Oskar Fernandez García | Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación

La cara oculta de los Aberri Eguna del PNV

El PNV convoca, como viene haciendo desde hace décadas, un Aberri Eguna sin más pretensión que aparecer, básicamente, en sus medios de comunicación e inyectar una dosis de nacionalismo exultante, en la moral de sus simpatizantes, militantes y votantes. Que por cierto, debiera de estar literalmente por los suelos, tras la axiomática constatación de los paupérrimos resultados obtenidos a lo largo de más de un dilatado cuarto de siglo, desde que fue aprobado el Estatuto de Autonomía, con la bendición explícita del PNV en 1979. Donde puso rúbrica, firma y el sello de una vergonzosa claudicación ante los poderes fácticos del Estado español y los constitucionales.

Que Xabier Agirre, en la presentación teatralizada del Aberri Eguna de este año, recuerde que el pueblo vasco se configura en siete territorios, es un abominable sarcasmo para todo ese pueblo al que menciona, ya que no tuvieron los dirigentes de su partido – hace treinta y cinco años – ni el más mínimo rubor, ni dignidad política para aceptar la imposición de un estatuto que cercenaba el derecho más fundamental, consustancial y básico de un pueblo: su unidad territorial.

El artículo 1, del mencionado documento, reducía el País Vasco a las tres provincias vascongadas; el artículo 2, posibilitaba una difusa, etérea  e intangible incorporación de Nafarroa. Evidentemente Iparralde ni se mencionaba. Mención que ahora tampoco existe en su cartel para publicitar este próximo Aberri Eguna, pero que en realidad es el comienzo de la  campaña para las elecciones europeas, ya que los dirigentes del PNV han demostrado a lo largo de más de un siglo, desde que fue fundado el partido, que la territorialidad del pueblo vasco para ellos y ellas se circunscribe a tres territorios exclusivamente.

El mencionado cartel publicitario -que más bien parece eso, soporte gráfico de un evento comercial, feria de muestras…, que la llamada al desarrollo de una conciencia colectiva de pueblo– es una composición esquemática compuesta de edificios y esculturas convertidas en iconos de ocho ciudades europeas: París, Londres, Bruselas, Barcelona, Iruña y las tres capitales de vascongadas. Curiosamente, al igual que en el estatuto de 1979, Iparralde para los dirigentes del PNV sigue siendo una entelequia evanescente, ajena a su ámbito de actuación político.

Por lo tanto, ni el Estado español tenía hace diez años un problema y ni mucho menos tiene ahora dos. Exclusivamente tiene uno: Catalunya. El llamado País Vasco, sostenido por el PNV, con la interesada complacencia de PP y PSOE, no representa ni el más mínimo problema para la «indisoluble  unidad de España« ya que el gobierno de ese país sabe y conoce perfectamente de la predisposición innata de los dirigentes del PNV para pactar, claudicar y buscar el vergonzoso y repudiable acomodo de vascongadas en el Estado español de cualquier manera; y si es necesario, inclusive, mediante ‘Un nuevo estatus político para la Euskadi del S. XXI’.

Tanto oprobio no debieran de soportar esas personas: hombres, mujeres y jóvenes de diáfana mirada, alegre sonrisa y esperanzadora  ilusión en una Euskal Herria reunificada en siete territorios históricos, que lustro tras lustro, década tras década han confiado en esas mismas siglas. ¡Que su error no se acumule en siglos!

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