Oihane LARRETXEA
Crónica | Temporal histórico

Donostia, atónita ante un oleaje que la azotó sin piedad y deja grandes daños

A las cinco de la madrugada, vecinos de la Parte Vieja donostiarra miraban atónitos desde los balcones la fuerza con que el mar entraba por las calles. La luz del día descubriría cuantiosos destrozos en locales, paseos y puentes, que permanecieron cerrados durante horas. La ciudad no recordaba nada semejante. La ría se vio sacudida hasta el quinto puente.

La rotura de una parte de la barandilla del puente del Kursaal la semana pasada, que acaparó los comentarios de la jornada, queda ya como una anécdota menor. La estampa que ayer ofrecía la capital guipuzcoana no tenía punto de comparación con ningún temporal reciente. Vecinos y vecinas de cierta edad coincidían: «Nunca he visto nada igual». Esa fue la frase más repetida, acompañada de un «afortunadamente no ha habido personales». .

La cara más expuesta al mar resultó lógicamente más perjudicada, desde el Peine del Viento hasta el extremo opuesto de la ciudad, Sagües. Pero la sacudida fue mucho más allá.

En la playa de la Concha la barandilla se vio seriamente dañada en varios puntos, al igual que los accesos al arenal. Las olas, además, habían arrastrado hasta el mismo paseo piedras y ramas que los servicios de limpieza se afanaban por retirar para recuperar la normalidad lo antes posible. Mientras, cientos, miles de curiosos fotografiaban las consecuencias del temporal.

Pero en el muelle la curiosidad se mezclaba con la desolación de quien había perdido su barco. Allí el mar no había tenido piedad. Además de llevarse por delante las tablas del Náutico, dejando únicamente la estructura de hierro, destrozó 50 metros del pretil de piedra que protege el primer espigón e hizo añicos cuatro embarcaderos y decenas de barcas.

Juan Mari y Joxe Mari, dos jubilados y dueños de sendas embarcaciones, repasaban lo ocurrido horas atrás, llevándose de tanto en cuanto las manos a la cabeza. El primero de ellos había llegado al puerto hacia las cinco de la madrugada. «No daba crédito a lo que estaba viendo -arrancaba-. Las olas superaban dos metros la muralla de piedra y al pantalán le faltó un palmo para salirse de la guía», explicaba. Había tenido suerte porque su embarcación estaba entera, pero lamentaba la situación del resto.

Intentaba recordar un temporal similar, pero nada. «Y mira que tengo 68 años, pero esto no lo he visto jamás». La tormenta marítima le recordaba a la ocurrida en el año 1961, cuando ocurrió la tragedia del pesquero «Mirentxu». En julio de ese año, en plenas fiestas del Carmen en el muelle donostiarra, un temporal que azotó toda la costa del Cantábrico hizo desaparecer esta embarcación, con los doce miembros de su tripulación a bordo. El mismo día en que se celebraban los funerales en la basílica de Santa María, el 19 de julio, fue encontrada en alta mar parte de la estructura del barco, con la efigie de la Virgen de Arantzazu.

Las personas que tenían amarrada su embarcación llegaban a toda prisa, cruzando los dedos. Una mujer, visiblemente emocionada, no encontraba la suya y trataba de describirla para que alguien le diera alguna indicación. Al lado, un hombre llamaba a un amigo para que se acercara cuanto antes. «Tienes que venir, esto es dantesco. El mío ha librado, pero no veo el tuyo por ninguna parte. Aquí no ha quedado pantalán ni nada», avisaba por teléfono.

Locales anegados

Dentro de la Parte Vieja, en las calles Aldamar, 31 de Agosto y San Vicente el ambiente era también desolador. Locales inundados, portales sin luz ni agua, y tiendas con todo el género echado a perder. Las pérdidas, millonarias.

Un trozo de la barandilla del Paseo Nuevo que reposaba entre piedras frente al bar Rekalde de la calle Aldamar daba una buena pista de la virulencia del agua. Desde la taberna, Agus explicaba que el agua había entrado hasta los baños, inundando también la bodega. No obstante debido a motivos que desconoce, el agua sale por donde entra, minimizando los daños de manera considerable.

Justo a la vuelta, en la calle San Juan, los locales mostraban otra imagen. Anegadas estaban las oficinas de los grupos de tiempo libre de la diócesis, con 1,80 metros de altura de agua. Mucho material y ordenadores irrecuperables. Borja Ruiz destacaba la voluntad de la gente que se había acercado a echar una mano sin que nadie los llamara.

