Joseba SALBADOR

La baja inflación, buena para el poder adquisitivo pero no exenta de riesgos

La baja inflación registrada en los últimos meses constituye un arma de doble filo. Por un lado, es una buena noticia tanto para el consumidor, cuyo poder adquisitivo apenas se ve reducido, como para las empresas, que ven mejorada su competitividad. No obstante, refleja también una debilidad extrema de la economía y un estancamiento del consumo y la inversión, que pueden terminar afectando al empleo. Además, supone un aumento del valor real de las deudas.

Después de muchos años en los que los precios han ido subiendo sin cesar -incluso en los peores años de la crisis-, los últimos meses están reflejando un cambio de tendencia en toda Europa, con tasas de inflación mucho más moderadas. En Hego Euskal Herria, por ejemplo, la inflación interanual registró el mayor descenso de todo el Estado, hasta situarse en tasas del 0,2% en Gipuzkoa, del 0,1% en Araba y Bizkaia y de hasta el -0,7% en Nafarroa. En el Estado español, registró una tasa negativa del -0,1%, después de cinco meses en los que ha permanecido por debajo del 0,3%, y lejos de las tasas superiores al 2% del primer semestre de 2013.

Estos datos, en principio, resultan beneficiosos para el ciudadano. Si el encarecimiento de los precios suponía una pérdida de poder adquisitivo que debía ser compensada con incrementos de salarios y pensiones, la moderación de los mismos o incluso una tasa negativa de la inflación representa una situación ideal, ya que con la misma cantidad de dinero se pueden adquirir más bienes. Y es que ahora no hay que descontar los incrementos de los precios a unos salarios estancados.

Las empresas, por su parte, mejoran su competitividad exterior, ya que al bajar los precios en el país de origen, sus productos se venden mejor en el exterior ya que son más baratos al compararlos con los de otros países en los que los precios crecen más.

Pero una inflación cercana a cero presenta también algunos problemas. El más directo, que no sirve para compensar el encarecimiento que sí se puede producir en bienes y servicios básicos, aunque ello no se refleje en el IPC, el indicador que se emplea para medir la variación de los precios de una cesta básica de productos.

Debilidad de la economía

Al margen de ello, las bajas tasas de inflación reflejan una debilidad extrema de la economía y un estancamiento del consumo y la inversión que, finalmente, pueden terminar repercutiendo en el empleo. De hecho, las fases de crecimiento económico han ido siempre acompañadas de un incremento de los precios.

En segundo lugar, afecta al endeudamiento, tanto público como privado, ya que una inflación baja supone un aumento del valor real de las deudas, lo que dificulta el desendeudamiento. Es decir, que el esfuerzo que hay que hacer para pagar las deudas es superior (lo contrario de lo que sucedía con la inflación, que aliviaba los pagos).

Si esta situación se prolonga en el tiempo -al menos durante seis meses consecutivos-, podría llegarse a un contexto de deflación, un supuesto que los expertos mencionan cada vez con más frecuencia porque temen que termine lastrando la recuperación económica. No obstante, hay quien considera que esto no es más que un intento de extender el miedo para que el Banco Central Europeo adopte medidas «no convencionales» de expansión monetaria -compra de bonos e inyecciones de liquidez- que podrían terminar beneficiando solo a las entidades bancarias en lugar de a la economía real.

Sea como fuere, tanto el Gobierno español como el Banco de España o la Fundación de Cajas de Ahorro (Funcas) coinciden en que la inflación interanual cerrará el año en torno al 0,5%, lejos de los presagios alarmistas de algunos expertos aunque, efectivamente, es algo a lo que deberán adaptarse los consumidores, acostumbrados hasta ahora a vivir con elevadas tasas de inflación.

Una tendencia que se consolida en toda la Unión Europea

La oficina estadística comunitaria (Eustat) publicaba esta misma semana los datos definitivos de la inflación de marzo en la Unión Europea (UE), que vienen a confirmar la tendencia a la moderación, con una tasa del 0,5% en la eurozona, dos décimas por debajo del nivel registrado en febrero y su lectura más débil desde noviembre de 2009.

En el conjunto de la UE, la tasa alcanzó el 0,6%, dos décimas por debajo de la lectura de febrero y lejos del 1,9% registrado un año antes. Entre los 28 países de la UE se registraron caídas interanuales de precios en Bulgaria (-2%), Grecia (-1,5%), Chipre (-0,9%), Portugal y Suecia (ambos -0,4%), Estado español y Eslovaquia (-0,2%) y Croacia (-0,1%).

En el lado opuesto, los niveles de inflación más elevados se observaron en Gran Bretaña (+1,6%), Austria y Malta (+1,4% ambos) y Finlandia (+1,3%).

La moderación de la tasa de inflación en el conjunto de la UE se explica por la subida del 1% de los precios de los alimentos, el alcohol y el tabaco, frente al alza del 1,5% del mes anterior, mientras el precio de la energía registraba un descenso del 2,1%, tras haber bajado un 2,3% interanual en febrero. De este modo, la inflación subyacente, que excluye la volatilidad de la energía y los alimentos frescos, experimentó en marzo una subida del 0,7%, frente al 1% de febrero.

Por su parte, el precio de los servicios registró en marzo un alza del 1,1%, dos décimas por debajo de la subida del 1,3% de febrero, mientras que los bienes industriales no energéticos subieron un 0,2%, dos décimas menos que en febrero. GARA