Modelo UPN: se agrieta, pero aun no hace agua

Hace tiempo que las aguas bajaban revueltas en UPN anunciando una tempestad que ahora ha arreciado con el cisma en el partido. Su líder, Yolanda Barcina, verá cómo Alberto Catalán, el número dos, le disputa la presidencia del partido y añadirá a su situación de minoría y de soledad como presidenta de Nafarroa la pugna fraticida en el frente interno de UPN. Le sobran motivos para preocuparse, máxime cuando Catalán controla las agrupaciones locales y cuenta con el apoyo de buena parte de la militancia. La confrontación puede ser total y traerá nuevas complicaciones para ella, hasta el punto de poder hacer insostenible su situación. Una posición que se sostiene porque el PSN está interesado en no dejar caer al Gobierno, en mantener a fuego lento su debilidad porque teme más unas elecciones anticipadas que la propia UPN.

La grieta abierta en el seno del partido hegemónico de Nafarroa es el último indicativo de un modelo institucional y socioeconómico que hace aguas. La razón de Estado y los intereses partidistas apuntalaron ese modelo uniprovincial que dio la espalda a Euskal Herria, gestionado como un coto privado por unas élites que hacen y deshacen a su antojo, sostenido por el veto a los abertzales. El saqueo de la CAN, la quiebra económica, la nadería institucional, un Gobierno que se tambalea, cisma en UPN... son elementos que contribuyen a que las condiciones objetivas y las sensaciones subjetivas para un cambio en Nafarroa sean percibidas como excepcionales. La ventana de esa oportunidad se ha abierto de par en par, como nunca antes.

Sería un error, sin embargo, quedarse de brazos cruzados a la espera de una hipotética caída del Gobierno o de que UPN se debilite en sus querellas internas. El cambio no será tal si es una alternancia decidida por poderes fácticos o en despachos de Madrid. Nafarroa desea y merece labrar una alternativa popular de cambio. Y para ello se necesitan más actores y menos espectadores.

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