Carlo Frabetti
Escritor y matemático

El caminante, su sombra y el camino (A propósito del nuevo libro de Alfonso Sastre)

Alfonso Sastre acaba de cumplir 88 años (qué bella cifra: dos infinitos puestos en pie) y acaba de publicar un nuevo libro. Cabría suponer, dada la avanzada edad del autor, que se tratara de un libro retrospectivo o antológico, reposado y un tanto melancólico, escrito desde la tranquilidad de un merecido retiro y con la mirada vuelta hacia atrás.

Pues no, nada de eso: “¿Hacia un socialismo de las multitudes?” (Editorial Hiru, 2013) es un libro «desatado» (en el sentido cervantino del término), con los ojos –muy abiertos– puestos en el presente más vivo y en el futuro más próximo, un libro que parece escrito a pie de calle. Y en cierto modo así es, pues aunque el Sastrecillo Valiente (1) ya no esté en las condiciones físicas más idóneas para corretear por las calles, se asoma a ellas continuamente por las ventanas digitales y escucha con la mayor atención lo que se dice –y lo que se grita– en ellas.

El propio Sastre considera su libro un cuaderno de viaje; un viaje en el que acompaña en su agitada andadura a los movimientos sociales más recientes, como el 15-M, y en el que dialoga con su sombra sobre lo que el viaje le revela; es decir, un viaje en el que el caminante, machadiana y dialécticamente, hace camino al andar y nos invita a acompañarlo en su caminata constructora.

Sin perjuicio de dedicarle un artículo más extenso a este libro iluminador, siento la necesidad de proponérselo cuanto antes a sus lectoras y lectores potenciales, que son, ni más ni menos, todas las personas indignadas por este brutal atropello de los ricos a los pobres al que llaman crisis; de ahí esta breve nota apresurada, en la que solo señalaré que Sastre saluda en la «gente» (la gente cada vez más variada y numerosa precarizada –proletarizada– por un capitalismo cada vez más depredador) al nuevo y esperanzador sujeto revolucionario, y que articula alrededor de esta sencilla idea un discurso tan esclarecedor como propositivo. Cito las últimas líneas del libro: «Apostamos, pues, en suma, por un espíritu cooperativo y comunitario como organizador de la vida económica, y esperamos que al final de esta apuesta esté la salida del túnel hacia el alba de una vida nueva en la que [como dice Cervantes por boca de don Quijote] vuelvan a ‘ser ignoradas las palabras tuyo y mío’ y el comunismo deje de ser una fábula o un sueño».

Se lamentaba Bernard Shaw de que un tesoro tan grande como la juventud estuviera en manos de unos niños. Pero no siempre es así: en algunos casos, aunque por desgracia muy poco frecuentes, la energía y la combatividad de la juventud siguen vivas en mujeres y hombres de edad avanzada, formando con la sabiduría acumulada por los años una alianza invencible; Eva Forest nos lo mostró y demostró de forma luminosa, y Alfonso Sastre sigue demostrándolo cada día y con cada nuevo libro.

Dicen que dijo Churchill que quien no es comunista a los veinte años no tiene corazón y quien sigue siéndolo a los cuarenta no tiene cerebro. Y, una vez más, la verdad hay que buscarla en lo contrario de lo que dicen los lacayos del poder: quien no es revolucionario en su juventud no tiene cerebro, puesto que es la pura lógica la que nos hace ver que el capitalismo es una aberración; y quien deja de serlo en la edad madura no tiene corazón (o agallas), pues son el egoísmo y el miedo los que nos alejan de la lucha. Congratulémonos de que el mejor cerebro y el mejor corazón (junto con un par de agallas indoblegables) se hayan dado cita en el mejor escritor vivo de la lengua castellana.

 

(1) Como dije en un artículo ( http://www.rebelion.org/noticia.php?id=10932): “No me atrevería a llamarlo Sastrecillo si no fuera porque él mismo, en uno de sus memorables diálogos con su sombra, se autodenomina así. Para calificarlo de valiente, sin embargo, no necesito su permiso (no me lo daría, teniendo en cuenta su modestia radical): durante medio siglo ha demostrado el más alto grado de valor en todas las acepciones del término y en las circunstancias más adversas, y no hay nadie que pueda negarle ni disputarle un adjetivo que, en su caso, ha adquirido consustancialidad de epíteto, de apellido moral”.

 

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