Desde primera hora de la mañana, el puerto donostiarra se ha despertado con el bullicio que supone la fabricación de decenas y decenas de embarcaciones. Durante varias horas, los participantes se han afanado en dar forma a los más diversos materiales, con el objetivo de lograr una balsa que se mantuviera a flote para llegar hasta La Concha.
Tras la comida del mediodía para reponer fuerzas, a las cinco ha sonado el cohete y las tripulaciones se han lanzado al agua ante la atenta mirada de las miles de personas que han gozado con el espectáculo. Esta vez el cielo se ha oscurecido y la lluvia ha hecho acto de presencia, pero ello no ha sido obstáculo para pasárselo en grande.