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Elkarrizketa
James Petras
Sociólogo y escritor

James Petras: «Un sistema que genera desequilibrios tan profundos no funciona»

De la mano de LAB y la fundación Ipar Hegoa, James Petras (Boston, Estados Unidos, 1937) ha llegado a Euskal Herria con una agenda apretada que incluye dos conferencias en Bilbo, el viernes pasado junto al profesor Luciano Vasapollo, e Iruñea, mañana a las 19.00 en el instituto Plaza de la Cruz. Ayer participó en las jornadas de solidaridad con Palestina.

James Petras. (Luis JAUREGIALTZO / ARGAZKI PRESS)
James Petras. (Luis JAUREGIALTZO / ARGAZKI PRESS)

Hablar de James Petras es hablar de uno de los referentes de la izquierda del último medio siglo, de una de las mentes más lúcidas del planeta. Pero también de una persona afable, cercana, que recuerda las entrevistas que le hicieron en «Egin». Y hablar con James Petras es un placer.

El título de las conferencias que el profesor Vasapollo y usted están dando en Euskal Herria es «Crisis del capitalismo y del imperialismo», sin embargo parece que hay más capitalismo e imperialismo que nunca.

Obviamente el capitalismo en crisis varía según las regiones. Cuando el sistema económico genera tasas de desocupación del 50% entre la juventud y del 30% en mano de obra, y subempleo en otro porcentaje importante, cuando lleva en recesión ya cinco años, no tiene capacidad de recuperarse y profundiza en las enormes desigualdades, es una situación catas- trófica. Y cuando un sistema está generando tantos desequilibrios profundos uno debe concluir que ya no funciona. Estamos en una crisis sistémica.

En otro nivel, los gobernantes están desgastados, no tienen reconocimiento. En Estados Unidos, por ejemplo, el Congreso tiene una opinión desfavorable del 80%. El sistema político está desprestigiado. Y, por otra parte, hay una falta de capacidad para buscar soluciones. Repiten como papagayos que debemos profundizar en lo que ellos llaman austeridad y nosotros llamamos medidas retrógradas, están volviendo a un pasado de hace 50 años, rompiendo el tejido social, restringiendo los sindicatos, aprobando leyes antilaborales, despidos masivos...

Es una situación insólita en la historia, en el sentido de que nunca hemos visto una combinación de factores tan negativos funcionando al mismo tiempo.

También podemos ver que hay una crisis del imperialismo. Sí, están destruyendo países como en el periodo del colonialismo. Lo hemos visto en Irak, que tenía una sociedad moderna, secular, desarrollando una gran capacidad científico-cultural. Más allá de que tenía un gobierno dictatorial, existía la sociedad como estructura. Después de la invasión imperial, tras la ocupación, la desarticulación, la salida de miles de profesionales, los asesinatos, de sembrar divisiones religiosas, étnicas, termina siendo una selva. Lo mismo en Afganistán: doce años de ocupación, miles de muertos y desplazados, y termina en una sociedad destruida. Lo mismo en Libia, en Siria; destruir para mandar. Pero este tipo de imperialismo salvaje no tiene un vínculo con un proceso de requisar por parte de los conquistadores. Incluso genera crisis fiscales, porque se genera un gasto conquistando, ocupando, pero sin beneficio económico. Por esta razón en EEUU hay ahora una gran oposición a empezar otras guerras. Es una crisis del imperialismo porque cuanto más guerras mayor pobreza. El imperialismo actual no genera ventajas económicas, sino que ha exacerbado las crisis.

En Europa, sobre todo en el sur, hay una importante contestación social, con movilizaciones, huelgas... sin embargo no se ha conseguido revertir la estrategia de recortes, reformas y desmantelamiento de los servicios públicos. ¿Qué es lo que falta?

