Kerman Orbegozo Uribe
Parlamentario de EAJ-PNV
KOLABORAZIOAK

Por la fuerza de la razón

La nación española no ha sido, ni es, ni será única e indivisible. La historia lo viene demostrando y no se puede utilizar para impedir que las diversas naciones decidan democráticamente su futuro

En Semana Santa he tenido la oportunidad de visitar a unos amigos que trabajan en Chile. Era un país totalmente desconocido para mí y estaba emocionado por la idea de conocerlo aunque fuera por unos poquitos días.

Cuando llegamos a Santiago me impresionó su extensión, sus altísimos rascacielos compitiendo con las elevadas cumbres nevadas que rodean la ciudad, el ajetreo de gente, el bullicio de sus calles y el patriotismo de los chilenos. Me llamó la atención la cantidad de banderas que ondeaban en lo más alto de los cerros, edificios, balcones, coches e incluso en muchas motocicletas.

Me llamó la atención, especialmente, porque mi visita coincidió con la celebración del Aberri Eguna en Euskadi. Ese día subimos al Cerro de San Cristóbal porque nos habían comentado que un poquito antes de la imponente imagen de la Virgen María hay una pequeña plaza llamada Euzko Enparantza, en la cual el año 1931 un grupo de vasco-chilenos plantaron un retoño del árbol de Gernika, que 83 años más tarde se ha convertido en un hermoso roble sano y fuerte.

Realmente encontrar ese rincón fue algo que me emocionó profundamente al estar a miles de kilómetros en un día tan significativo para mí. Intenté ponerme en la piel de todas esas personas que algún día tuvieron que partir lejos de Euskadi. Lo doloroso que debe ser dejar atrás a tus seres queridos, costumbres, idioma... Y, pese haber pasado tantos años y estar tan lejos, esas personas eran capaces de seguir amando a Euskadi y de no olvidar sus raíces. Me sentí tremendamente orgulloso de celebrar el Aberri Eguna en un sitio tan especial.

Cuando cogimos el vagón para descender leímos una frase que no me puedo quitar de la cabeza. La había visto en el emblema de una bandera de Chile que ondeaba en lo alto del cerro: «Por la razón o la fuerza». Después de darle vueltas a su significado, me conecté a internet para googlear su significado.

Lo primero que encontré explicaba que «Por la razón o la fuerza» es la enseña del Escudo Nacional y el lema patrio de Chile. Al parecer, se remonta a la época de su independencia y expresa la determinación de los «patriotas Chilenos» en que su país iba a avanzar en su propia identidad autonomista o independentista, mediante la razón o el ejercicio de la fuerza si fuese necesario.

Me impresionó su significado y despertó una tremenda curiosidad por conocer cómo había sido el proceso de independencia de Chile. Descubrí que se inició el año 1810 con la celebración de la primera Junta Nacional de Gobierno. Fueron ocho años de durísimos enfrentamientos con aquellos que defendían la pertenencia a España hasta que el año 1818 Chile declaró definitivamente su independencia. Pude conocer la existencia, incluso, de un primer texto constitucional chileno aprobado ya en 1812 y reflejo del movimiento emancipador.

Tras leer todo eso, había algo que no me cuadraba. Todos hemos oído el «Viva la Pepa» en relación con la Constitución española de 1812. Por curiosidad, localicé su texto. Me pareció interesante qué era lo que sobre la nación española decía aquella primera constitución española y que coincidía cronológicamente con los primeros pasos de la independencia de Chile.

A todo esto, unos días antes, algunos compañeros del Parlamento Vasco habíamos reflexionado sobre el significado del texto constitucional español actual cuando afirma que la soberanía nacional reside en el pueblo español y que la Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles.

Lo primero que me sorprendió en el texto de 1812 fue que afirmaba que la Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios. Y que la soberanía reside esencialmente en la Nación. Además, describe el territorio Español y lo divide entre la península; la América Septentrional y todas las islas adyacentes en el mar Pacífico y en el Atlántico; en el Asia y las islas Filipinas. Por lo tanto, en 1812, desde el punto de vista de los que redactaron la Constitución, los habitantes de todos esos territorios constituían la Nación española, y entre los cuales, claro, estaba incluída Chile. Sin embargo, Chile, entre otros, ya había iniciado su proceso para independizarse de España, e incluso ya había creado sus propias instituciones y redactado su Constitución.

En ese momento pensé cuánto me gustaría poder viajar 200 años atrás y conocer las discusiones que se daban en aquella época entre los partidarios y detractores de la independencia de Chile. No sé por qué, pero imagino que en esencia no serían muy diferentes a las actuales. Desafortunadamente, en aquella época ambas partes se vieron empujadas a emplear la fuerza para defender sus ideas. Quizás por eso, para que las futuras generaciones recordaran el enorme sacrificio que supuso luchar por su independencia, aquellos primeros chilenos libres adoptaron el lema: «Por la razón o la fuerza».

De la lectura de esos textos, la conclusión que saqué es que hace 200 años todo lo que se encontraba bajo el dominio del Imperio Español era la nación española. El Imperio era la nación. Ahora, dos siglos más tarde, hay quien se empeña en llamar nación española a los restos de lo que fuera aquel imperio. Pero lo cierto es que siguen existiendo en España naciones a las que se les niega su existencia y el derecho a expresar democráticamente su voluntad política. Exactamente igual que lo que ocurría con todos esos países en la constitución española de 1812. La nación española no ha sido, ni es, ni será única e indivisible. La historia lo viene demostrando y no se puede utilizar como pretexto para impedir que las diversas naciones puedan decidir democráticamente su futuro.

Personalmente, no comparto la expresión «por la razón o la fuerza». Muy al contrario, creo que en 2014 todas las aspiraciones políticas deberían poder ser realizables por «la fuerza de la razón».