Iban Asenjo, Inko Iriarte
Junteros de Eh Bildu

Residuos: pantomima y realidad


La estrategia –intensa y bien acompasada– está agotada. Porque los bulos, unos tras otros, han caído. Ni las ratas se apoderan de los pueblos, ni hemos tenido que pagar 100 millones en indemnizaciones, ni han expulsado a Gipuzkoa de la UE, ni tampoco hemos tenido que apilar los residuos en la playa de la Concha.  La pantomima está llegando a su fin.

Se abre el telón. Juntas Generales de Gipuzkoa. 11 de abril de 2014. Primera sesión de la comisión creada por PP-PNV-PSOE para, supuestamente, analizar la gestión de residuos en el territorio. Decimos «supuestamente», porque sus propios impulsores han afirmado, sin el menor rubor, que pretenden analizar la «deriva financiera, la vulnerabilidad jurídica y la ausencia de soluciones técnicas creíbles» de la gestión de Bildu; pocas veces ha puesto nadie en evidencia, y de manera tan clara, que las conclusiones están escritas de antemano y que no se va a aceptar nada que no sea «deriva», «vulnerabilidad» o «ausencia de soluciones».

Para esa primera sesión estaban previstas siete comparecencias, incluidas las de tres entidades bancarias. Pues bien: en el primer día de esta comisión que presentan como un auténtico órgano de fiscalización hubo… dos comparecencias de las siete previstas; concretamente, la del fiscal de la CAV Juan Calparsoro y la del director de Régimen Jurídico de la Diputación Foral de Gipuzkoa Luis Elizegi, obligado por ley a comparecer en Juntas siempre que sea requerido para ello. La primera comparecencia resultó ser un cúmulo de vaguedades, opiniones personales y contradicciones, empezando por la explicación del motivo que había llevado al fiscal de la CAV a investigar la gestión de los residuos en Gipuzkoa: Calparsoro afirmó que lo hizo por una «sensibilidad personal» para seguidamente reconocer que un fiscal no puede moverse por «impulsos subjetivos» y que ello suponía… una «contradicción». Evidente. La comparecencia de Elizegi la resumió el propio director de Régimen Jurídico: «No sé nada de este tema y no se a qué he venido aquí». De las tres entidades bancarias llamadas a comparecer, nada se supo. El despropósito era evidente.


Sin embargo, faltaba el segundo acto: los titulares del día siguiente. Porque esta función se compone de comparecencias, primero, y de titulares para desgastar a Bildu, después. Los protagonistas del segundo acto cumplieron a la perfección el guión escrito. “El Diario Vasco” dedicó más de una página a la pantomima de la víspera, con una visión absolutamente sesgada y bajo un titular en portada que atribuía al fiscal funciones que no le son propias: «El fiscal contra la política de residuos». Sólo faltaba que fuera un fiscal nombrado por la judicatura española, y no la ciudadanía guipuzcoana mediante su voto, quien definiera las políticas medioambientales que el territorio necesita… Y, ahora sí, la primera función había llegado a su fin y, por tanto, se bajó el telón.

La pantomima de la comisión sobre el Consorcio de Residuos (GHK) es el último episodio de una estrategia política y mediática que ha buscado de manera descarada dos objetivos fundamentales: impedir una gestión de los residuos basada en el reciclaje –y no en la incineración y vertederos contaminantes-, y desgastar el trabajo institucional de Bildu.

Bildu accede en la primavera de 2011 a la mayoría de las instituciones de Gipuzkoa, tras recibir un amplio respaldo popular en las elecciones forales y municipales. Y lo hace, en materia de residuos, con la firme promesa de paralizar el proyecto de incineradora de Zubieta y sustituirlo por otro modelo de gestión sostenible. Demasiado para PP-PNV-PSOE y sus aliados mediáticos. “El Diario Vasco” lanza, enseguida, un globo sonda a comienzos de legislatura: es probable que Bildu haga una incineradora de menor tamaño. La idea –que carecía del más mínimo fundamento– se demuestra errónea. Y es que Bildu iba a cumplir la palabra dada a la ciudadanía.


