Jon Kortazar Billelabeitia
Historia lizentziatua

Serbios de Kosovo: víctimas de limpieza étnica

GARA publicó el pasado 17 de Abril un artículo titulado ‘Kosova’ de Gabirel Ezkurdia, en respuesta a uno anterior de Asier Blas titulado ‘Cinco años del Estado kosovar’. Confieso que abordé el artículo con interés, dado el atractivo que en mi opinión comportan los países de Europa del Este, en tanto que vivieron la experiencia del socialismo y ahora son víctimas de la manipulación geopolítica y mediática por parte de Occidente (por tanto, motivo de análisis ideológico).

Lamentablemente, me encontré con un artículo lleno de incoherencia y que raya la serbofobia. El autor del artículo parece no haber comprendido la idea central del artículo de Blas. Este último focaliza su atención en la lesión de los derechos de los serbokosovares por el actual Estado albanokosovar (utilizo la perífrasis‘“Estado albanokosovar’ debido a que el Estado de Kosovo prácticamente representa -política, y simbólicamente- no a todos los pueblos históricos de Kosovo, sino exclusivamente a uno, excluyendo a todos los demás).

Sin embargo Ezkurdia no se centra en ello y se permite dar una lección de historia desde el prisma albanés a Blas, aderezando su escrito de parcialidades. Lo que más choca en el análisis es su falta de empatía con el pueblo serbokosovar, al que tilda en su artículo, por ejemplo, como ‘fanáticos’, ‘perdedores de la historia’ y demás lindezas.

Perdedores o no, los serbokosovares son víctimas de un proceso de limpieza étnica que les está arrancando desde su propia tierra. Ezkurdia no hace ninguna referencia a esto. No es la independencia de Kosovo y su legitimidad el leitmotiv del argumentario de Blas, sino la lesión constante de los derechos de los serbokosovares por parte de los albanokosovares.

De la misma manera, trata a los serbokosovares como «una minoría con poder». «¿Minoría con poder» mientras están siendo expulsados de sus casas? Se da también una constante identificación de las aspiraciones y reivindicaciones serbias con la persona del expresidente Milošević, ese político desprestigiado encarnase esas aspiraciones. ¿Se podría entonces identificar las aspiraciones del pueblo albanokosovar con el ahora primer ministro Hashim Thaqi, reconocido responsable de crímenes de guerra, sospechoso de tráfico de órganos, responsable de la rampante corrupción y siervo de la OTAN? Sin embargo el autor no lo hace, usa una doble vara de medir en la cual los serbios y sus aspiraciones serían potencialmente agresoras, mientras que otros pueblos son «defensivos» y sus aspiraciones, legítimas.

Esta interpretación es la interpretación dominante en los medios de comunicación mainstream. Realmente todo el artículo de Ezkurdia se basa en atribuir al pueblo serbio una serie de intenciones que son los que los convierten en los malos de la película. Lo que el autor no toma en consideración es que el pueblo serbio no expresó esas intenciones en mayor medida que otros pueblos comunmente tenidos como víctimas (por tanto dignos de apoyo, frente a los supuestamente ‘genocidas’), e incluso esas intenciones se materializaron en contra del pueblo serbio. Ocurrió en la Krajina croata (250.000 exiliados, la población serbia de Croacia pasó a ser un 12-15% a rondar el 2%) y ocurre en Kosovo, donde casi no quedan serbios.

Ezkurdia asegura que «esa tierra jamás fue solo suya». Pero sin embargo también fue suya, de los serbokosovares (nunca fue exclusivamente albanesa). No obstante hoy estamos asistiendo a una realización de un Kosovo exclusivamente albanés (y este es el tema central del artículo de Blas). Es algo que no merece ningún comentario en el artículo de Ezkurdia.

De la misma manera que Ezkurdia ataca con denuedo a los ‘panserbios’ pero parece que aplaude la materialización panalbanesa (porque no nos engañemos, el objetivo último es la Gran Albania, como se ve en los símbolos nacionalistas albaneses presentes en Kosovo). Si la unificación de los territorios de mayoría serbia (tanto en la Krajina croata, como en Bosnia-Herzegovina) es ‘panserbismo’, ¿no será la consecución de un Kosovo albanés ‘panalbanismo’?

En ese mismo artículo se menciona la «resistencia armada al panserbismo» como una razón lógica para la lucha armada albanesa. En justa correspondencia, se deberá de glosar la lucha armada del pueblo serbio como «resistencia armada al panalbanismo y/o al pancroatismo». Sin embargo, ésta no es la interpretación dominante en los media, como parece que no es la interpretación de Ezkurdia.

Por otra parte, Ezkurdia habla reiteradamente de apartheid panserbio. Es esta una figura que se utiliza, sobre todo por parte de medios occidentales, pero sin traslucirse en resultados prácticos. En el caso de Kosovo, los albaneses tuvieron todos los derechos nacionales y culturales garantizados en Yugoslavia (de hecho el flujo migratorio de los albaneses hacia Kosovo era positivo, mientras que el de los serbios era negativo).

