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Donostia

Familias de acogida

Las familias de acogida reciben temporalmente en sus casas a niños en situación de desprotección que necesitan separarse de sus padres biológicos hasta que estos recuperen la capacidad de poder hacerse cargo de ellos. La asociación Beroa es punto de encuentro de padres y niños y, en colaboración con la Diputación de Gipuzkoa, abre sus puertas a relaciones que tienen como base el bienestar del menor.

Izaskun Ugarte, presidenta de la asociación Beroa, con su hija de acogida, Begoña. (Andoni CANELLADA/ARGAZKI PRESS)
Izaskun Ugarte, presidenta de la asociación Beroa, con su hija de acogida, Begoña. (Andoni CANELLADA/ARGAZKI PRESS)

En numerosas ocasiones se confunde la adopción con el régimen de acogimiento, pero nada tiene que ver lo uno con lo otro. Las familias de acogida reciben en sus casas a menores en situación de desprotección, que requieren de una separación temporal de sus padres biológicos hasta que estos consigan estabilizar sus vidas y poder dar así la seguridad que sus hijos necesitan en su hogar.

La temporalidad es una de las características del acogimiento y su objetivo, que estos menores puedan regresar a sus hogares de origen; en definitiva, a sus raíces.

NAIZ ha hablado con Izaskun Ugarte, presidenta de la asociación Beroa, y también miembro de una familia acogedora. Beroa, fundada en 1999, está formada por familiares de acogida que aunaron esfuerzos a finales de los 90 con el fin de que la Diputación de Gipuzkoa les diera un mayor reconocimiento.

Tras tener un primer local en la Avenida de Madrid de Donostia, desde hace poco más de un año cuentan con una nueva casa en la Avenida de Ategorrieta, que dispone de once salas para realizar visitas entre menores acogidos y sus padres biológicos.

Los niños que se encuentran en una situación desprotegida conviven en centros residenciales, desde donde, si hay familias que así lo soliciten, pueden entrar en un régimen de acogida. La acogida mantiene el contacto entre el menor y su familia biológica mientras convive en un hogar ajeno. El fin es que no pierdan sus raíces y que algún día puedan regresar a sus casa, aunque, según relata Ugarte, normalmente no sucede así.

Beroa es cada día punto de encuentro entre estos niños y sus padres. «El régimen de visitas puede cambiar en base a la situación de cada padre o madre y del niño pero, cuanto más pequeño sea el menor, la necesidad de ver a sus padres es aún mayor», relata.

Tres tipos de acogimiento

La Diputación de Gipuzkoa ha lanzado recientemente una campaña en la que reclama cinco familias de acogida de urgencia. ¿Qué es una familia de acogida de urgencia? Se trata de niños menores de tres años que necesitan de familias que los reciban en sus casas en un periodo máximo de seis meses y evitar así que ingresen en un centro residencial. Durante ese periodo, se estima que las instituciones tienen suficiente tiempo para decidir en torno a la situación de los padres biológicos.

Una vez cumplido ese periodo, la Diptuación y los profesionales deben decidir si el niño sigue en régimen de acogida, si necesita convivir con profesionales por las carencias sicológicas que pueda tener o si regresa a su hogar de origen.

Si sigue en esa familia, comienza la acogida simple, que no se debe prolongar durante más de dos años. Si en ese periodo los padres biológicos no logran estabilizar su situación, el acogimiento se convierte en permanente, hasta que el menor cumpla la mayoría de edad.

«Eso no quiere decir que en ese tiempo, aunque se trate de los casos más raros, los padres no puedan recuperarse y los niños retornar con ellos», explica Ugarte.

Con la mayoría de edad, los profesionales que supervisan el acogimiento preguntan sobre su futuro tanto a los acogidos como a los acogedores. Los que hasta ese momento eran menores entran en un programa de emancipación, que da fin al programa de acogimiento y se prolonga hasta los 23 años. Es entonces cuando tienen la opción de independizarse a un piso en el que conviven con otros jóvenes en la misma situación –siempre bajo la tutela de la Diputación– o seguir con la familia que les acogía, si esta también accede. «La mayoría elige seguir con la familia», dice la presidenta de Beroa.

Con la mochila bien cargada

Los menores que se encuentran en una situación similar provienen de familias totalmente desestructuradas que son incapaces de ofrecer un hogar y una vida estable a sus hijos. «Muchos niños llevan consigo un gran sentimiento de culpabilidad, al ver que sus padres les han dejado en un centro residencial porque no pueden cuidar de ellos, y piensan que la cupla de esa situación es suya», afirma Izaskun Ugarte. «No tienen la autoestima en el suelo, la tienen en el sótano».

Asegura que existen numerosos prejuicios en la sociedad sobre estos menores, a los que se les califica de antemano como conflictivos y se destaca que su procedencia es extranjera. Nada más lejos de la realidad. «La mayoría de los niños de acogida provienen de familias de Gipuzkoa, que han nacido aquí y la mayoría son euskaldunes. En nuestra propia casa tenemos muchos problemas por solucionar», alerta.

En Gipuzkoa hay cerca de 300 familias que acogen a 313 menores. «Pero hay otros tantos en centros residenciales», advierte Ugarte, quien hace nueve años optó por acoger en su casa a Begoña.