Jenny Manrique LA HABANA
Elkarrizketa
Tomás Ojeda
Delegado de las FARC-EP en las negociaciones de La Haban

«Haberme resistido a las políticas oficiales me ha permitido prolongar la vida»

En el agite propio de las conversaciones de paz que se llevan a cabo en La Habana entre el Gobierno colombiano y las FARC-EP, un hombre moreno, de estatura mediana y de estirpe campesina, asiste siempre a Andrés París en sus tareas como responsable de prensa. Si hay tiempo, se ofrece a los periodistas para guiarlos a algunos lugares emblemáticos de La Habana, y, cómo no, termina respondiendo a nuestras preguntas.

Todavía pregunta cómo sincronizar algunas funciones de su teléfono móvil y se sorprende por las posibilidades tecnológicas de la comunicación virtual, lo que delata que, sin duda, conocía poco de la selva de cemento. Es Tomas Hojeda Molinares, tiene 45 años, nació en Segovia, Antioquia, y es el segundo comandante del Bloque Iván Ríos que opera en esa región al noroeste de Colombia. Así, con H, escribe su apellido en las tarjetas de presentación que reparte, impresas en papel de cartulina amarillo, en las que figura su nueva tarea: asesor de la Comisión de Prensa. Su ortografía en varios intercambios electrónicos revela que, en efecto, como cuenta, no pudo terminar la educación primaria: «No estudié, muy complicado en ese escenario de guerra poder profesionalizarse. Ese sueño de estudiar una carrera universitaria se me frustró».

Hace año y medio, convocado por el Secretariado de las FARC-EP, dejó el tupido escenario del monte colombiano, que en treinta años había sido su único hogar, para hacer parte de la delegación de paz. Hoy organiza hangouts y participa en los vídeos que hace la guerrilla para su canal de Youtube. Dice que extraña la naturaleza de Colombia, a los líderes campesinos y a sus compañeros de bloque, con quienes mantiene contacto como puede a través del Secretariado. Son esos dos mundos su referente de civilización.

En esta entrevista concedida a GARA, detalla su vida en la guerrilla y, por supuesto, en La Habana.

¿Cuál ha sido el mayor impacto de esa transición del monte a la ciudad?

Estás enseñado a estar en un medio ambiente muy diferente, es salir del mundo interior al exterior y te encuentras con una cantidad de cosas que no conoces, que las interpretas como puedes, porque uno sabe que el mundo evoluciona, la llamada modernidad. En el monte cumplimos con un ejercicio de actividad permanente en torno a la disciplina militar que cuando llegamos aquí extrañamos un poco.

Son treinta años en el monte, o sea que entró a militar en las FARC siendo muy joven.

Ingresé al Frente 47 de las FARC en el límite de la edad permitida, 15 años, en plena ebullición del paramilitarismo en el Magdalena Medio, mientras veía aparecer muertos a mis compañeros de la Juco (Juventud Comunista). Nos mataban solo por repartir propaganda y afiches del partido en Segovia y Remedios (Antioquia). Fui testigo de todos los movimientos para acabarnos, el MRN (Muerte a Revolucionarios del Nordeste), luego el MAS (Muerte a Secuestradores), que es el mismo que perpetró la masacre de 1988 en Segovia, por todo eso decidí vincularme a las FARC. Toda mi vida guerrillera la he pasado en el nordeste de Antioquia, el eje cafetero, el sur de Córdoba y el Magdalena Medio.

Hojeda estuvo muy cerca de las áreas de combate de compañeros suyos que nunca vio en tanto tiempo de guerra en el monte y vino a conocer en La Habana: como al negociador Rubén Zamora del Frente 33. Pasó por otros frentes como el 4º, el 5º y Mario Vélez, todos pertenecientes al Bloque Iván Ríos, que opera en zona aurífera, y es la estructura armada que más ingresos obtiene de cobrar extorsiones a las maquinarias y dragas usadas para extraer oro ilegalmente, según revela el portal Insight Crime.

¿Cómo ha sido la comunicación con su familia durante todos estos años?

Yo tengo dos hijos en Colombia, muchos de nuestros hijos tienen que estar exiliados, los míos no. Mi hija está terminando la carrera de Comunicación Social y periodismo y tengo un niño de siete años. Son hijos de madres diferentes que también fueron de la guerrilla. Una murió en un accidente y la otra después del parto. La vivencia de los hijos para nosotros es imposible, pero, desde luego, hay un amor hacia ellos. Por su propia seguridad, el contacto es muy poco. Ahora hablo menos que antes con mi familia, porque incluso las familias de algunos compañeros de la organización están sufriendo acciones de tipo represivo y judicial por parte del Estado, por el delito de sangre.

¿Cómo son esas relaciones afectivas dentro de la organización?

Desde luego que podemos tener relaciones afectivas, hombres y mujeres tienen los mismos derechos y deberes de acuerdo a la los principios e ideales de las FARC. Los dos compañeros, si en la parte afectiva llegan a un común acuerdo, pueden llevarla a cabo. En las FARC se permiten las relaciones de pareja sin ninguna dificultad, aunque a veces, las tareas las complican un poco.

¿Y la comunicación con sus compañeros en la selva, continúa?

Con nuestros compañeros allá se hace por los conductos regulares en las FARC, desde acá a través del Secretariado, y de los jefes de los bloques en las zonas de confrontación en Colombia, porque aquí estamos en la superación del conflicto, pero allá estamos en conflicto permanente.

¿Cómo transcurre su día a día, cuáles son sus tareas?

