TV3, igual que Catalunya Radio, son medios públicos, por lo que su propiedad está, en última instancia, en manos de los ciudadanos catalanes, representados por los diputados del Parlament. Y sin embargo, la gestión de estos medios públicos, englobados en la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals (CCMA), acostumbra a estar más ligada a los vaivenes del poder ejecutivo que a la correlación de fuerzas del legislativo y a la opinión de sus propios trabajadores. Basta una cifra para entenderlo: en 30 años, TV3 ha tenido 10 directores generales. Uno cada tres años.

«La empresa tiene un modelo de organización empresarial muy ineficiente, es un modelo piramidal, donde no se aprovecha el conocimiento colectivo en beneficio de la empresa y la propiedad, que es la población», explica Jordi Vilardell, miembro de la comisión de cogestión de los trabajadores de TV3, una asamblea que el pasado 26 de julio presentó en público una propuesta de cogestión de los medios públicos.

Para ello, Vilardell explica que han estudiado diferentes modelos empresariales «que tienen en común la participación de los trabajadores en los órganos directivos y en la gestión del día a día». Desde el modelo cooperativo nacido en la clase obrera, al modelo neoliberal japonés y sus ‘círculos de calidad’, pasando por la cogestión de las empresas nacida en el seno de la socialdemocracia alemana, donde las empresas de más de 2.000 trabajadores están obligados por ley a incorporar a representantes de los trabajadores en los máximos órganos de dirección.

Una propuesta para negociar

Como punto de partida, Vilardell explica que proponen una cogestión con elementos de diferentes modelos empresariales: «que los trabajadores estén representados en el Consell de Govern de la CCMA al 50%, siguiendo el mejor ejemplo de cogestión alemana; que la totalidad de los trabajadores participe en la definición de una estrategia empresarial, como en el modelo cooperativo; y también del modelo cooperativo y del japonés, que se generen estructuras internas sólidas que promuevan la autocrítica permanente sobre la forma en que se trabaja, el producto que se hace y las estructuras que se tienen».

Vilardell añade que no es una propuesta cerrada, sino que su intención es «iniciar un diálogo riguroso sobre el modelo de gestión con los representantes de la propiedad de la empresa, es decir, con los diputados».

Sin poner la mano en el fuego -«ya que hablamos de una crisis global»-, Vilardell considera que con un modelo de cogestión participativa, en tiempos difíciles como los actuales, tendrían «una mayor facilidad de adaptación de las estructuras», como se está viendo hoy en día con las cooperativas. Como puntos fuertes de la propuesta, también destaca «el aprovechamiento del conocimiento colectivo de los trabajadores, su motivación al verse implicados en la gestión diaria de la empresa y la capacidad de diseñar estrategias a largo plazo, más allá de las idas y venidas de la política».

No se conoce en el mundo la existencia de un medio de comunicación público en el que se aplique un modelo de cogestión cooperativa como el que proponen los trabajadores de TV3, por lo que está por ver si la propuesta se queda alimentando nuevas utopías o si, realmente, se consigue implantar. Buena parte de la respuesta está en manos del Parlament, en el que, de momento, todos los grupos se han comprometido a abrir un diálogo sobre el tema a partir de setiembre.