Josu Juaristi | 7K

La escuela en la UE

Más del 60% de los alumnnos de 9 años de la Unión Europea padecen mal equipamiento digital. Entre un 50 y un 80% no usa nunca e-books, software, podcasts o simulaciones. Además los profesores de primaria y secundaria no dominan los medios digitales y un 25,9% de los niños y un 13,3% de las niñas de 15 años lee (y escribe) mal. Son datos que se desprenden de un informe publicado por la Comisión Europea.

El insuficiente equipamiento digital y los deficientes hábitos de lectura hacen que la UE se rompa en la escuela. (Thinkstock)
El insuficiente equipamiento digital y los deficientes hábitos de lectura hacen que la UE se rompa en la escuela. (Thinkstock)

 

La Unión Europea se resquebraja desde el sistema educativo. Es incapaz de conseguir que sus estados miembros den las mismas oportunidades a todos los ciudadanos para adquirir las competencias digitales necesarias e imprescindibles para el siglo XXI. La brecha digital e incluso la brecha entre géneros se crea desde la entrada misma en el sistema educativo. Nacer en un país u otro sigue condicionando el futuro de nuestros hijos.

Lo dice, y bien alto, un amplísimo informe publicado por la Comision Europea el 25 de setiembre pasado. Aunque parezca mentira a estas alturas, la educación es uno de los últimos sectores de la sociedad que aún no ha incorporado el potencial de las nuevas tecnologías en la Unión Europea, pero no entendido como una mera adquisición e implantación de dispositivos electrónicos en las escuelas, sino como una inversión que combine de forma adecuada e innovadora los métodos pedagógicos innovadores con el uso efectivo de esas herramientas y contenidos digitales. La eduación es mucho más que tener uno, dos o cuatro ordenadores en cada aula. Y esto se comprueba también, por ejemplo, en cuestiones tan básicas como los hábitos de lectura (y, ya puestos, de escritura) de los adolescentes.

En realidad, asistimos a una paradoja: las tecnologías digitales están plenamente integradas en nuestras economías y sociedades, niños y adolescentes las conocen, usan y demandan desde muy temprana edad, pero todavía no han logrado cambiar la forma de enseñanza y aprendizaje que se produce en la mayoría de las escuelas europeas, centros de formación o universidades.

Los sistemas de educación y formación europeos están lejos de aprovechar plenamente el potencial ofrecido por las tecnologías y los contenidos digitales, con lo que se pierde la oportunidad de innovar en las prácticas de enseñanza y aprendizaje, incrementar la eficiencia y equidad de la educación y aumentar las competencias digitales de los alumnos necesarias para desempeñarse en la sociedad y la economía del nuevo siglo. El factor económico es clave, porque las deficientes cualificaciones digitales de los alumnos de hoy (en la universidad, formación profesional... en cualquier ámbito) gravarán seriamente la competitividad de las empresas de mañana, especialmente en los estados miembros más rezagados en este ámbito, lo que a su vez traerá como consecuencia un aumento de la brecha entre socios, una menor cohesión, algo que la crisis (mejor dicho, la gestión de la crisis) ya está acentuando desde hace al menos cinco años. La Comisión habla directamente de brecha digital entre personas digitales «competentes» y las que no lo serán, de fractura en el acceso al conocimiento, de uso ineficiente de los recursos y de pérdida de liderazgo de Europa. En todos estos aspectos, Estados Unidos y Canadá, así como los países punteros de Asia y Lejano Oriente van por delante de la gran mayoría de estados de la Unión Europea, aunque en esta última región, con la excepción de Japón, el acceso a estas herramientas y contenidos digitales llega solo a las clases más altas.