Es una experiencia bastante empírica en el área de prensa porque no tenía conocimiento. Uno aprende mucho por el mismo contacto que tiene con los periodistas que conocen cosas interesantes sobre cómo manejar la ética periodística, más en una contienda como la que estamos manejando, en que la información es impactante y compleja.

Hoy con un mayor acceso a los medios de comunicación, muy limitado a la radio en la selva colombiana, dice que puede estar «24 horas informado» y que la magia de internet todavía le sorprende: aunque ese internet sea el de la Habana, lento, con limitaciones de acceso a ciertas páginas, sin duda, la navegación del Hotel El Palco donde se hospedan, es un privilegio. No obstante reconoce que hay un discurso «imperante en los medios de comunicación» que no le gusta y que ha retratado a la organización guerrillera «como si fuéramos lo peor».

¿Se siente seguro en Cuba?

Sí, aquí uno puede decir que casi todo cubano contribuye a la seguridad de la población, de modo que uno aquí se siente seguro, aunque, obviamente, uno no descarta -no por parte de los cubanos, subraya- que algún grupo de mercenarios pueda intentar hacer alguna opción para sabotear el proceso. Nuestra presencia aquí es legal y conocida, la hemos mantenido con la mayor naturalidad. No soy conocido ni aquí ni en Colombia, pero los medios malinterpretan todo lo que hacemos; es lógico que queramos conocer Cuba, es una revolución que admiramos mucho y no sabremos por cuánto tiempo estaremos aquí.

Treinta años de combate le deben haber dejado muchas experiencias no gratas. ¿Alguna en particular?

La dificultad o la nostalgia o las vivencias que más me hacen reflexionar son las mismas que embargan a las FARC en relación a la situación del conflicto y en torno a la política del paramilitarismo en todo el territorio nacional, en particular, en algunas regiones con mayor intensidad. Desde el punto de vista militar, en todos los combates tienes el riesgo de la vida misma, pero haberme resistido a las políticas oficiales, ha hecho que haya podido prolongar la vida misma. Uno ha conocido a muchas personas que hoy ya no están, muchas por la propia dinámica de la violencia se han ido. Con una visión histórica, es reseñable poder estar a esas alturas, con todo lo que es Colombia, sentado aquí y poder plantear una solución política a través del diálogo.

Usted mismo entró en la guerrilla siendo muy joven. ¿Cuál es la realidad de los menores combatientes? Informes de organismos como la ONU dicen que las FARC siguen haciendo reclutamiento forzoso.

Tenemos un límite mínimo de edad, 15 años, el mismo que fija el Ejército Nacional. Me han contado que ellos se llevan a fulano que estaba en el colegio en clase, no ha terminado el Bachillerato, y ni así lo dejan seguir. La misma violencia que deja huérfanos, viudos, desplazados... ha hecho que hayan quedado niños abandonados y que las FARC, generosamente, nos hayamos hecho cargo de ellos ubicándolos en algún lugar y dándoles atención. Si cuando adquieren uso de razón, se quieren incorporar a la organización pueden hacerlo, pero eso de los 12 años es mentira. La ONU no es imparcial con relación a los conflictos, siempre está supeditada a los intereses de las instituciones oficiales de los países, se documenta a través de la información oficial del Ministerio de Defensa y Bienestar Familiar (Institución que vela por los derechos de los menores en Colombia) para deslegitimar la parte política de las FARC.

A otras instituciones como el Comité Internacional de la Cruz Roja, que ha mediado en la liberación de personas retenidas, ¿sí la considera imparcial?

Ha jugado papel importante en todo lo que tiene que ver con la parte protocolaria, ha desempeñado una labor muy imparcial, profesional y ética y, aunque, no confiemos al 100% en el CICR, ha habido un respeto bastante considerable, hemos respondido a su gesto con la liberación de secuestrados.

Sobre temas puntuales de responsabilidad de las FARC en la violencia armada, Tomás se remite a decir, como la mayoría de sus compañeros negociadores en Cuba, que todo será esclarecido en una Comisión de Revisión y Esclarecimiento de la Verdad de la Historia del Conflicto Interno Colombiano, cuya constitución han exigido en reiteradas ocasiones como paso necesario para abordar el punto relativo a las víctimas y su reparación.

¿Usted cómo entiende la palabra «reconciliación»?

Ese es un punto que no hemos abordado, que estará en la refrendación de los acuerdos, es un mecanismo que tenemos que construir en la mesa con la contraparte. Vamos a abordar ese tema incluyendo la parte jurídica. Lo que estamos muy interesados con relación al tema de las víctimas es que a ellos les debemos inyectar (sic) el origen mismo de lo que en sí ha sido la violencia en Colombia y lo que ha conllevado a que haya este tipo de situaciones anómalas, que han sido una catástrofe en nuestro país. Es posible que en esa confrontación haya habido víctimas por parte nuestra, pero no como una política de las FARC, porque luchamos en contra de la desigualdad social y nuestro cerco de lucha como tal, es la lucha por el bienestar de los colombianos menos favorecidos.

¿Qué se ve haciendo en un escenario posconflicto?

Eso lo dejo a consideración de la organización, internamente hay unos mecanismos que definen la responsabilidad que cada uno tiene que asumir. Me veo en la construcción del tejido social del país.

¿Ven a una sociedad tolerante con la reinserción de ustedes? Muchos en Colombia están de acuerdo con el proceso de paz, pero no con la posibilidad de que las FARC hagan política.

Esas son encuestas manipuladas, porque, prácticamente, la inmensa mayoría en Colombia quiere una solución política, quiere que se supere el conflicto, quiere vivir en un mundo distinto al que ha sido sometido. La paz en Colombia es un anhelo de todos y cada uno de nosotros.