Patxi IRURZUN IRUÑEA

La versión teatral de «Los Miserables» llega a Iruñea a lo grande

El lunes comenzó en Iruñea el espectacular montaje del musical que se estrena hoy en Baluarte. En total 60 personas han trabajado para que todo esté listo para el estreno de esta tarde. Durante una semana el equipo ofrecerá una docena de funciones de esta mítica obra del dramaturgo francés Victor Hugo llevada al teatro por Cameron Mackintosh.

«Los Miserables», el famoso musical que se representará desde hoy hasta el sábado 1 de marzo en Iruñea, no hace honor a su título, al menos en lo que a su montaje técnico se refiere: once trailers, noventa toneladas de material, 37 técnicos más personal local y de apoyo hasta sumar sesenta personas trabajando para que todo esté en su sitio cuando esta tarde se levante el telón en Baluarte.

Los datos los proporciona Francisco Grande, jefe técnico de montaje, mientras a sus espaldas los operarios lanzan cables o tiran de poleas y podemos ver toda la tramoya amontonada: los cañones de pega, las piedras de cartón piedra, la fachada desmantelada del Café Musain, en el que en la obra de Víctor Hugo se reunían los estudiantes para conspirar...

Llevan trabajando desde el lunes, cuatro días con sus noches, para que todo esté en su sitio exactamente igual que en el resto de auditorios y teatros donde se representa este musical, el musical por excelencia, que está en cartelera ininterrumpidamente desde hace 28 años y que llega a nosotros (primero en Iruñea y más adelante a Donostia, en junio, y a Bilbo en diciembre) de la mano de Stage Entertainement, en un espectáculo que intenta ser lo más fiel posible a la producción original de Cameron Mackintosh.

«Es un montaje complicado, con mucha infraestructura y que requiere mucha sutileza. `Los Miserables' se representa tal y como es, siempre igual en todas las plazas. No adaptamos la representación a cada espacio, sino al revés, el espacio a ella, lo cual requiere mucho trabajo, visitas técnicas previas...», dice Grande. Montajes y desmontajes, de hecho, se solapan en las diferentes ciudades en las que «Los Miserables» desembarca como otra pequeña ciudad rodante, poblada por las decenas de actores, músicos, técnicos ... que recrean las calles del agitado París retratado por Víctor Hugo en su descomunal novela; ese París que fue definido como un vientre por Emile Zola, y que ahora, durante el montaje, también lo semeja, en este caso el vientre del auditorio, con las marañas de cables como serpientes eléctricas, las poleas tensas como nervios, los focos descolgados... Parece imposible poner todo eso en orden, digerir todas las complicaciones que exige un montaje como este, pero Grande se muestra tranquilo: «para mí es un reto, pero también un honor, un trabajo duro y gratificante», dice, y a continuación cuenta más detalles técnicos, como la alternancia de sistemas manuales y automatizados en los cambios de los 40 escenarios distintos, los diferentes vestuarios empleados en la obra... Todo el trabajo que queda entre bambalinas y que el público nunca ve, pero que hace posible que empiece la función.

Víctor Hugo en Iruñea

El musical de Los Miserables ha sido visto por más de 65 millones de espectadores, representado en más de 42 países, 300 ciudades... «es una historia atemporal, cuyos valores perduran en el tiempo», leemos en el dossier de prensa. Y también: «un siglo después los temas tratados en la novela de Víctor Hugo aún siguen vigentes: la lucha por la libertad, el coraje, o la revolución». Pero sería curioso saber qué opinaría sobre este espectáculo -cuyas entradas cuestan entre 40 y 69 euros- el propio Hugo, quien pasó por Iruñea en 1843 y recomendó, tal y como describe en su libro «Viaje a los Pirineos y los Alpes», que el primer hombre con criterio que bombardeara la ciudad empezara por el edificio en obras, de trazas neoclásicas, que veía desde su habitación y «que parece un teatro» (aunque también cabe pensar que podría tratarse del Palacio de Navarra, donde hoy se encuentra la Diputación).

Una melancólica luminosidad

Una de las partes destacadas del musical son las proyecciones de dibujos que el propio Víctor Hugo realizó. Matt Kinley, el escenógrafo de la obra, señala el aspecto visionario de Hugo como pintor y sus experimentos con diferentes medios y procesos, desde carboncillo, sepia, lápiz, tinta y hollín hasta impresiones enlazadas o papel plegado con tinta.

«Esta melancólica negritud y luminosidad parecieron ser la perfecta encarnación para muchos de los personajes y líneas argumentales del espectáculo», dice Kinley. Muchas de las proyecciones de esos dibujos se hacen fusionándolas con fotos francesas del siglo XIX, todo unido a telones pintados basados directamente en el trabajo abstracto y paisajístico del escritor francés. Una faceta, la de pintor, de Hugo, menos conocida, y que sin embargo, en opinión de Delacroix, podía haberle hecho eclipsar a la mayoría de artistas de su siglo.