«La puerta al aprendizaje innovador en la UE», así se presenta la Comisión esta iniciativa sustentada en una educación libre de alta calidad, que podría facilitar la comunicación entre alumnos, profesores e investigadores de toda la Unión Europea. Es tecnología, es organización y reconocimiento de lo que estudia a través del e-Learning, y que todos acepten que este desafío tiene que ver con nuestros jóvenes, con la sociedad y la economía, con el futuro que queremos para la UE. (Ulf-Daniël Ehlers, presidente de European Foundation for Quality in e-Learning)

Ulf-Daniël Ehlers:

De todas formas, conviene insistir en que la integración de las tecnologías digitales y del contenido digital en los sistemas de educación y formación no significa simplemente que debe haber más dispositivos electrónicos o más conexiones de banda ancha en las escuelas. El enfoque debe centrarse en el alumno y en la mejora del aprendizaje y la formación (incluida la de los profesores), en lugar de limitarse únicamente a la tecnología.

Si la Unión Europea no logra comunitarizar esta inversión, concluye el informe de la Comisión, de puertas adentro se fracturará aún más y de cara al exterior perderá liderazgo y oportunidades y aumentará su dependencia de las teconologías educativas diseñadas y producidas en el extranjero.

Como media, el 20% de los niñas y niñas de 15 años de la Unión Europea no sabe leer y escribir bien, y casi 80 millones de adultos tienen bajos niveles de alfabetización. Además de las dificultades evidentes que representa para el individuo, este fenómeno tiene un impacto enorme en la economía, puesto que frena o ralentiza la innovación y conduce a la exclusión en el mercado laboral. Los datos por estados miembros reflejan, además, una brecha de diez puntos entre chicos y chicas. Lo mismo ocurre cuando la Unión Europea analiza cuánto se lee por placer. Los datos son realmente preocupantes.

‘Opening up Education’

El último informe ha llevado a la Comisión Europea a lanzar una iniciativa llamada «Opening up Education» (Apertura de la educación), cuyo objetivo primordial es impulsar la innovación y las aptitudes digitales en los centros de enseñanza y las universidades, aptitudes que el 90% de los puestos de trabajo requerirá de aquí a 2020. Para ayudar al lanzamiento de la iniciativa, la Comisión puso en marcha una nueva web, Open Education Europa, que permitirá a los estudiantes, a los profesionales y a los centros de enseñanza compartir libremente recursos educativos abiertos. Todo con tal de hacer revertir unos datos de conjunto muy negativos.

  • Más del 60% de los alumnos de 9 años de la Unión Europea están escolarizados en centros que aún no están bien equipados desde el punto de vista digital.
  • Entre un 50% y un 80% de los alumnos de la Unión Europea no utilizan nunca libros de texto digitales, software con ejercicios, podcasts, simulaciones ni juegos didácticos.
  • La mayoría de los profesores de la enseñanza primaria y secundaria consideran que no dominan los medios digitales y que no son capaces de enseñar eficazmente las aptitudes digitales, y el 70% desearía recibir más formación en el uso de las TIC.
  • Los alumnos de Chequia, Letonia y Lituania tienen el doble de probabilidades de tener acceso a internet en sus centros (más del 90%) que los de Croacia o Grecia (en torno al 45%).

 

El panorama no es mucho mejor en la enseñanza superior. El número de estudiantes aumentará considerablemente en el próximo decenio, con lo que las universidades han de adaptar los métodos docentes tradicionales y ofrecer una combinación de posibilidades de aprendizaje presenciales y en línea, como los cursos masivos abiertos (MOOC en sus siglas en inglés) que permiten acceder a la educación en cualquier momento y lugar y mediante cualquier dispositivo. Pero muchas universidades no están preparadas para el cambio.

Este es, en cualquier caso, uno de los objetivos del programa «Opening up Education». Sin embargo, la Comisión Europea habla quizás con demasiada ligereza de «revolución digital en las aulas», habida cuenta de que no existe un modelo educativo europeo ni una «consigna» para modernizar el sistema educativo a fin de cohesionar las sociedades de los distintos estados miembros desde una idea europea de innovación y calidad formativa. Para algunos supondría comenzar la casa por el tejado y la vaga promesa de destinar «decenas de millones de euros» para ayudar a los profesores y alumnos a hacer un mayor uso (gratis) del aprendizaje en línea no disipa esa sensación. Valores añadidos como conectividad, accesibilidad, interactividad o intercambio son excelentes como fin o propósito, pero si a todo ello no acompaña una mejora sustancial del contenido y sobre todo de la visión educativa no servirán de mucho por sí solos.

