Ingo NIEBEL
ANÁLISIS | GRAN COALICIÓN EN ALEMANIA

Merkel inicia su tercera legislatura con un parlamento bajo su control

Alemania, la primera potencia económica de la UE, vuelve a tener un Gobierno democráticamente legitimado. Aunque la canciller Merkel cuenta con una abrumadora mayoría en el Parlamento, la nueva situación debilita el sistema democrático, dejando a la oposición sin derechos.

Casi tres meses después de las elecciones generales del 22 de setiembre, Alemania cuenta por fin con un gobierno democráticamente legitimado. Ayer el Bundestag votó con mayoría más que absoluta a la presidenta de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), Angela Merkel, como canciller. Acto seguido, la política juró su cargo, como también lo hicieron todos sus ministros, que fueron nombrados para sus respectivos cargos por el presidente de la República Federal, Joachim Gauck.

Ha sido la tercera vez consecutiva que Merkel presenció estos actos, y es la segunda vez desde 2005 que lidera un bipartito con el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD).

A su lado, en calidad de vicecanciller, tiene a su homólogo socialdemócrata, Sigmar Gabriel, quien además dirige el «superministerio« de Economía y Energía. Esta triple responsabilidad corresponde por un lado a la ambición que caracteriza a este impulsivo político. Por otro, deja entrever el estilo político de Merkel, que ha sabido hacer su camino aunque partía de una posición menos favorable. De ahí se explica por qué ha permitido que Gabriel ocupe dos ministerios. De hecho, la maniobra le deja en una posición poco cómoda, manteniendo a su exrival interno y ahora fiel seguidor, Wolfgang Schäuble (CDU), frente al Ministerio de Hacienda.

En adelante, Gabriel tendrá que hacerse valer frente a las dos tareas ministrales, a la vez que tiene que lidiar con Merkel y Schäuble, porque, como presidente del SPD, tiene que pensar también en las elecciones generales de 2017. En las últimas, Merkel le sacó una ventaja de 16 puntos.

La canciller ha creado también una situación parecida en el ámbito de la política exterior. El socialdemócrata Frank-Walter Steinmeier vuelve a dirigir la diplomacia alemana, tal y como ya lo hizo en la primera Gran Coalición (2005-2009) con Merkel. Para no dejar este campo solo al SPD, la canciller ha optado por nombrar a su correligionaria Ursula von der Leyen como ministra de Defensa. El nombramiento es insólito porque es la primera mujer que dirige las Fuerzas Armadas alemanas. Con ello los medios de comunicación tienen su tema para desarrollarlo durante los días festivas dada la notoria escasez informativa, ya que von der Leyen es también madre de siete hijos. Detrás de esta cortina de humo queda que Merkel dijo que la ministra no solo se ocuparía de asuntos castrenses, sino también de la «política de seguridad», un término que se emplea como un sinónimo para la política exterior y como eufemismo para la política militar.

Tanto del acuerdo de coalición como también de un estudio hecho por el think tank del Ejecutivo alemán, la Fundación Ciencia y Política (SWP), se desprende que la CDU y el SPD como asimismo el Estado y varios medios de comunicación, están de acuerdo en que Alemania intervendrá más activamente en la política internacional.

De hecho se está viendo ya en la abierta intervención en Ucrania donde hasta el ministro de Asuntos Exteriores en funciones, Guido Westerwelle, se puso al lado del boxeador Vitali Klichko y la oposición proUE, empeorando así un tanto más las relaciones con Moscú. Von der Leyen tendrá que llevar a buen término la reforma de las Fuerzas Armadas porque son un instrumento de la nueva política exterior.

En estos planes encaja también la nueva figura de un secretario de Estado para los Servicios Secretos, adscrito a su Cancillería. Hacia fuera el Gobierno lo explica con que quiere mejorar el control parlamentario de los servicios de inteligencia. De hecho, el espionaje de la NSA al Ejecutivo alemán, Merkel incluida, ha dejado patentes las grandes lagunas del actual sistema de contraespionaje. Pero la CDU y el SPD no se limitarán a blindar mejor sus comunicaciones, sino que, ante todo, se han puesto de acuerdo en aumentar el control social, es decir, el espionaje a su propia población.

En este contexto parece lógico que Merkel haya vuelto a nombrar ministro de Interior a Thomas de Maizière, quien deja Defensa, y que años atrás había dirigido la Cancillería. Frente a esta última institución la canciller ha colocado al exministro de Medio Ambiente, Peter Altmaier, otro democristiano procedente del Oeste alemán, quien, con otros pocos, ayudó a la germanoriental Merkel a hacerse con el poder de un partido en el que ella partía de una posición inferior, ya que su comité regional de Mecklenburgo-Antepomeranía es el más pequeño. Colocadas así las figuras claves, los partidos del gobierno están en una posición muy favorable para iniciar desde el Ejecutivo la perfección del Estado policial.

El Parlamento no va a suponer ningún obstáculo por la aplastante mayoría de escaños que controla la Gran Coalición. Si no se cambian las leyes, los dos partidos de oposición, Die Linke (La Izquierda) y los ecologistas Verdes, carecen incluso del porcentaje mínimo para activar los instrumentos de control que tiene el Poder Legislativo sobre el Ejecutivo.

Desde el punto de vista democrático la situación es tan extrema que el diario sensacionalista «Bild», de tendencia derechista, se atrevió a titular «Nosotros somos la oposición extraparlamentaria que va a controlar a la Coalición». De hecho, el Movimiento por la Defensa de los Derechos Civiles, que existía aún a principios de siglo, ha pasado a la Historia.