Hagamos balance de lo ocurrido. Los gobernantes y el sistema entraron en una gran crisis económica y empezaron a canalizar dinero para cumplir con los acreedores, empobreciendo a la sociedad. Y eso genera la movilización de los trabajadores, de los desocupados, etc. que buscan cambiar esa política. Los gobernantes han ignorado primero las demandas individuales, parciales, sectoriales, abriendo una etapa de huelgas y movilizaciones generales, extendiendo la oposición. Pero tampoco los toman en cuenta, porque creen que son protestas transitorias, que van a pasar y que luego todo volverá a lo anterior.

Hay una rigidez en el sistema, que no quiere reconocer la legitimidad de las demandas de las grandes mayorías. Estamos en situación de extremismos, en el sentido de seguir una política perjudicial para las grandes mayorías sin tomar en cuenta la necesidad de modificaciones. Yo creo que este extremismo, esta intransigencia, tarde o temprano va a provocar un levantamiento. Cuando encuentras una situación de crisis tan profunda llega el momento en que el pueblo no aguanta más, la gente llega un momento en que se rebela en un levantamiento popular desplazando al gobierno de turno. La intransigencia, la represión, la incomprensión, el fanatismo de imponer algo que no funciona, que se ha demostrado fracasado, tarde o temprano va a provocar algo más allá de lo que estamos acostumbrados.

El descrédito de la clase política es evidente y lógico. Pero, por otra parte, ¿no existe el riesgo de que ese descrédito venga acompañado de un resurgir de movimientos fascistas?

El fascismo, en el sentido de movimientos militares vinculados a instituciones tradicionales, no es un peligro hoy. La derecha extremista está ya en el Gobierno. Es difícil imaginar una política más extremista que la que se está aplicando ahora. Dado que la derecha en el poder está cada vez más desprestigiada, creo que cualquier reacción será un movimiento de izquierdas. Como los ultras ya están en el Gobierno la reacción tiene que venir del otro lado. En Grecia, por ejemplo, está el grupo fascista Amanecer Dorado, pero si tiene cierta fuerza es más que nada como fuerza de choque de los actuales gobernantes. Son una especie de salvavidas de los gobernantes, tratando de desviar la atención hacia los inmigrantes, en vez de enfocar sobre los verdaderos problemas.

El día 30 hay convocada en Euskal Herria una huelga general. Hasta ahora ya se han celebrado unas cuantas, exitosas, pero cada vez que llega una convocatoria así se abre el debate, interesado, sobre su «utilidad». ¿Qué le diría usted a un trabajador o trabajadora que se debate entre secundar o no la huelga?

La huelga general es, primero, una muestra de fuerza, de mostrar que los sindicatos, las organizaciones combativas, tienen respaldo y representan a la mayoría de la sociedad y que no existen solo para cobrar salarios. También es una forma de articular alternativas, de mostrar que hay una salida, hay otra manera de organizar la economía. Incluso puede servir para acumular fuerzas y dar otros pasos más adelante, si el Gobierno sigue descartando las demandas populares. Puede servir asimismo para llegar a sectores que antes no participaban en estas movilizaciones. Por ejemplo, aquí en el País Vasco hemos visto el deterioro de la clase media, de la pequeña burguesía, de los comerciantes, gente que siempre esperaba que la cosa mejorara con un Gobierno de derechas y ya está fastidiada. Hay un gran sector que no ha sido de izquierda ni progresista que ya está dando el paso de considerar que la huelga también es para ellos. Creo que, objetivamente, seguir este camino extremista en favor de los banqueros no tiene posibilidades de acumular fuerzas e incluso está perdiendo fuerza, lo que tiene su expresión en el aumento de la represión, de buscar provocaciones para desprestigiar una fuerza en ascenso. La huelga general va a fortalecer la tendencia a mostrar que hay otra forma de hacer política, otra forma de gobernar y que hay una fuerza capaz de mover a un gobierno que solo tiene la respuesta del palo. Y el palo no es programa, no es paliativo y no es salida.