CARLOS GIL
ANALISTA CULTURAL

Tamaño

Sí importa el tamaño en los asuntos culturales. Y mucho. Los edificios que acogen en su seno las actividades condicionan de manera importante los contenidos. Desde las exposiciones, a las conferencias y de manera importantísima las actuaciones teatrales, musicales y de danza. Es una obviedad tan elemental que cuesta insistir en ello sin provocar cansancio. Recojamos la madeja en un ovillo.

El tamaño debe guardar relación directa con la población; con los objetivos de programación; con las posibilidades de ocupación y con los gastos y necesidades de mantenimiento del propio contenedor. Los edificios tiene cara, pueden ser magníficos objetos paisajísticos dentro de un desarrollismo urbanístico desaforado, pero debemos mirar a su interior, a su funcionalidad, a sus posibilidades como herramienta de uso, no de contemplación. Y en este campo encontramos demasiados fallos, lagunas y desquiciantes realidades inservibles.

En el campo de las artes escénicas se están produciendo cambios significativos debido a la crisis y a la efervescencia de los que van llegando. Las salas, teatros, casas de cultura de titularidad pública son hasta el modelo dominante, pero han limitado su contratación y se ha creado un cuello de botella para que fluya la producción. Hay una bajada de públicos asistentes, dejando muchas butacas vacías. A la vez se van abriendo salas privadas de pequeña capacidad. Algunas micro. Es una dicotomía que va a crear nuevos públicos pero también una disparidad profesional de difícil conciliación. Si todo debe salir de lo recaudado en taquilla la situación se torna imposible y el tamaño es fundamental para la sostenibilidad.