Joseba Permach
Militante de la Izquierda Abertzale

La oposición se atrinchera en Gipuzkoa

Hay que tapar, como sea, el despilfarro sin justificación en Bidegi, las liquidaciones escandalosas de obras, los favores inconfesables, las maniobras en Kutxa y Kutxabank...

La oposición en Gipuzkoa suma y sigue en la campaña que comenzó el día siguiente a las elecciones que dieron una victoria contundente a Bildu. Recordemos los datos: Bildu, 22 junteros; PNV, 14 junteros; PSE, 10 junteros; PP, 4 junteros y Aralar, 1 juntera. Eso es lo que hubo y hay. Es bueno recordarlo.

El triunfo de la propuesta de Bildu, indiscutible a la luz de los fríos datos electorales, desconcertó a los responsables de los gabinetes de estrategia de los partidos perdedores. Desconcertados, sin duda, porque la sociedad de Gipuzkoa había elegido el cambio. Un cambio en las formas de gobernar; un cambio por la transparencia en las cuentas públicas; un cambio por la austeridad de la clase política y en las prioridades del gasto con el dinero de todos y todas. Un cambio, en definitiva, que la mayoría entendía necesaria.

No es descabellado asegurar que el voto masivo a Bildu se atragantó a quienes habían confundido a Gipuzkoa con un corral que les pertenecía en exclusiva y cuyos recursos podían destinar a engordar las cuentas de los amigos (¿conocen los nombres? Si no, pregunten). Se les atragantó la voluntad popular a quienes veían derrumbarse en las urnas a ídolos de barro que habían alcanzado tal grado de soberbia que se creían dueños y hasta propietarios de pueblos y ciudades de Gipuzkoa. Y, cómo no, a quienes la fobia a todo aquello que llevara apellidos como izquierda, abertzale o soberanista les llevaba a murmurar: «Para esto no ganamos una guerra». Y así están desde aquella víspera de San Juan de 2011. Juntos y cada vez más revueltos PNV, PSE y PP.

Los nacionalistas que nunca optan por la soberanía; los socialistas que nunca se casan con los trabajadores y los fieles herederos de Fraga, el preferido de Franco. Y sólo desde esa suma de frustraciones y resentimientos se entiende el cúmulo de despropósitos y actuaciones tragicómicas -tal vez patéticas sea un término más preciso- que vienen protagonizando desde aquel verano de 2011.

Primero dieron la voz de alarma porque los empresarios guipuzcoanos iban a huir en masa a territorios vecinos que, ¡oh, casualidad! gobernaban ellos. No sucedió, primer fallo.

Luego le tocó el turno al diputado General, al que zarandearon como a un muñeco de pim-pam-pum por palabras que no dijo. Lo sabían, pero la mentira servía para hinchar un globo que se desinfló cuando tuvieron que acudir a las Juntas Generales. Luego, el silencio y las disculpas por lo bajini.

También utilizaron la maledicencia, rayana en la difamación, de la portavoz del Gobierno Foral por asuntos personales absolutamente transparentes, de una honradez sin tacha.

La lista de despropósitos ocuparía más folios de los que puede soportar un artículo. Bastará, tal vez, con recordar los famosos «censos» -inexistentes- sobre euskaldunes o inmigrantes. O las alocadas reacciones a la Declaración de Aiete y el firme compromiso del Gobierno Foral de Bildu con la normalización política, la paz, el reconocimiento del sufrimiento de todas las víctimas y la necesidad de resolver la situación de las presas y presos políticos vascos. Todo ello, en un tratado, podía estudiarse en una Facultad de Periodismo. En la Cátedra «Joseph Goebbels», sin duda. Aquel nazi que consagró que una mentira repetida mil veces termina por convertirse en verdad. Pero, como dicen los publicistas, huele a campaña. Y ahora todo vale.

Hay que tapar, como sea, el despilfarro sin justificación en Bidegi (900 millones de euros de deuda, 400 de ellos firmados a un mes de las elecciones), las liquidaciones escandalosas de obras licitadas en 100 y liquidadas a 160; los favores inconfesables, los mercedes en Hacienda para unos pocos; las maniobras impresentables en Kutxa y Kutxabank -con evidente perjuicio para Gipuzkoa, a mayor gloria de Sabin Etxea-. Y, como dicen los catalanes: a mas, a mas.

Y como huele a elecciones, los estrategas que se quedaron mirando al dedo y no a la luna la noche de las elecciones, han elegido argumento para la campaña: Los residuos. Lo que llaman basura, por decirlo fácil.

Los del PSE-PSOE no pueden negar que hoy en día no hay incineradora porque ellos se negaron en redondo. Y, en ese trance, optan por protagonizar escenas y dar gritos antes las cámaras. Tampoco les gusta recordar que el alcalde que creían vitalicio defendió con ardor la recogida puerta a puerta en Donostia -el demonizado Atez ate- ni mucho menos que el PSOE de Nafarroa repudia la incineradora y que el PSOE de Madrid apuesta, ahora mismo, por el sistema de recogida puerta a puerta.

¿Y el PNV? Los que apostaron por incinerar 400 millones de euros a sabiendas de que eran absolutamente inútiles, se aferran a sus inconfesados compromisos para votar una cosa en Bruselas -no vaya a ser que les saquen los colores en Europa- y organizar una campaña de desconcierto en Euskal Herria. Saben que si seguimos las directivas europeas, no hay incinera- dora que valga. Saben que el objetivo europeo hace inviable ese horno nocivo, caro y contaminante. Saben que en Bizkaia, donde gobiernan, no saben qué hacer con los residuos tóxicos de Zabalgarbi, pero lo ocultan. Dan la callada por respuesta. Y, sobre todo, saben que en Gipuzkoa, ellos y no otros, pusieron en manos del Consorcio la competencia del tratamiento de los re- siduos. Insisto: fueron ellos quienes decidieron que así fuera. Era, claro, cuando ostentaban una mayoría holgada en el Consorcio -gracias a las ilegalizaciones masivas, dicho sea de paso- y ahora las cosas han cambiado.

Ese y no otro es el trasfondo de la moción de censura que pretenden presentar contra Juan Karlos Alduntzin, un buen alcalde de Pasaia, un excelente diputado foral y, sobre todo, una persona enorme y con una visión de futuro que les resulta insoportable a quienes querían instalar cinco centrales nucleares en nuestro país, los que decían que el amianto era inocuo para los trabajadores y que el puerto exterior de Pasaia era cuestión de vida o muerte para la economía de nuestro herrialde.

Hay mucho más, pero como resumen, vale.

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