El barrizal en la calle era cada vez mayor llegando a la iglesia de San Vicente. Enfrente, desde el bar Paulaner, Inma Uzkudun se mostraba desesperada y con miedo a la vez de conocer el estado del soto donde se guardan la comida, las bebidas y están instalados los motores de las cámaras.

También temían la indemnización que puedan recibir, que intuían escasa. Desde el seguro ya les habían remitido al Consorcio. De ellos no esperan gran cosa. «A los dos meses de abrir, hace seis años, también nos alcanzó el agua del mar, y no nos recompensaron todas las pérdidas. Ayudaría que lo declararan zona catastrófica. Alguien tiene que responder», pedía.

La calle 31 de Agosto

Sin duda, una de las imágenes más impactantes que había dejado el temporal en la Parte Vieja era la de la calle 31 de Agosto, con metro y medio de agua. Los vecinos relataban la noche vivida, aún con nerviosismo incontenible. «Eran las cinco cuando la ama me ha despertado para alertarme de la cantidad de agua que estaba entrando en la calle. Pensaba que estaba exagerando, pero tras insistir me he levantado a ver. Y se había quedado corta. ¡Qué era aquello!», contaba el joven Ander.

Otra vecina explicaba que, a pesar de vivir en un tercer piso, hubo momentos tensos al comprobar que el agua «subía y subía, cada vez con más fuerza. Además nos quedamos sin luz, y eso no ayudó a mantener la calma», decía.

Sin luz y con pérdidas cuantiosas esperaba Miren Olano a que los bomberos pudieran abrir la puerta de su tienda de ropa, Fiori. Ayer por la mañana debía partir hacia París a elegir la colección de la próxima temporada, pero decidió suspender el viaje para comprobar in situ las consecuencias del temporal. Los bomberos le comunicaban que en el bajo de su tienda había al menos 40.000 litros de agua. Es ahí donde guardaba toda la ropa que compró hace seis meses y que próximamente iba a poner a la venta.

Con ese panorama, apuntaba que no era capaz de pensar en nada. «Estoy totalmente bloqueda. No termino de creerme lo que nos ha pasado», decía sin poder contener las lágrimas. «Mi marido ha venido a las cinco de la mañana y cuando me ha llamado contándome lo que veía, y cómo entraba el mar hasta dentro, le he pedido que saliera pitando. Lo primero es lo primero», decía Olano.

Sobre las indemnizaciones que pudiera recibir, lo prevé «muy complicado» porque para empezar debe presentar la factura de cada prenda que haya adquirido, pero no sabe ni dónde ni en qué situación estarán los papeles. También quería contactar con las clientas para devolverles el dinero de las prendas que están reservadas. El resumen, «vaya desastre».

La calle 31 de Agosto, cerrada al paso de peatones, recibía aún, sobre las 14.00, el agua que los bomberos extraían del parking de la plaza Zuloaga. Los coches de la primera planta habían sido sacados a tiempo, pero no así los vehículos del segundo y tercer piso.

Un municipal que supervisaba la zona contaba que la zona de mayor trabajo se concentraba precisamente allí. Entre otras tareas, debían retirar piedras de entre 300 y 400 kilos que la mar había arrastrado hasta cien metros de distancia, dejándolas cerca de la Sociedad Fotográfica. Los cines Príncipe también se vieron afectados tras mojarse la maquinaria, de modo que no hubo sesión de tarde, pero esta vez no hizo falta; el espectáculo estaba en la calle.

Argazki kameraz «klik« egin eta istanta partekatzeko eguna

Olatuek utzi zituzten kalteak argazki kamerez jaso eta ezagunekin partekatzea izan zen atzoko egiteko nagusia. Eguraldiak zer edo zer lagundu zuen, gainera, ez zuen ia euririk bota, eta uneren batean eguzki izpiak ere goxo sumatu ziren. Igande eguerdia, asteroko ardotxoa hartzera kaleratzeko aitzakia ez ezik, baita itsasora gerturatzeko ere.

Guraso asko seme-alabekin bertaratu ziren. Bat edo beste denboraleak utzitako kalteak azaltzen aritu zen, baita «haserretutako itsasoak» harrizko horma hautsi eta txalupak «zergatik eta nola» hondoratu ditzakeen azaltzen ere. Hala jardun zen Mikel, Ander eta Eneko semeekin, Donostiako kaian.

Beste familia batzuek euren plana aldatuta ikusi zuten; izan ere, bertan behera gelditu zen artzain eta inudeen kalejira, datorren igandera atzeratuta. Hutsik ez zuten egin, ordea, txistulariek eta urteko igande guzti-guztietan bezala, Alde Zaharrean ibili ziren. O.L.