Gabriel GALVALIZI

El ajuste del Gobierno encamina a Argentina a una nueva recesión

La devaluación del peso en 30% amenaza con disparar la ya elevada inflación. La suba de las tasas y la depreciación de los salarios preparan un escenario para la caída de la economía. Perspectivas de crisis política y social a un año y medio de la carrera presidencial

Como nunca desde 2001, la economía es la preocupación principal de los argentinos y está en boca de todos como si no hubiera vacaciones, a pesar de estar transitando el verano más cálido del último medio siglo. Es que la devaluación del 30% a mediados de enero (y que en el último año ya lleva el 90%) y la inflación de más del 20% provocaron un caldo de cultivo que impulsó una de las grandes adicciones de esta sociedad, la búsqueda de dólares, y preparó el terreno para una crisis económica y política en 2014.

En retrospectiva, tras el boom económico de 2010 y 2011 y una capitaneada bastante elegante de la crisis derivada de la debacle de Lehman Brothers, en 2012 comenzaron los problemas en el sector externo por el déficit de la balanza comercial junto a la alta inflación.

En ese entonces, la presidenta Cristina Kirchner decidió restringir el acceso de los argentinos al dólar y expropiar Repsol como remedios para dos problemas: caída de reservas del Banco Central y el déficit en energía. La medicina al largo plazo empeoró los problemas. Las inversiones extranjeras se redujeron como nunca (dejaron de ingresar dólares) y se creó un mercado paralelo de divisas. Tras gravar con un impuesto del 35% toda compra en el extranjero y el turismo exterior, la fuga de divisas continuó, empujada por la inflación y las importaciones de combustibles.

Las medidas para reacomodar la economía fueron postergadas hasta después de las elecciones, en las que el partido de gobierno perdió casi 25% de los votos obtenidos en 2011 aunque mantuvo, por poco, la mayoría parlamentaria. Sin embargo, la debilidad política del kirchnerismo se acrecienta por la mala gestión de la economía y, desde lo político, al no poder disponer de un sucesor que asegure la mantención del poder. El efecto denominado por los estadounidenses como «pato rengo» ya se hace sentir.

«Golpe a los trabajadores»

El economista Héctor Altamira, dialogó con GARA y analizó la actualidad. Es el máximo referente del Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT), la coalición de partidos de izquierdas que obtuvo en las elecciones de octubre pasado su mejor resultado desde la restauración democrática, con más de un millón de votos en todo el país y tres escaños en la Cámara de Diputados.

«Los datos ilustran la gravedad del momento: una inflación del 28% y una esperada del 20% para este primer trimestre, una fuga incesante de divisas, un déficit fiscal creciente que se financia con emisión monetaria a fondo perdido y un país que perdió capacidad de financiar la economía. Por ello la presión del capital internacional y local por una mega devaluación, que fue un golpe descomunal para los trabajadores y jubilados. La mitad de los primeros gana en promedio 450 dólares mensuales y el 75% de los segundos, 300 dólares», explica Altamira.

Si bien reconoce que respecto de la gran depresión de 2002 la distribución de la riqueza mejoró, «está retrocediendo socialmente desde 2007, y las devaluaciones de estos días han provocado una fuerte regresión en esa distribución, que se acentuará».

«No asistimos a una inflación asociada al crecimiento, como ocurrió de 2003 a 2007, sino que la actual obedece a la financiación monetaria de gastos no reproductivos, como el pago de la deuda externa o los enormes subsidios a las empresas de servicios públicos (en su mayoría, multinacionales), sumado al déficit fiscal y de balanza de pagos. Argentina marcha a una crisis política que podría provocar el adelantamiento de las presidenciales previstas para mediados de 2015», opina.

El jefe del Partido Obrero (principal integrante del FIT) avizora que el empobrecimiento de la calidad de vida derivará «en mayores movilizaciones sindicales, y ya (las patronales y el Gobierno) están analizando la suspensión de las negociaciones colectivas de trabajo y reponer el método de los aumentos salariales por decreto».

En ese sentido, los sindicatos argentinos, profundamente divididos entre los peronistas alineados al kirchnerismo, los que no lo están, y los gremios de tradición más de izquierdas, comienzan a mover el engranaje de sus organizaciones preparándose para unas disputas salariales intensas.

El agravante es que los gobiernos provinciales dispusieron a fin de año aumentos en cadena de alrededor del 40% promedio para los policías (que protestaron con un estallido de huelgas en 18 provincias), lo que sentó un precedente de suba salarial que los sindicatos juraron hacer valer.

La madre de todas las batallas

El gobierno está haciendo un ajuste monetario clásico, con fuerte devaluación y subida de tasas de interés, pero además lo hace de manera descoordinada porque no ataca la inflación. Esto repercutirá en un efecto sobre la actividad económica, por lo que se presenta una situación compleja», dijo a este diario el economista Ricardo Delgado, de la consultora Analytica, de perfil keynesiano.

Delgado -asesor del candidato presidencial Sergio Massa, ex aliado de Cristina Kirchner y ganador de las últimas elecciones parlamentarias- afirmó que «Argentina está viviendo un problema de escasez de dólares por una economía que no encuentra cómo generarlos, producto de la inflación crónica, madre de todos los problemas, que abarató mucho las importaciones. El Gobierno usó el dólar como ancla del aumento de precios y eso apreció el peso».

Además de la falta de captación de inversiones extranjeras y de la pérdida de competitividad de las exportaciones argentinas, señala como otro factor clave de la crisis la intervención en 2007 al INDEC (instituto nacional de estadísticas), que al falsear los datos desde entonces «incrementó las expectativas inflacionarias y afectó la credibilidad. Entonces, el boom del consumo fue una historia de patas cortas».

Desde el campo político, en lo que los partidos opositores, de izquierdas y derechas, han coincidido en criticar es el uso de la inflación para financiar el gasto discrecional del Estado. Debido a que en los Presupuestos del Gobierno figuró siempre el índice oficial de inflación (menos de la mitad del real), el extra de recaudación tributaria generado por efecto de la suba de precios es gastado sin control parlamentario.

Delgado avizora también una recesión para 2014 y dice que la solución podrá venir de la mano «de un INDEC creíble, una señal en la política fiscal para evitar el déficit y un esfuerzo en atacar el problema de la inflación».

A pesar de los cambios en su gabinete, con la entronización de Jorge Capitanich como un virtual primer ministro y con la designación de Axel Kicilloff al frente del Ministerio de Economía, el Gobierno de Cristina Kirchner no logra un cambio en las expectativas. El índice de confianza de consumidores elaborado por la Universidad Di Tella descendió 5,4% en enero, por dar un ejemplo.

Muchos argentinos comienzan a percibir que hubo una burbuja festiva y que llegó la hora de pagarla. También despierta cierta desazón hasta para algunos simpatizantes del kirchnerismo el repliegue del gobierno sobre sí mismo y su imposibilidad de cambiar el discurso y proponer algo nuevo a futuro, un desafío aunque implique reconocer errores. La carrera presidencial en la oposición va cobrando fuerza y el gobierno, enmarañado en su laberinto, la ceba.