Iñaki IRIONDO

Torturados denuncian otro juicio a jóvenes basado en la incomunicación

Torturados de distintas generaciones comparecieron ayer en Gasteiz para denunciar el juicio que se celebrará la próxima semana en la Audiencia Nacional contra los jóvenes Koldo Moreno, Xabier Fernández de Gamarra, Federico Lomas y Aitor Juárez, acusados de pertenencia a Segi, desórdenes públicos y actos de kale borroka, en un sumario basado en las declaraciones autoinculpatorias obtenidas por la Policía española durante el periodo de incomunicación.

Los jóvenes gasteiztarras Koldo Moreno, Xabier Fernández de Gamarra, Federico Lomas y Aitor Juárez se enfrentan los próximos días 31 de marzo y 1 y 2 de abril a un juicio en la Audiencia Nacional acusados de pertenencia a Segi, desórdenes públicos y actos de kale borroka. Para el primero de ellos la Fiscalía pide una condena de 27 años de prisión. Para el resto, 9 años y dos condenas de 6, respectivamente. Los cuatro denunciaron haber sido torturados durante el periodo de tiempo en el que la Policía española los mantuvo en detención incomunicada.

Gasteizko Harresia reunió ayer en el frontón Auzolana de Alde Zaharra a los imputados, a un grupo de personas que han sufrido también la tortura a lo largo de las últimas décadas y a otras decenas de ciudadanos y ciudadanas que querían denunciar que este juicio está basado en las declaraciones autoinculpatorias obtenidas durante interrogatorios ilegales. A su entender, «una vez más, nos encontramos ante un juicio farsa, un juicio que de no haberse aplicado la incomunicación a los detenidos probablemente no tendría lugar».

Jurisprudencia del Supremo

Los reunidos, varios de ellos conocedores directos de los padecimientos de la tortura, señalaron que «no importa el delito del que se acuse a una persona. Nadie debería ser juzgado en base a declaraciones firmadas ante la policía en período de incomunicación, ya que no hay garantía de que esas declaraciones sean voluntarias».

Para ello se basan en jurisprudencia del propio Tribunal Supremo -tan clara como pocas veces aplicada- que establece que «solo cuando pueda afirmarse que la confesión ha sido prestada libre y voluntariamente puede hacer prueba en contra de su autor». En el texto leído, también se destaca el acuerdo con el juez de la Audiencia Nacional Ramón Saez Valcárcel, quien afirmó que la mejor manera de evitar la tortura es no aceptar como pruebas las declaraciones, cuando el acusado se echa atrás de la misma y ha sido objeto de malos tratos, «desechando como sospechosa la declaración que fue obtenida en un espacio de intensa constricción física, moral y sicológica, como es el caso de la privación cautelar de libertad en régimen de incomunicación».

El texto leído también recoge los informes de los relatores especiales de la ONU para la tortura, en los que expresan su preocupación por el mantenimiento de la incomunicación de los detenidos y el escaso caso que el Estado español hace a sus recomendaciones.

Se recoge textualmente el párrafo en el que se afirma que «aunque un órgano de supervisión -el Comité contra la Tortura- ha expresado serias preocupaciones acerca del régimen de incomunicación en el contexto español y otro órgano de supervisión -el Comité de Derechos Humanos- ha manifestado que se deberían adoptar disposiciones contra la detención en régimen de incomunicación, y aunque la Comisión de Derechos Humanos ha calificado repetidamente a la detención incomunicada de condición que facilita la práctica de la tortura, la evolución jurídica reciente en España parece ignorar la opinión internacional a este respecto y tiende a huir en dirección opuesta». Una queja repetida en los informes de 2004, 2009 y 2013, según se afirmó ayer.

Ante esta situación y la inminencia del juicio, las personas torturadas y otros colectivos llaman a acudir a la manifestación que el sábado, 29 de marzo, saldrá desde el Artium, a las 19.00, con el lema «Epaiketak eten! Torturarik ez!».

La pregunta que se mantiene con los años y la respuesta de Roldán

Entre las personas que han sufrido la tortura y que ayer quisieron denunciar la situación de los cuatro jóvenes que serán juzgados a partir de lunes se encontraba Roberto Martínez del Campo, que ya estuvo preso en el franquismo y que luego, como Modesto García y Miren Edurne García Artal, volvió a conocer los rigores de los interrogatorios tras sus detenciones en 1981. Allí estaba también Unai Romano, cuya imagen, con la cara desfigurada tras la incomunicación, es ya un icono de la denuncia de la tortura y ha dado la vuelta al mundo a través de internet. En el mismo sumario, y en base a autoinculpaciones, fueron juzgados Juan Antonio Cortes, que también asistió a la comparecencia, y Susana Atxaerandio, que no pudo llegar a tiempo al acto. Varios de ellos mantienen recursos ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, como Ainhoa Villaverde, a la que el Tribunal Constitucional negó amparo después de que su denuncia fuera archivada sin ni siquiera escucharle. Había también otros torturados en diversas operaciones policiales contra Segi.

Todos ellos pusieron sobre la mesa una pregunta. ¿Con qué objetivo alguien puede inculparse a sí mismo o a un amigo durante un interrogatorio policial, para después negarlo todo ante el juez? Para responder recogieron el testimonio de alguien que tiene sobrados motivos para saber de qué habla, puesto que en su día fue director general de la Guardia Civil. Se trata de Luis Roldán, que en una entrevista en noviembre en «El País» afirmaba sin rubor: «¿Alguien se cree que declaran lo que declaran sin coacciones?». I.I.

Iragorri, Ruiz, Pinedo y Mujika relatan los malos tratos al tribunal

Idoya Iragorri, Unai Ruiz, Goizane Pinedo e Irati Mujika negaron ayer la validez de sus declaraciones policiales por haber sido obtenidas bajo torturas, en la primera jornada del juicio contra los cuatro jóvenes independentistas que ayer dio comienzo en la Audiencia Nacional española. Todos ellos están procesados en el sumario 26/11, que quedó visto para sentencia el pasado 4 de febrero a la espera de que se desarrollase esta parte del juicio, ya que los cuatro jóvenes no se presentaron ante el tribunal e iniciaron una campaña de desobediencia hasta su arresto, cuando fueron conducidos a prisión, donde se encuentran actualmente.

Tras negarse a declarar ante el fiscal Luis Barroso y la acusación popular, ejercida por Dignidad y Justicia, los jóvenes denunciaron que los testimonios inculpatorios se obtuvieron mediante malos tratos. Se trata de un hecho clave ya que, tal y como quedó acreditado también durante la vista contra sus 36 compañeros de sumario, constituyen la base para las imputaciones. Un hecho que también quedó en evidencia ayer. Los guardias civiles y policías españoles que tomaron la palabra (algunos ejerciendo simultáneamente como testigos propuestos por la acusación y peritos) afirmaron haber desarrollado la operación de noviembre de 2009 basándose en seguimientos que habrían iniciado en 2007. Sin embargo, tras escucharles quedó claro que lo que perseguían eran actividades políticas: entre los «indicios» que los diversos agentes que desfilaron ante el tribunal estaban la colocación de pancartas o haber participado en ruedas de prensa. Las declaraciones de los agentes también pusieron de manifiesto el control ejercido por las Fuerzas de Seguridad españolas sobre locales de la sociedad civil vasca como asociaciones de vecinos o gaztetxes. Está previsto que el juicio quede visto para sentencia hoy mismo, cuando tengan lugar las periciales restantes, la elevación a definitivas de las conclusiones y los informes de las partes. Alberto PRADILLA