Iñaki IRIONDO
Ponencia de autogobierno

Clase magistral de Koldo Saratxaga en territorio ajeno

Koldo Saratxaga defendió ayer ante la Ponencia de Autogobierno la educación como pilar de cambio, los criterios sociales y medioambientales como eje de actuación y la libertad personal como garantía de la soberanía del país. Y, además, les lanzó a sus señorías un par de dejadas al ancho.

Salta a la vista que Koldo Saratxaga, fundador de NER (Nuevo Estilo de Relaciones) Group, está acostumbrado a explicar en público sus convicciones y su experiencia. Tan evidente como que la anquilosada maquinaria parlamentaria no está preparada para recibirlos. Relojes tasando tiempos de intervenciones, turnos de palabra... Ayer lo pertinente era quitarse las chaquetas, apartar la enorme mesa de la sala de comisiones y entrar en el cuerpo a cuerpo para exprimir los conocimientos de un hombre con cuyas ideas se podrá estar o no de acuerdo, pero al que avalan los resultados. E intentar ver cómo se puede adaptar eso a la administración pública. Pero sus señorías son políticos y el mero hecho de que Saratxaga mentara la palabra «soberanía» ya decantó algunas intervenciones.

Saratxaga compareció en la Ponencia de Autogobierno a propuesta de EH Bildu y su intervención estuvo lejos de los parámetros habituales en el lugar. Por ejemplo, frente a los criterios jurídicos sobre lo que permite o no la norma, planteó el «sentido común» y atender a los deseos mayoritarios de la sociedad. Abogó por la educación, que da libertad al individuo (cada uno es distinto del resto) para sobreponerse al culto al dinero y al miedo que domina el mundo actual. Y esas personas libres, maduras, conscientes y participativas son las que pueden ser soberanas y a las que hay que dar confianza con transparencia y consultarles sobre las cuestiones de calado estratégico.

Saratxaga defendió «la soberanía educativa (es el futuro de un país), soberanía financiera (básica para crear el país que se decida, ¿qué interés tiene para los ciudadanos tener sus ahorros en lugares opacos y que, además, no responde a sus necesidades?), soberanía alimentaria (en Euskadi el 90% de los alimentos proviene de una media de 5.000 km y no hay ningún poder de cambio), soberanía social y de la salud (definir claramente la situación y objetivos sociales que queremos y que dejen de ser una consecuencia de lo posible)... Es decir, soberanía como país».

Insistió en la necesidad de invertir en lo social y en educación y pidió que no se compare nuestra situación con la de Castilla o Bélgica, sino con nuestra potencialidad. Recordó a los políticos que no se puede estar pidiendo constantemente innovación a la empresa mientras las instituciones permanecen anquilosadas.

Y les tiró de las orejas al recordarles que hay líderes que suspenden en valoración social en cada encuesta, y que se empeñan en seguir en su puesto. «Eso en una empresa sería imposible», aclaró. Por eso les pidió cierto orgullo propio y que «escuchen al cliente (sociedad)».

No está claro que sus señorías entendieran su intervención. Ninguno le preguntó cómo podían trasladarse sus experiencias, en un ámbito más o menos grande pero tan acotado como una empresa, al gobierno (en el más amplio sentido de la palabra) de todo un país.