Como instrumento, la web de Open Education Europa ofrece una serie de recursos, cursos, novedades y aportaciones de los miembros inscritos (la inscripción es muy sencilla y el acceso al material, con apartados y filtros, también) que la hacen interesante, pero nada ni nadie garantiza su uso. Como siempre, depende de la voluntad de los centros o, más concretamente, de la voluntad, iniciativa y ánimo del profesor o profesora de turno. Puede servir, o no, pero la Comisión Europea ni tan siquiera puede garantizar que todos los centros europeos vayan a conocer la iniciativa, mucho menos usarla. Lo único que hace o puede hacer es enviar a cada Estado miembro estas orientaciones dentro del pliego anual de recomendaciones sobre las políticas de cara al siguiente curso. Luego, queda en manos de cada Estado, con suerte en manos de la «vocación» de las autoridades subestatales y centros educativos. Es decir, nos movemos claramente en el ámbito de la «voluntad», la «vocación»... Y no son tiempos propicios para invertir en estos ámbitos. O, más bien, justamente al contrario, habría que invertir más que nunca en educación e innovación, pero para ello necesitaríamos contar con gobernantes muy diferentes en la mayoría de la UE.

Obviamente, «motivación» u «obligación» (tanto de los alumnos como de los profesores, por quedarnos en las dos esferas principales) son a menudo conceptos barajados en la educación, especialmente cuando un centro trata de sumar actividades de innovación educativa. Seguramente la motivación de los alumnos motiva a su vez a un profesor o profesora que quiere estar «actualizado» y ser un verdadero «agente de cambio», aunque más de un alumno dirá que su motivación difícilmente llegará si el encargado de impartir la materia no la alienta. Y otros recordarán que la actualización debería ser una obligación, no una opción, pero si en términos de educación y contenido es, como ocurre en la mayoría de los casos, un proceso voluntario, es entonces muy posible, por la dinámica del día a día y otras cuestiones evidentes, que dicho proceso se lleve a cabo con retraso.

Por otra parte, es cierto que la motivación por regulación quizás sea la peor, pero una base moderna y avanzada parece lo mínimo exigible en un entorno como el de la Unión Europea

En construcción

Encontrar’, ‘compartir’, y ‘en profundidad’ son los tres apartados fundamentales de la página web. Hay información sobre proyectos, hay noticias, artículos y blogs, y también debates donde profesores, tutores y alumnos pueden hallar material de sobra para reflexionar sobre estos temas. También se nos recuerda que uno de los componentes principales de este instrumento online no ofrece tampoco todas las garantías, puesto que aunque muchas veces el mejor profesorado tiene una presencia activa en internet, también es terreno para malos profesores y prácticas educativas. En este sentido, forma parte de la realidad. Tomamos prestada otra cita de un blog: «`Los mejores maestros no dan la respuesta, solo muestran el camino; les dejan tomar sus decisiones, cometer errores... ́. La frase la pronuncia el maestro William Schuester a sus alumnos en la serie de televisión cómico-musical “The Glee Club”».

La historia de la educación a distancia arranca, aunque parezca mentira, en 1728, concretamente en Boston, Estados Unidos, con lecciones enviadas por correo ordinario. En 1922, Penn State (Universidad Pública de Pennsylvania) empieza a ofrecer cursos a través de la radio. Wisconsin utiliza el teléfono para los cursos a distancia en 1926. En 1971, el crítico social Ivan Illich describe una educación basada en los ordenadores. Algo que comenzará a desarrollar la Universidad de Phoenix en 1976, la Universidad Virtual de California en 1977 y el MIT (Massachusetts Institue of Technology), de forma masiva, en 2002. 2014 y 2015 podrían marcar nuevos hitos.