No se puede hablar de los mismos en el caso de los serbokosovares hoy en día. Sin embargo un calificativo tan duro como ‘apartheid’ es utilizado contra los serbios, víctimas de una discriminación mucho mayor que la que supuestamente sufrieron los albaneses bajo Yugoslavia. Otro error de Ezkurdia es la utilización tergiversada de ciertos datos históricos. Por ejemplo al hablar de los chetniks monárquicos del general Draža Mihailović. Los chetniks, de ideología conservadora, partidarios del rey exiliado en Londres Petar Karadjordjević, fueron el primer movimiento de resistencia yugoslava (aún formado casi exclusivamente por los serbios, hecho que sería perjudicial para ellos a la larga, puesto que limitaría sus opciones) frente al ocupante y a los colaboracionistas (los exitosos partisanos comunistas se rebelaron tres semanas más tarde).

Fue un movimiento que nació en la resistencia, no en la colaboración; si bien es cierto que la oposición a los partisanos llevó a algunos comandantes chetniks (en Dalmacia y en Montenegro) a colaborar con el ocupante. Pero no es un fenómeno que afectó globalmente al movimiento (el líder, Mihailović, no combatió con los alemanes en ninguna batalla y fue perseguido por éstos hasta el final).

Por otra parte, la comparación de los chetniks con las divisiones locales de las SS, no ha lugar, en tanto que los chetniks, aun cometiendo crímenes de índole étnica, no tenían un programa de limpieza étnica comparable a los colaboracionistas croatas. Un segundo ejemplo es el caso de la liberación de Kosovo tras la guerra de los partisanos.

Ezkurdia atribuye a Tito la inclusión de Kosovo en Serbia debido a la presión de la ‘panserbia’ Liga Comunista de Serbia (de paso acusa a Blas de olvidarse de los 15.000 partisanos albanokosovares, acusación tendenciosa, puesto que Blas no niega el hecho de que hubiese partisanos de esa etnia, sino que se centra en la limpieza étnica como factor demográfico).

En realidad, junto con dicha inclusión, Tito prohibió que los serbios expulsados de Kosovo en la II Guerra Mundial pudiesen regresar, garantizando una mayoría albanesa en Kosovo. Esto por no hablar de otros errores de menor importancia.

Finalmente, como corolario, me gustaría terminar con una reflexión. Tanto el artículo anterior de Pablo González, como este de Gabirel Ezkurdia parten desde un paradigma universalista sobre los conflictos nacionales: el paradigma ocupante-ocupado. Se utiliza el esquema de Palestina: hay un pueblo ocupado y oprimido, por ende debe haber otro que es ocupante y opresor o colonizador; el israelí (en el caso de Ezkurdia, en un claro truco para apelar a la simpatía del lector se permite comparar a los albanokosovares con los vascos).

Es un esquema inservible para Kosovo, donde han convivido dos pueblos desde tiempos inmemoriales (por tanto no se puede hablar de ‘ocupantes vs ocupados’). Ni ‘opresores’, ni ‘ocupantes’, ni ‘fanáticos¸; los serbokosovares son un pueblo autóctono de Kosovo, moradores tan legítimos como los albanokosovares. Sin embargo, parece ser que Ezkurdia no lo ve así, los trata como «punta de lanza de las pataletas de Belgrado», sin tener en cuenta la historia de este pueblo. Así los despoja de todos los derechos.

Otro paradigma que guía el artículo de Ezkurdia es la posición de la secesión (que no independencia) como un tótem; según el autor el hecho de que Kosovo se constituya como Estado aparte de Serbia es independiente de y anterior a la colonización occidental de Kosovo (Ezkurdia ve una victoria de la ‘voluntad popular’ en el hecho).

En realidad forma parte de un mismo proceso. En todo el proceso de secesión de Kosovo no hubo ningún margen ni oportunidad para que el Estado albanokosovar pudiese ser diferente a lo que es actualmente. Aun aceptando la tesis de Ezkurdia de que en la anterior situación los albaneses estaban oprimidos por los serbios, hoy tenemos una situación en la que albanokosovares como serbokosovares están colonizados militarmente por la OTAN y económicamente por las multinacionales.

Desgraciadamente, esto no es un fenómeno circunscrito a Kosovo, sino una pauta en toda la exYugoslavia; siendo la destrucción de la Yugoslavia socialista (socialismo imperfecto… como todos) y el paso a la economía de mercado condición necesaria para este proceso de colonización (fenómeno que describe magistralmente Boris Malagurski en el altamente recomendable documental ‘The Weight of Chains’, descarnada denuncia de la colonización económica de Yugoslavia).

Fue la destrucción y colonización de Yugoslavia (precisamente lo que Tito trató de evitar) lo que anticipa la ‘independencia’ de Kosovo, no la inversa. Desde la izquierda vasca debemos reflexionar sobre estas cuestiones; antes de aplaudir al paso de cualquier movimiento pretendidamente ‘independentista’ y buscar rebuscados ejemplos, si no queremos sufrir más derrotas ideológicas.

P.D: Mientras escribía este artículo me ha llegado la noticia de que el presidente de Serbia, el nacionalista Tomislav Nikolić ha pedido perdón por los crímenes cometidos en nombre de Serbia. Las víctimas serbias esperan que los dirigentes de otros Estados hagan lo mismo.

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