Carlo Frabetti
Escritor y matemático
KOLABORAZIOAK

El gran retrato Proyecto Cerebro Humano y futuro de la neurociencia

Las posibilidades son ilimitadas. Y los problemas éticos y filosóficos implicados en estos proyectos no son de menor envergadura que sus logros potenciales

Nunca había habido en el mundo nada semejante, que fuera a la vez montaña, fortaleza, laberinto, castillo y selva, y en cuyos innumerables recovecos de intrincadas formas se multiplicaran resonancias jamás oídas», dice Dino Buzzati en su visionaria novela «El gran retrato» (1960), refiriéndose a una gigantesca máquina en la que un doctor Frankenstein de la informática intenta reproducir la mente de su esposa muerta. Pero la frase bien podría referirse al propio cerebro humano, cumbre de la evolución, castillo y fortaleza de la mente, laberinto de innumerables recovecos e intrincada selva en la que a menudo nos extraviamos.

Hace solo cincuenta años, la posibilidad planteada por Buzzati parecía una quimera inalcanzable, una alegoría filosófica más que un relato de anticipación; pero según algunos investigadores, un «gran retrato» fidedigno de la mente humana podría estar listo para la próxima década.

Deep Blue, el superordenador ajedrecista que en 1996 derrotó a Kaspárov, fue la primera prueba irrefutable de que una máquina podía realizar funciones mentales al más alto nivel, y, en la misma línea, el Proyecto Cerebro Humano (HBP, según las siglas en inglés) pretende realizar una simulación informática completa, no ya de una función determinada, sino del funcionamiento cerebral en su totalidad.

El HBP prolonga los trabajos del «Blue Brain Project« (Proyecto Cerebro Azul) de la Escuela Politécnica Federal de Lausana, en Suiza, iniciados en 2005 bajo la dirección de Henry Markram. En los últimos años, el HBP ha desarrollado las herramientas necesarias para construir modelos cerebrales de cualquier especie animal en cualquier fase de su desarrollo, y ya se ha conseguido reproducir satisfactoriamente una columna neocortical, uno de los bloques fundamentales de la arquitectura cerebral. La idea general es que en el HBP se fusionen los conocimientos biológicos acumulados en las últimas décadas con los recursos informáticos más avanzados para realizar un mapa detallado y operativo de los circuitos cerebrales.

La complejidad de la tarea es enorme. En el cerebro humano hay unos 89.000 millones de neuronas, cada una de las cuales se conecta con al menos otras mil, con un total de unos 100 billones de conexiones en el cerebro adulto (en el cerebro infantil pueden llegar a los 1.000 billones, pero van disminuyendo con el paso del tiempo hasta estabilizarse en la madurez). Y el presupuesto del colosal proyecto no es menos impresionante: del orden de los miles de millones de euros. Pero los beneficios para la neurociencia, la medicina y la propia informática son incalculables. Entre otras cosas, en el cerebro virtual se podrían simular trastornos como el Alzheimer y experimentar en un tiempo mínimo todo tipo de tratamientos.

El HBP no es una iniciativa aislada. En Londres, el Proyecto Conectoma Humano en Desarrollo, que tienen una duración prevista de seis años, planea obtener imágenes por resonancia magnética (IRM) de los cerebros de quinientos fetos en el tercer trimestre de embarazo, así como de los de mil bebés a los pocos días de nacer. A algunos de estos niños se los escogerá por tener un pariente próximo con autismo, y al cabo de unos años se podrán comparar las IRM de los niños autistas con las de los demás. Y el Instituto Allen de Ciencia Cerebral de Seattle (EEUU) también está desarrollando mapas tridimensionales que combinan datos de la actividad genética con detalles estructurales del cerebro humano y de otros animales, y ha presentado su propio proyecto para estudiar el cerebro humano en desarrollo mediante el examen de la estructura celular y la organización de la actividad genética en cerebros fetales post mortem.

Las posibilidades son ilimitadas. Y los problemas éticos y filosóficos implicados en estos proyectos no son de menor enver- gadura que sus logros potenciales. La última frontera está en nuestro interior.