En todo caso, y aunque en Estados Unidos, por ejemplo, la dinámica de los cursos en línea sea mucho más potente, en Europa podríamos decir que es una «zona en construcción», al igual que ocurre con la nueva página web lanzada por la Comisión Europea. El propio colegio de comisarios europeos, en su MEMO del 25 de setiembre, se pregunta también sobre el impacto que la innovación en contenidos y recursos online tendrá en las editoriales del ramo; reconoce que habrá una perturbación, pero les anima a asumir los cambios y la necesaria adaptación como una oportunidad de futuro y de negocio. La oportunidad de la que habla la Comisión Europea, en términos generales, se refiere al acceso y a la calidad, acceso con licencias libres (algo fundamental en educación) a los instrumentos innovadores y mayor calidad en la educación. Todo esto entraña, o debería hacerlo, un fuerte componente lingüístico, de enseñanza de otros idiomas, una carencia recurrente aún en un entorno con tantas lenguas diferentes como el europeo.

De hecho, la propia Comisión es consciente de que incluso una oferta masiva de cursos online podría no ser mucho más que «vino viejo en nuevas botellas». Precisamente para dilucidar de qué estamos hablando, hoy hace justamente un mes se celebró en Bruselas un seminario sobre esta cuestión: es decir, la iniciativa se encuentra aún en fase de explicación, necesita ser «defendida» todavía para convertirse en la revolución que expertos como Matthieu Cisel auguran.

Sin embargo, al mismo tiempo, comienza ya los primeros cursos online, divididos en ocho grandes subjects o asuntos: Ciencias sociales, Ciencia y tecnología, Ciencias aplicadas, Negocios, Humanidades, Matemática y estadística, Ciencias naturales y Arte, con un filtro añadido en función del nivel: Educación superior, Educación para adultos, Educación y formación profesionales y Secudaria. Cursos que van desde ‘Sports and Building Aerodynamics’ a ‘DNA - From Structure to Therapy’, de ‘Evaluation financière de l’entreprise’ a ‘Algorithmen und Datenstrukturen’, de ‘Equine Nutrition’ a ‘Potencia tu mente’; como puede apreciar el lector, en diferentes idiomas y con temáticas a gusto del consumidor. Hasta el momento, en esta plataforma hay cursos y recursos propuestos en unos veinte idiomas, aunque en la mayoría de ellos domina el inglés como lengua «oficial», con el alemán, francés, castellano e italiano a cierta distancia.

La propia web ofrece pistas o indicadores de calidad (algunos de los recursos y MOOC son recomendados y otros son destacados) en función de si los materiales son libres y accesibles a los alumnos, si fomentan el aprendizaje de manera independiente, si se han diseñado siguiendo un enfoque centrado en el alumno y si tienen en cuenta la diversidad de los estudiantes.

La plataforma está concebida como un instrumento útil y como un lugar donde es posible ver el retrato de la situación actual en el ámbito de la educación en la UE así como un avance de las tendencias y mejores prácticas. Como se recoge en uno de los blogs de Open Education Europa, «toda innovación implica cambio, pero todo cambio no necesariamente implica innovación». Sin embargo, la necesidad de un cambio parece obvia, aunque el salto lo marcarán las metodologías y los currículos, es decir, el conjunto de objetivos, contenidos, criterios metodológicos y técnicas de evaluación que orientan la actividad académica. A Euskal Herria, en general, no han llegado ni el equipamiento digital suficiente ni los currículos más innovadores. Ni tampoco los valores añadidos en términos de conectividad, accesibilidad, interactividad o intercambio que fomenta la nueva iniciativa de la Comisión, valores añadidos que en muchos de esos ámbitos dependen solo de la remarcable labor de muchos tutores, profesores o profesoras; de muchos, pero no de todos.