Alain JEAN-ROBERT (AFP)
Elecciones europeas

La ultraderecha busca conquistar la eurocámara

Partidos europeos de ultraderecha cuentan con las elecciones del 25 de mayo para unirse y potenciar el mensaje de que la Unión Europea es «un monstruo político». Se trata de un fenómeno que va mucho más allá del Frente Nacional de Le Pen y la UKIP de Farage, y que tiene la guerra a la inmigración como estandarte.

En el Estado francés, Gran Bretaña, Dinamarca, Finlandia, así como en Holanda, Austria o Hungría, los partidos antieuropeos, que anclan su discurso político en un regreso a la soberanía perdida y que señalan la inmigración, el euro o la globalización como fuente de todos los males, podrían terminar en primer o segundo lugar en estos comicios europeos.

En Alemania, incluso el partido Alternativa para Alemania (AfD), que pide el abandono del euro, puede obtener algunos escaños. Y el neonazi NPD (Partido Nacionaldemócrata de Alemania) espera enviar al menos a un eurodiputado al Parlamento Europeo.

Las encuestas pronostican que los partidos antieuropeos lograrán entre 100 y 200 puestos en el Parlamento, sobre un total de 751 escaños.

El Partido de Independencia de Gran Bretaña (UKIP), liderado por Nigel Farage, podría obtener un tercio de los 73 asientos reservados a los diputados británicos, según los sondeos de intención de voto, misma proporción que podría alcanzar el Frente Nacional francés, de Marine Le Pen, de las 74 que reservadas al Estado francés.

En República Checa, Dinamarca, Austria, Lituania, Hungría y Finlandia, los partidos eurofóbicos también pueden alcanzar buenos resultados.

«La subida de los euroescépticos podría ser más peligrosa que la emergencia del Tea Party en Estados Unidos», estima Mark Leonard, del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores. «Podría llevar a un extraño espectáculo de un Parlamento que se odia a sí mismo, que básicamente busca asegurar su propia abolición», añade.

Con el desempleo alcanzando picos históricos en la historia del bloque, en particular entre los jóvenes, de los que solamente uno de cada dos o tres trabaja en numerosos países, el entusiasmo europeísta vacila. «No hubo una respuesta satisfactoria a la globalización», sostiene Jean-Dominique Giuliani, al frente de la Fundación Robert Schuman. «Cuando no hay una explicación política a lo que sucede en el mundo, es muy difícil explicar la relevancia de Europa», estima.

Estos comicios «pueden ser el comienzo de un voto de protesta en dirección al corazón de la decisión europea», sostiene Martijn Lampart, del Instituto de investigación holandés Motivaction.

Extremas divisiones

En noviembre pasado, siete partidos euroescépticos se reunieron en Viena y anunciaron haber alcanzado un acuerdo para formar un grupo parlamentario después de las elecciones. El Frente Nacional francés, el Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), el Partido de la Libertad (PVV) holandés, el belga Vlaams Belang (VB, Interés Flamenco), la Liga Norte italiana, el Partido Nacional Eslovaco (SNS) y el Demócratas de Suecia (SD) cuestionan a la UE tal como funciona en la actualidad, pero no son unánimes a la hora de rechazar la idea europea. Algunas de estas formaciones son nacionalistas, otras defienden un regreso a la soberanía nacional y otras son claramente regionalistas.

A dos semanas de las elecciones, no se sabe muy bien si ese esbozo de alianza sigue en pie. La gran dificultad para estos partidos antieuropeos será la de «hallar una línea política común», pronostica el politólogo Jean-Yves Camus.

Los partidos ultras ya cuentan en el Parlamento Europeo con una plataforma común, la Alianza Europea por la Libertad (AEL). Su objetivo es el regreso a una Europa de naciones y a las monedas nacionales. Pero más allá de esta premisa, las coincidencias no son siempre fáciles de hallar entre, por ejemplo, el PVV holandés, atlantista y proisraelí, y el FPO o el FN.

Asimismo, si el FN y la Liga Norte hicieron de la salida del euro una de sus muletillas de campaña, no es el caso del FPO, que privilegia la crítica a la burocracia de Bruselas, en donde se encuentran las sedes de las instituciones europeas.

En tanto, el SD sueco duda sobre unirse a un futuro grupo, mientras que en Eslovaquia, el SNS no está seguro de enviar a diputados al Parlamento. Lo mismo sucede con el Jobbik, de Hungría, nacionalista y tildado de antisemita, o Amanecer Dorado, de Grecia, neo-nazi autodeclarado pero cuya participación electoral ha sido avalada por el Constitucional griego en el último minuto (hay un proceso judicial abierto que podría llevar a su ilegalización). El FN, que intenta purgar su herencia antisemita, no quiere alianzas con ellos, así como el UKIP, que los considera infrecuentables.

«Habrá un arco iris de euroescépticos de colores variados en el próximo Parlamento ¿Será suficiente para formar una minoría de bloqueo? No lo sé. Lo dudo», dijo el líder de UKIP, Nigel Farage, a France-Presse. «Pero seguramente será un Parlamento Europeo más interesante», considera.