EDITORIALA
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Nueva lección irlandesa: los enemigos de la paz no descansan

La detención de Gerry Adams, prorrogada al menos hasta esta tarde, seguro habrá sorprendido e irritado a todos los agentes que han apoyado el proceso de paz irlandés, no solo en la isla sino también en Europa y en Estados Unidos. Cuando el líder republicano acudió el miércoles por voluntad propia a una comisaría no entraba en la agenda de nadie que llegado el fin de semana permaneciera cautivo para ser interrogado por unos hechos ocurridos en 1972, sobre los que siempre se ha mostrado dispuesto a testificar y con los que ha negado cualquier tipo de vinculación. No entraba en la agenda de nadie... que no lo hubiese programado.

Porque el arresto del presidente de Sinn Féin es una maniobra premeditada y planificada, que quizás podría perjudicar las aspiraciones electorales de ese partido -está por ver-, pero que tiene implicaciones muchísimo más graves pues constituye un ataque a todo lo construido desde los acuerdos de Viernes Santo. Han pasado 16 años desde aquel hito histórico, y ha sido mucho lo que se ha avanzado desde entonces en la consecución de la paz, y aunque en el camino ha habido altibajos constantes, en las últimas semanas se han acentuado los movimientos dirigidos a hacer zozobrar un proceso que visto desde fuera podía parecer que estaba definitivamente asentado. Salta a la vista que no es así.

Siempre ha habido sectores opuestos a los acuerdos que pusieron fin a la confrontación armada en los seis condados del norte, sobre todo entre el unionismo y en ámbitos ligados a la administración británica, como las fuerzas de seguridad -antes RUC, hoy PSNI- y el Ejército. En el espacio republicano también existen nostálgicos y disidentes que, en una confluencia de intereses bastardos, pueden llegar a facilitar la detención del líder más emblemático de la comunidad republicana.

Crisis y falta de liderazgo

Los principales peligros para el proceso siempre han provenido del unionismo político y armado, y en ese bando han de contarse quienes dentro de la Policía norirlandesa mantienen una actitud sectaria para con la comunidad republicana. Son los denominados «securócratas». Al parecer, la controversia generada en torno a los testimonios recabados por el Boston College de parte de protagonistas directos del conflicto, la mención interesada de Adams por parte de un exmilitante del IRA opuesto al proceso, y la buena fe del dirigente de Sinn Féin, dispuesto a declarar pese al sesgo político y electoral de esta pesquisa, han propiciado esta maniobra vengativa e irresponsable.

Sin embargo, la detención de Gerry Adams, que debería suponer además un conflicto diplomático en tanto en cuanto es también diputado en el Parlamento del sur, es un hecho demasiado grave para que solo pueda atribuirse a un puñado de policías con añoranza del pasado. Seguramente también responde a la situación existente en el norte de Irlanda, particularmente convulsa en el mundo unionista, donde se han reproducido luchas intestinas comunes en otros tiempos, con duros enfrentamientos entre facciones rivales, altercados con la excusa más peregrina y un liderazgo político cada vez más en entredicho -a diferencia del de Adams, el liderazgo de Peter Robinson es débil y cuestionado-. A esto hay que sumarle las consecuencias de la crisis económica y un desencanto social cada vez más extendido en una parte de la población que se creía dueña de la región y, de hecho, así lo ha sido durante décadas. Todos estos factores han permitido que proliferen mensajes cada vez más violentos, que ponen en cuestión el propio proceso y a los que no se ha puesto coto ni desde Stormont, ni desde Dublín ni desde Londres. Al contrario, a veces han alentado actitudes peligrosas, como la de revisar compromisos adoptados en torno a presos políticos y huidos republicanos. Es este ambiente el que algunos han aprovechado para golpear al proceso de paz en la persona de Gerry Adams, uno se sus símbolos.

Frivolidad ante una ocasión histórica

Euskal Herria lleva años mirándose en el espejo irlandés tratando de extraer enseñanzas para su propio camino hacia la solución de conflicto, y de este lamentable episodio también puede sacar una lección: los enemigos de la paz nunca descansan. Una constatación que los agentes sociales y políticos vascos deben tener muy en cuenta cuando en este país el proceso es todavía incipiente. Es cierto que existe una oportunidad histórica, pero la situación está lejos de tener la solidez irlandesa; de hecho, aquí ni siquiera puede decirse que haya paz, pues una de las partes mantiene su estrategia violenta. Y si en Irlanda la paz tiene poderosos adversarios, los que soporta nuestro pueblo no lo son menos.

La paz es un bien muy frágil que hay que alimentar cada día. Dar por hecho que existe sin hacer nada por seguir asentándola hace posible situaciones de peligro como la que están viviendo ahora en Irlanda. Por eso es tan importante evitar la ansiedad y priorizar la firmeza de cada paso sobre la velocidad. Por eso es primordial intentar garantizar la irreversibilidad de lo avanzado, que no haya vuelta atrás. Esto es algo que deberían tener en cuenta quienes trabajan porque el proceso vasco llegue a buen puerto, pero que también deberían entender quienes de forma frívola actúan como si ya no hubiera nada que trabajar en esta materia y se obsesionan en ámbitos tan dados a la polémica estéril como el del relato, totalmente fuera de lugar cuando no solo no han sanado las heridas sino que algunas siguen sangrando.