EDITORIALA
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La normalidad de un canje de prisioneros

El canje de prisioneros es un hecho aparentemente insólito en la historia reciente y la política exterior de EEUU. Según su doctrina oficial, «no se negocia con terroristas» y hacerlo es pagar un precio excesivo, establece un peligroso precedente que significa alentar futuros secuestros de soldados y ciudadanos estadounidenses. En un giro radical, el presidente Obama ha dado luz verde al canje de cinco comandantes afganos prisioneros en Guantánamo por un soldado que fue secuestrado hace cinco años. Con la intermediación de Qatar, tras un proceso de negociación largo, intermitente e indirecto, las fuerzas especiales recogieron al soldado en la frontera entre Afganistán y Pakistán mientras los cinco mulás talibanes dejaban Guantánamo tras diez años de cautiverio rumbo a la pequeña península del Golfo Pérsico donde se reunieron con sus familiares.

Como era de esperar, la lucha sobre el soldado Bowe Bergdahi empieza ahora. Los republicanos no han esperado que remitiera el entusiasmo por la vuelta a casa del último prisionero de guerra de EEUU para clamar al cielo y hablar de traición. Pero la realidad es que en pleno proceso de retirada de Afganistán, en una guerra que no han podido ganar militarmente y con una insurgencia que ha demostrado una gran capacidad de resistencia y de iniciativa, solucionar la suerte del soldado Bergdahi era obligado para Obama. Está por ver el impacto, si tiene alguno, de este canje celebrado como una victoria por los talibanes en el proceso de diálogo en Afganistán. Está por ver también hasta dónde es utilizado en la estrategia de acoso y desgaste de los republicanos.

Lo que ha quedado claro, por si no lo estaba ya tras ejemplos como el canje de mil prisioneros palestinos por el soldado israelí Gilad Shalit, es que el mantra de «no negociar con terroristas» es sencillamente un oximorón. ¿Con quién se negocia entonces? ¿Con los amigos? Con estos se tiene intereses comunes, es con los enemigos con los que la negociación cobra todo su sentido. Hacerlo así, por encima de poses de intransigencia y de supuesta firmeza, es la forma más efectiva y racional de afrontar los problemas y evitar sufrimientos.