Beñat Zaldua
Iruñea

La trampa de la «senegalización»

En 2006, Senegal se negó a renovar el acuerdo pesquero con la Unión Europea, dando pie a un proceso conocido como «senegalización» y extendido ya a otros países, consistente en la formación de empresas mixtas fantasmas que permiten a los buques europeos pescar bajo bandera senegalesa.

La pesca industrial compromete la pesca artesanal local. (Aman ROCHMAN/AFP PHOTO)
La pesca industrial compromete la pesca artesanal local. (Aman ROCHMAN/AFP PHOTO)

En Senegal, casi un 20% de la población vive de la pesca artesanal, una práctica de bajo impacto ambiental, que da trabajo a una quinta parte de los senegaleses y que aporta buena parte de los nutrientes necesarios para la alimentación de la población. Sin embargo, ya hace años que los pescadores senegaleses se quejan de la disminución de los stocks marinos por la presencia de buques extranjeros. Según Greenpeace, cada uno estos barcos es capaz de capturar en un solo día 250 toneladas de pescado. Es decir, lo que necesitan 9.000 senegaleses para alimentarse durante todo un año. Sobra decir que esas toneladas no se quedan en el país.

Después de varios años de acuerdos entre la Unión Europea y Senegal –más beneficiosos para la primera–, en 2006 el país africano se plantó y se negó a renovar el acuerdo pesquero que permitía a lo buques europeos faenar en aguas senegalesas.

Pero esto no fue, ni mucho menos, el fin de la pesca europea en el país africano, ya que entonces comenzó un proceso que en los últimos años se ha extendido a otros países: la «senegalización». La operación es muy simple: las industrias pesqueras europeas matriculan algunos de sus barcos en el país o crean empresas fantasma con socios senegaleses, lo que les deja margen para pescar sin restricción alguna.

Desde la Asociación de Armadores e Industriales de Pesca de Senegal (Gaipes) y el Sindicato de la Pesca Artesanal senegalés se quejan amargamente de que con los acuerdos con la UE, al menos se permitía cierto control y una mínima transparencia, algo que ahora queda en la opacidad más absoluta. Nadie sabe cuántos buques extranjeros faenan hoy en día en aguas senegalesas y las movilizaciones convocadas por las asociaciones de pescadores a lo largo de este año han sido reprimidas por la Policía senegalesa.

Las consecuencias son variadas pero igualmente dramáticas: desde la reducción de un 75% de los stocks de las principales especies capturadas –lenguado, dorada, mero blanco y perca– hasta el desabastecimiento del mercado local –la mitad de la ración proteica animal de los senegaleses proviene del pescado–, pasando por la crisis de la industria pesquera artesanal del lugar. Poco debería extrañar que, a falta de peces, las barcas de pesca senegalesas se conviertan en cayucos improvisados camino de las Canarias.