PP-PNV-PSOE han desprestigiado el Puerta a Puerta con visiones apocalípticas de pueblos invadidos por las ratas. Han creado plataformas para combatir dicho sistema, que han termina-do manifestándose también contrarias a la recogida mixta de residuos (Legazpi, Azkoitia…) o a la realizada mediante contenedores comunitarios (Tolosa). Han organizado consultas en las que se rompía el principio de una persona/un voto y en las que hemos visto a cargos institucionales del PNV, dando consejos sobre cómo hacer fraude a las normas de las que ellos mismos se habían dotado, sin ir más lejos, vimos a la propia presidenta de la Comisión de Residuos, la jeltzale Zorione Etxezarraga, actuando de manera fraudulenta en la «consulta» celebrada en Zizurkil. Han repetido hasta la saciedad que Bildu no tenía plan de residuos, que Europa no aprobaba su gestión –obviando que tanto el Parlamento Europeo como la propia Comisión han invitado a la Diputación como ejemplo de «buena práctica»–, que el pago de las indemnizaciones de la incineradora llevaría a Gipuzkoa a la ruina –Denis Itxaso llegó a afirmar que rondarían los 100 millones, y luego han sido 8,1 por una infraestructura innecesaria que costaba 500 millones de euros–…

Y todo esto lo han hecho con un inusitado respaldo mediático. Los medios mayoritarios han puesto altavoz a las posturas críticas con Bildu y sordina a las favorables. Han dado cobertura mediática a concentraciones de 300 personas que para sí quisieran movilizaciones multitudinarias. Han buscado la polémica pueblo a pueblo, y han devuelto al olvido a esos mismos municipios cuando las aguas han vuelto a su cauce y los resultados (el porcentaje de reciclaje del Puerta a Puerta) han acompañado al esfuerzo realizado por su ciudadanía.

Hemos asistido a episodios que bordan el ridículo como llevar a primera página de un diario un brote de botulismo, relacionándolo con la gestión de residuos de Bildu, o como el bochorno de Funes, donde se ha intentado transmitir a la sociedad guipuzcoana que tendría que apilar su materia orgánica en la playa de La Concha porque el alcalde de dicho municipio había prohibido su transporte a la planta de tratamiento de la localidad –cuando era obvio, y así lo hicieron saber tanto la Diputación como GHK, que no entraba entre las competencias de un primer edil prohibir el paso de determinados camiones–.


Sin embargo, la estrategia –intensa y bien acompasada– está agotada. Porque los bulos, uno tras otro, han caído. Porque ni las ratas se apoderan de los pueblos, ni hemos tenido que pagar cien millones en indemnizaciones, ni han expulsado a Gipuzkoa de la UE, ni tampoco hemos tenido que apilar los residuos en la playa de La Concha. Porque, por encima de polémicas interesadas, y a pesar de los diferentes puntos de vista, los guipuzcoanos y las guipuzcoanas, en su conjunto, y las instituciones del territorio están construyendo, con diferentes ritmos, un sistema basado en el reciclaje, que ofrece ya excelentes resultados. Porque hay una propuesta de infraestructuras y de clausura de vertederos. Porque la ciudadanía está cansada de estrategias de desgaste, y pide acuerdos y eficacia.

La comisión sobre GHK creada por PP-PNV-PSOE responde al viejo esquema. Carece de sentido, porque estos tres partidos están representados en los órganos de control del consorcio y disponen ya de todos los canales necesarios para recabar la información que supuestamente desean recibir. Muestra un claro talante partidista al prolongar de tal manera los plazos entre sesiones que las conclusiones se harán públicas en plena precampaña de las elecciones forales y municipales de 2015. Y da una pésima imagen de eso que llaman la «clase política» al utilizar el dinero de toda la ciudadanía para que tres partidos políticos logren, sesión tras sesión, los titulares deseados en los medios afines. Porque esta comisión está diseñada, única y exclusivamente, para eso: para que el segundo acto de la función dé titulares que, supuestamente, desgasten a Bildu.

 Pero la pantomima está llegando a su fin. Son las últimas escenas. Y por mucho que se empeñen, la vida no es nunca puro teatro.

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