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Iruñea

La sanidad en Nafarroa

A principios de este año se hizo efectiva la privatización del servicio de cocina del Complejo Hospitalario de Navarra, momento desde el que se han multiplicado las quejas por la calidad de la comida y los escándalos por el riesgo sanitario que implican, poniendo a la empresa concesionaria y al Gobierno navarro en el centro de la tormenta.

Concentración para reclamar el regreso de la cocina pública en el hospital Virgen del Camino. (Lander FNZ ARROIABE/ARGAZKI PRESS)
Concentración para reclamar el regreso de la cocina pública en el hospital Virgen del Camino. (Lander FNZ ARROIABE/ARGAZKI PRESS)

Comidas mal elaboradas, servidas con retrasos, violación de las condiciones de higiene, café a niños, azúcar a diabéticos, sal a hipertensos, posibles restos fecales en la comida y posibles infecciones. Es parte del catálogo de agravios que ha generado la empresa Mediterránea de Cátering (Medicat) desde que a finales de enero comenzó a hacerse cargo de las recién privatizadas cocinas del Complejo Hospitalario de Navarra (CHN).

Así las cosas, en poco más de tres meses, esta empresa valenciana –propiedad de dos fondos de inversión de riesgo y del Banco Santander– ha acumulado unas 1.500 quejas solo en el CHN –eso pese a que todas las quejas de un paciente a lo largo de un mes se engloban en una–, hasta llegar al extremo de que esta semana médicos navarros han recomendado a pacientes con inapetencia que lleven comida de casa o de restaurantes, después de constatar que las bandejas regresan a la cocina más llenas que nunca.

De hecho, las principales quejas se refieren a la dudosa calidad de la comida, por su color, su gusto o su estado –los alimentos llegan a veces congelados–. Pero no es lo más grave, ya que en muchas ocasiones la alimentación ofrecida por Medicat incide negativamente en el tratamiento de pacientes. El 60% de las 800 personas que reciben atención en el CHN consumen una dieta basal, que es común para todos, pero el 40% necesita una dieta específica, que se adecue a las necesidades de cada persona. En estos casos se ha llegado al extremo de ofrecer café a niños o productos con azúcar a diabéticos. Esto es así por el descontrol de los alimentos una vez salidos de cocina, con bandejas que enfermeros y celadores se encuentran sin indicación alguna sobre su destinatario.

Una de las explicaciones es el limitado personal dispuesto por la empresa, que ajustó su presupuesto para poder ganar el concurso público. Así, otra de las consecuencias es el retraso de hasta hora y media en el servicio de la comida, lo que incide negativamente en los pacientes que necesitan tomar su medicación acompañada por algo sólido –algo muy común si el medicamento es agresivo–.

Por último, cabe destacar el riesgo para la salud pública que implica el nuevo servicio de cocina, por ejemplo, por la falta de respeto a las normas de higiene –comida recogida del suelo, manipulación de alimentos sin guantes, etc.–, motivo por el que la empresa ya ha recibido dos sanciones y se le ha abierto un expediente. En este sentido, quedan todavía por aclarar dos alarmantes noticias: hace dos semanas un hombre murió infectado con la bacteria Listeria. Antes, una inspección del Servicio Navarro de Salud encontró la bacteria E.coli en un plato servido a pacientes, es decir, restos fecales en la comida. Estos dos extremos todavía deben aclararse, pero dan cuenta del momento de alerta que viven las cocinas hospitalarias.

Punta de lanza de las privatizaciones

La llegada de una empresa privada al que hasta entonces era un impecable servicio de cocina hospitalaria pública se ha convertido en Nafarroa en símbolo de las consecuencias de las privatizaciones y recortes impulsados por el Gobierno de UPN –con el apoyo del PSN hasta hace poco– en el sector de la sanidad y en otros servicios públicos. Sin embargo, no es el único caso, el servicio informático de los hospitales también está privatizado –con los consiguientes problemas a la hora de ordenar nóminas–, igual que algunos procedimientos médicos como el diagnóstico por radioterapia, que ya no se realiza en instalaciones públicas.

Una privatización que también actúa, de manera solapada, en beneficio de centros médicos privados, a los que se les deriva pacientes de la sanidad pública, pese a que las capacidades de los centros públicos no están a pleno rendimiento. Consecuencia todo ello de unos recortes que, en el caso de la sanidad, han rebajado un presupuesto de casi 1.200 millones de euros en 2010 a menos de 900 millones este año. Es decir, cerca de un 25% de recorte.