Aitor AGIRREZABAL
Referéndum independentista escocés

Armas nucleares, la nueva ofensiva unionista

Como si de una carrera de gran fondo se tratase, las campañas del «sí» y el «no» en el referéndum escocés han ido realizando movimientos estratégicos durante estos meses. Ahora, a poco más de cinco meses para decidir el futuro de Escocia, estas jugadas se empiezan a destapar y ambos bandos apuestan todo para ganar.

Los unionistas, con un discurso dirigido desde Londres, han defendido a capa y espada la imposibilidad de que una Escocia independiente mantenga la libra y la comparta con el resto de Gran Bretaña. El Gobierno escocés, por su parte, en su Libro Blanco afirmó que la eliminación de las armas nucleares Trident «son una prioridad». Ahora, ambos puntos se entrelazan, después de que un miembro del Gobierno británico haya abierto la puerta a la negociación: «Escocia quiere mantener la libra y nosotros las armas nucleares en Falsane. Podemos ver los contornos de un acuerdo». Desde un primer momento, las voces independentistas han asegurado que la negativa unionista a compartir la libra era una estrategia de presión, tratando de amedrentar al votante escocés. Defienden que compartir la moneda es la mejor opción y, por ello, afirman que en caso de una victoria del «sí» el discurso de Westminster cambiaría hacia una postura más negociadora. Y las citadas declaraciones apuntarían en esa dirección.

Sin embargo, la posición marcada por el Ejecutivo del Partido Nacional Escocés (SNP) desde el inicio del proceso, puede provocar fisuras entre los independentistas. Y los unionistas pueden jugar con ello. Más del 90% de los electores favorables a la independencia ven como una prioridad la retirada de las armas nucleares de Escocia e incluso un buen número de unionistas apoya esta medida.

Esto hace que sea cada vez más difícil, incluso para el Gobierno británico y los líderes militares, justificar la fabricación, las pruebas y la modernización del armamento nuclear. Hoy en día, hay más de 200 bombas atómicas en Escocia. La mayoría, a bordo de los submarinos Trident que operan desde Faslane; otras se almacenan en Coulport, a 30 minutos de Glasgow.

Londres tiene en mente un plan para una nueva flota de submarinos nucleares armados en el que comenzaría a trabajar a partir de 2028, diseñando una nueva bomba nuclear que se prevé funcione en la década de 2030 y que será sustituida en 2040 por un nuevo misil. Existe la expectativa de que habrá una base en Escocia para un nuevo sistema de armas nucleares hasta 2067.

El Gobierno de Edimburgo aprovechó el congreso de primavera del SNP para mantener como prioridad la retirada de las armas nucleares y asegurar, por boca del ministro principal, Alex Salmond, que no habrá negociación alguna entre la retirada de armamento y la posibilidad de mantener la libra. La viceprimera ministra, Nicola Sturgeon, advirtió de que solo el «sí» les asegura una Escocia sin ellas. Esto, además, conllevaría una Gran Bretaña sin armas nucleares, ya que no se contempla ningún otro lugar seguro en las islas donde se pudiesen almacenar.

La disuasión nuclear de Gran Bretaña incluye los submarinos nucleares Vanguard con base en Faslane, en el Clyde, así como las cabezas nucleares que se almacenan en la cercana localidad de Coulport.

El Libro Blanco de la independencia asegura, por un lado, el desalojo de las plantas submarinas de Trident, pero igualmente afirma que la fecha fijada, 2020, «no está escrita sobre piedra», lo que podría ser una mano tendida a un proceso de reubicación que pudiera barajar Londres.

El liderazgo del SNP podría tener en mente las próximas elecciones escocesas, previstas para mayo de 2016. Después de haberse centrado tanto tiempo en el camino hacia la independencia, el equipo de Salmond aspira a ser el primer Gobierno electo de una Escocia independiente, con la posibilidad de constituir verdaderamente el nuevo Estado.

En el lado opuesto, voces unionistas en el seno de las Fuerzas Armadas británicas han señalado que «para la OTAN sería inaceptable» la postura de Escocia respecto a las armas nucleares «en un mundo incierto». Pese a la constante negativa de la población escocesa a este armamento, cargos militares han querido aportar su granito de arena al «Proyecto Miedo» asegurando que «Escocia necesitará aliados que no aceptarán estas condiciones».

Por el contrario, el SNP ha defendido que la política antinuclear es compartida con más miembros de la OTAN, y que ello no supondría un problema.

El Ejecutivo escocés asegura que se han gastado más de 170 millones de libras en el mantenimiento y funcionamiento de la planta Trident, un gasto que quieren destinar a los proyectos de defensa de la Escocia independiente. El Gobierno de Salmond desea mantener la planta de Falsane «como base naval de las fuerzas de defensa» y asegura que, con ello, no se perderán puestos de trabajo.