Ainhoa Güemes eta Zaloa Basabe Blog
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La mayoría silenciosa: de aniversario y de parranda

Zaloa Basabe

La mayoría silenciosa cumple cincuenta años. Medio siglo de boca, en boca, de cuello de camisa en cuello de camisa, de micro en micro y de un representante del poder más cuestionado a otro. Así, como si de un reconocimento a su labor virtual, enteléquica y silente se tratara, la sacan a la palestra con bríos renovados.

En 1963 Nixon la nombró en un discurso televisado por primera vez. Las protestas ante la algarada yanqui y criminal en Vietnam se encarnaban en parte de la ciudadanía estadounidense, salían a la calle, se volvía ruidosa, incómoda e ineludible. El equipo de asesores de Nixon sacó de la chistera un conejo blanco, tan inexpresivo como inaprensible, y lo llamó “mayoría silenciosa”: esta encanaría mimética y casualmente aquello que el poder defendía y se opondría a la mayoría que ocupaba las plazas desde el escenario.

 

 Rajoy y sus secuaces medio siglo más tarde (que para eso también son la vanguardia) sacan a paseo la mayoría silenciosa cada vez más a menudo:  tras la Diada, ante las protestas por la LOMCE... ante cualquier avalancha de expresión popular que plante cara a sus magnánimas pretensiones. La mayoría silenciosa,  tan sutil como rotunda, tan pasiva como demoledora, siempre está a la derecha del padre: en la retaguardia, prestando apoyo, procurando víveres ideológicos y alojamiento moral al autoritarismo cuando este ve su legitimidad más cuestionada.

 

 Sin embargo, no a la derecha, sino enfrente del padre, hay otra mayoría, en lugar de silenciosa, silenciada, que presencia y padece los discursos del poder. Es una mayoría ausente en los discursos y muy presente en las plazas, en las calles y en las casas. Una multitud de mujeres diversas a las que a menudo les une la invisibilidad y el desprecio. No son víctimas, aunque solo acaparen titulares con nombre y apellido cuando así se  les consideran. Son permanentes supervivientes.

Esta semana (también) un goteo de mujeres asesinadas y agredidas se asoma tímidamente a la actualidad. ¿Sucesos?¿Sociedad?¿Local? No saben ni dónde ponerlas en la prensa escrita. En los magazines matutinos de la televisión casi tienen sección propia. En la crónica negra de los programas rediofónicos son la parte más rosa. Las chicas y las mujeres que sufren a diario violencia de género en sus casas, en las calles y en las plazas son cada vez menos minoría a juzgar por los últimos datos publicados al respecto. La tendencia, dicen los mismos estudios, va en aumento sobre todo entre la población joven (según un estudio publicado por el Gobierno de Navarra en noviembre de 2012, esta violencia contra las mujeres ha aumentado un 26% entre la gente joven en los últimos 5 años). Aún así se presentan como casos aislados, que responden a casuísticas particulares: hoy en Trapaga, mañana en Atxurrupurtu. El denominador común que define a las mayorías se difumina en estos casos en discursos obtusos que se alejan del vértice de la cuestión. Centenares de mujeres y hombres salen a la calle a denunciarlo mientras la mayoría silenciosa está en su casa, su centro habitual de operaciones, cambiando de canal. En esta ocasión no se recurrirá a ella, no hay amenaza a la vista. Vegeta en su chistera, no muerta del todo, sino de parranda.

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