanza acude a Estrasburgo una delegación del Acuerdo de Gernika, con el ánimo implicar a la UE en el camino abierto para llevar la paz a esta nación del viejo continente. El nuevo Nobel de la Paz tiene una buena oportunidad de empezar a ganarse su nominación.

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