Ion SALGADO
Histórica cadena humana por el derecho a decidir | Errepidean

Una serpiente azul de 123 kilómetros cruzó pueblos, puertos y polígonos

Era todo un desafío logístico en un formato inédito en Euskal Herria. Las incógnitas se despejaron a las 12.00, cuando una serpiente de 123 kilómetros, con predominio del color azul representativo de la iniciativa Gure Esku Dago, se extendió por el centro del país. Así se vivió desde dentro, a pie de asfalto.

Euskal Herria acogió ayer una gran fiesta a la que asistieron más de 150.000 personas. Pero este evento no se celebró en un estadio de fútbol, ni en las campas aledañas a un aeropuerto. La cita, organizada para reivindicar el derecho a decidir de la ciudadanía vasca, tuvo lugar en las carreteras que separan Durango e Iruñea. Dos localidades que durante media hora, desde las 12.00 a las 12.30, estuvieron conectadas por una cadena humana de 123 kilómetros. Fue una interminable serpiente azul, color característico de la iniciativa Gure Esku Dago, en la que se abrazaron manos, miradas y sonrisas.

La cadena humana estuvo precedida de una movilización sin precedentes en la historia de Euskal Herria. Un desafío logístico que comenzó a eso de las 8.00, cuando partieron los primeros autobuses desde Bilbo, Gasteiz, Donostia, Barakaldo e Irun, entre otros municipios. Estos vehículos acercaron a un nutrido grupo de «eslabones» a las carreteras por las que transcurrió la cadena. Así, ciudadanos procedentes de la capital alavesa fueron trasladados a Sakana, vecinos y vecinas de Bilbo viajaron a Gipuzkoa, y muchos donostiarras se desplazaron hasta Irantzu y Arakil. Algo parecido ocurrió con los residentes en Leoia, Ondarroa y Lekeitio, que unieron sus manos en Elorrio; o con los irundarras, que cerraron la cadena a su paso por Itza.

Al llegar al punto kilométrico asignado, los participantes en la cadena echaron mano del ingenio para pasar el rato de la mejor manera posible. En Arbizu, por ejemplo, los bares se convirtieron en el refugio perfecto para los forasteros, que disfrutaron de un buen almuerzo a base de pintxos de tortilla y txistorra. Un lujo gastronómico del que no pudieron disfrutar las personas que aguardaron a la creación de la cadena en un puerto de montaña o en un polígono industrial, lejos de los núcleos urbanos.

En estos casos, las neveras portátiles y las sombrillas se convirtieron en dos aliados excepcionales para combatir las altas temperaturas. A este respecto, conviene recordar que, a mediodía, las termómetros se acercaban a 30 grados centígrados en muchos rincones del interior de Euskal Herria. Este calor, más propio del mes de agosto que de primeros de junio, se cebó con aquellos que secundaron la convocatoria de Gure Esku Dago sin una gorra, una gafas de sol y un bote de crema protectora, tal como había recomendado días antes la organización.

Los «imprudentes» se tuvieron que cobijar bajo la sombra de los arboles, que ayer lucían engalanados con ikurriñas, senyeras, banderas en defensa de los derechos de los presos y presas vascas, o con estandartes procedentes de lugares tan dispares como Palestina, Sahara o Nevada. La propietaria de esta última bandera indicó que había sido enviada por unos euskaldunes residentes en este estado norteamericano. «Les hemos dicho que estarán con nosotros gracias a esta bandera», explicó a GARA.

Campas como lienzo

Las campas también se convirtieron en lienzos de grandes dimensiones, ya que muchos aprovecharon el día para dibujar y escribir mensajes que solo eran apreciables a vista de pájaro. El icono más repetido fue la mano de Gure Esku Dago, que compartió protagonismo con eslóganes en defensa del derecho a decidir y en solidaridad con los represaliados. En Goierri, por ejemplo, los segalaris cortaron la hierba de una campa donde se podía leer «Erabakitzeko eskubidea». Este mensaje se repitió en Udalaitz

A las 11.30 el sonido de los txistus y las trikitixas animó el ambiente en algunas partes del recorrido, como fue el caso de Sakana, donde se realizaron varios desfiles de gigantes y cabezudos. Esa animación callejera calmó la tensión patente en el rostro de los organizadores, que aprovecharon los últimos minutos para reiterar las indicaciones dadas con anterioridad a los asistentes.

A falta de diez minutos para el medio día, las cuadrillas y las familias guardaron las sillas de playa y se repartieron por los arcenes para dar forma a la cadena humana. En casi todas las localidades vascas ya se había ensayado en los últimos meses esta forma simbólica de unión. Como destaca Gure Esku Dago, lo realmente importante de esta dinámica ni siquiera es el día de ayer, sino todo el camino realizado hasta ahora acercando entre sí a gentes diferentes.

La unión de estas personas se anunció a viva voz o con el toque de un cuerno, que alertó a los asistentes del inicio de la cadena. A partir de ese momento, la serpiente azul adquirió vida y comenzó a serpentear por la calzada. La euforia se dilató durante 30 minutos. Media hora intensa en la que los participantes repitieron una y otra vez las olas y lanzaron gritos como «Independencia».

Muchos se mantuvieron enlazados también después, como si quisieran prolongar la energía generada por una cadena que queda grabada en sus mentes y refuerza la voluntad colectiva.