Beñat Zaldua
Iruñea

El nuevo armamento de la Ertzaintza

La Ertzaintza está probando un nuevo armamento antidisturbios, supuestamente menos letal, consistente en un proyectil de ‘Foam’ de 40 mm. El arma, de un fabricante suizo, se utiliza desde el año 2010 en Catalunya.

Fotografía de la lanzadora GL-06 y los proyectiles de Foam
Fotografía de la lanzadora GL-06 y los proyectiles de Foam

Tras la muerte de Iñigo Cabacas, el entonces consejero de Interior, Rodolfo Ares, anunció que a partir del próximo 1 de enero las unidades de Seguridad Ciudadana de la Ertzaintza dejarían de utilizar balas de goma. En contrapartida, explicó que comprarían nuevo material antidisturbios, para lo cual abrieron un concurso público para la compra de 200 nuevos lanzadores de proyectiles.

Sin demasiada información al respecto, se sabe que el nuevo armamento es el lanzador GL-06, fabricado por la empresa suiza Brugger & Thomet (BT). Según explica la empresa distribuidora en el Estado español, el fabricante desarrolló este lanzador a petición del Estado francés que, tras verse desbordado por los disturbios del año 2005, reclamó a la industria armamentística un material más preciso y menos lesivo para poder reprimir los disturbios con mayor eficacia.

A las fuerzas de seguridad francesas, que cuentan ahora con varios millares de los lanzadores GL-06, les siguieron países como Portugal, Croacia o Sudáfrica, que cuentan con dicho armamento entre su arsenal. En el Estado español, los Mossos d'Esquadra eran, hasta ahora, los únicos en utilizar estos proyectiles, después de que en el año 2010 incluyeran varias unidades en el material antidisturbios de la Brigada Móvil.

Detalles técnicos

Las principales diferencias del proyectil lanzado por la GL-06 con las tradicionales balas de goma radican en el material, la precisión –según el fabricante– y el tamaño del propio proyectil. Mientras que las habituales pelotas de goma conocidas por todos son de un material duro y rígido como el caucho, estos proyectiles tienen una cabeza de Foam, una espuma viscoelástica de poliuretano que, por su parecido, se confunde muy a menudo con la goma-espuma. Según la versión del fabricante y de las diferentes policías que la usan, se trata de un material menos lesivo que el caucho de las balas de goma, con la característica añadida de que no rebotan. Es decir, mientras que las balas de goma adquieren una trayectoria impredecible, los proyectiles de Foam acaban su recorrido tras el primer impacto.

El tamaño de los proyectiles –40 mm frente a los 54 mm de las balas de goma– también convierte el arma en menos lesiva, mientras que el cañón del lanzador y la forma misma del proyectil permiten una mayor puntería. Todo esto siempre según el fabricante.

El debate de fondo

El pasado 6 de junio, ELA denunció que un ertzaina había resultado herido mientras probaba el nuevo armamento del cuerpo policial. Según este sindicato, un cartucho impulsor le explotó, hiriéndole en la cara y los ojos, «debido a la decisión de los responsables de Interior de rellenar los cartuchos usados, a pesar de que tienen conocimiento de un informe de la compañía suministradora en el que se indicaban los peligros que esas prácticas podían ocasionar».

El accidente pone de relevo dos cosas: que el armamento no es tan poco lesivo como anuncian y que el problema, además del armamento mismo, radica en el responsable de su utilización. Es decir, la culpa de que un proyectil hiera a un ciudadano no es del proyectil, sino de quien aprieta el gatillo, lo que traslada el debate no tanto al tipo de armamento que se debe utilizar para reprimir sino al modelo mismo de Policía que requiere una sociedad madura.