@GARA_isoto
Donostia

Simply the best

Si se aplicasen los estándares que se utilizan para analizar la Sudáfrica post apartheid a otros países, el resultado sería apocalíptico.

Iñaki Soto.
Iñaki Soto.

Todo el que nos siga por este canal o por redes sociales sabrá que a mí y a mis compañeros y compañeras las críticas injustas nos encienden. Consideramos injustas aquellas críticas que, por ejemplo, se basan en mentiras o sugieren intereses oscuros en nuestros textos. No hablo de discrepancias legítimas ni de críticas constructivas, hablo de mentiras basadas en el desconocimiento o en la mala fe. Las críticas justas nos duelen, pero de otra manera. Nos hieren el orgullo, nos duelen porque significan que no hemos acertado, que no hemos enfocado bien un tema, que no hemos hecho nuestra labor. Por ellas nos ponemos rojos, pedimos disculpas y prometemos enmienda.

Durante las últimas semanas hemos cometido algunos errores en torno a Sudáfrica. Eso creo yo, al menos. Hemos asumido enfoques ajenos, hemos resaltado hechos y datos que, sin bien son ciertos, como el paro o la corrupción, no ofrecen una imagen real y equilibrada de lo que es la Sudáfrica actual. Menos aún en comparación con otros países y procesos. Tampoco son coherentes con nuestra línea editorial. Nada grave, cosas que hemos corregido o equilibrado con otros artículos y entradas. Pero cosas que si hubiésemos dicho de otros países hubiesen provocado un aluvión de críticas, algunas justas y otras injustas. Que quede claro: cada cual se enciende con lo que quiere.

En todo caso, pienso que si ponemos los estándares para analizar la salud democrática y revolucionaria de los diferentes países en el punto donde se suelen poner para analizar la Sudáfrica post apart- heid, el resultado en la mayoría de casos sería apocalíptico. Desde Venezuela hasta EEUU, pasando por todo Occidente. Queda mucho por hacer, se podía haber hecho mucho mejor, hay problemas estructurales, unos heredados y otros provocados, pero lo realizado en Sudáfrica por el Congreso y sus aliados es un auténtico milagro político.

Sé que esto no es consuelo para la mujer negra en paro que tiene el VIH y debe alimentar a una familia en un suburbio. Pero, puestos a ponerse estupendos, me choca que casi nadie piense en que esa descripción es denominación de origen de, por ejemplo, miles y miles de personas que sobreviven en las grandes urbes de EEUU, el modelo a seguir del sistema que rige a escala planetaria, desde Cape Town hasta Moscú.

Claro que tenemos en cuenta críticas como la de Ronnie Kasrils; el propio CNA debe tenerlas. Pero también hay que escucharle reseñar los logros de su partido, de su revolución. Y los plazos, las constricciones y los chantajes bajo los que han avanzado.

Últimamente decir que las cosas son sencillas se ha convertido en un valor para cierta gente de izquierda. Hay buenos y hay malos, fascistas y revolucionarios, y es cuestión de elegir. Por eso hay que cargar las tintas, unos asesinan y a los otros, no sé, «se les fue la vida». La realidad sudafricana niega tajantemente tales simplezas. Es sencillo decir hoy que estoy con el ANC, con el Partido Comunista y con Cosatu, que lo estoy, pero eso no resta complejidad a su labor, al terrible reto que tienen por delante. Negar esa complejidad tampoco les ayuda.

Ganar las elecciones no es un problema hoy por hoy para el ANC. La cuestión es cómo lograr, desde el G0bierno y desde la base, con sus aliados, afianzar el cambio político y avanzar en la «Revolución Nacional Democrática». Difícil, nada sencillo, pero en eso están. ¿El sueño de Mandela? No solo eso: lo mejor para Sudáfrica y los sudafricanos.