Querer es poder, pero el camino no es fácil y no esperes a que otros lo hagan por ti. De esta manera se podrían resumir todos los proyectos de autogestión y, más en concreto, la historia de Kampsa, un espacio ocupado en la muga de Pasaia con Donostia, que a pesar de su desalojo, derribo y posterior cambio de ubicación, desde los escombros ha conseguido mantener vivo el sueño de muchos jóvenes de los alrededores. En el documental «Kampsa. 20 años de sueños y escombro», Dani López muestra toda esa resistencia, trabajo y fiesta que ha caracterizado a este espacio autogestionado. La película compite en la sección oficial del festival de cine documental musical de Donostia Dock of the bay.

En 2012 se cumplían dos décadas desde que varios chavales de unos 14-15 años dieran la primera patada al palé que les separaba de un espacio donde poder desarrollar sus inquietudes, comenzar a formar un grupo, montar conciertos... Eran los pabellones de la antigua fábrica Campsa, abandonada y en ruinas.

En pocos años el nuevo espacio se convirtió en local de ensayo de varias bandas, pasó a ser una de las paradas de referencia para grupos, sobre todo hardcore y punk, que giraban por Euskal Herria y se organizan numerosas e interminables fiestas.

A la música se le unió la afición al skate. «El último local de la Kampsa vieja que estaba vacío lo ocuparon una serie de personas que llevaban mucho años montadas encima de una tabla. Al entrar, vieron que gente de alrededor estaba aprovechando el espacio para montar locales de ensayo, la sala de conciertos que se llamaba La Escombrera... y vieron que fuera había un espacio grande que podían utilizar para su actividad. Por aquel entonces no había skateparks así en Gipuzkoa. Fue de lo primero que se hizo y vino de las ganas de los últimos que ocuparon Kampsa», explica el director del film, partícipe a su vez de este espacio. «Conciertos y skate han ido siempre de la mano en Kampsa», añade.

A raíz de un concurso organizado por la web Patín en Común, «hicimos un vídeo con el parque que teníamos y lo ganamos. Creí que era el momento adecuado para hacer un repaso de todo lo que había sucedido», apunta. López ha pasado cerca de dos años en la elaboración del documental. «Hay un montón de fotos y vídeos de archivo que fueron llegando muy poco a poco. Costó mucho conseguirlos, pero de repente me encontré con una cantidad de material que asustaba».

Testimonios y recreaciones

El documental se nutre de entrevistas a protagonistas de ayer y de hoy, vídeos de festivales, conciertos, campeonatos y concentraciones de skate... además de varias secuencias de ficción que recrean los momentos más significativos de Kampsa. «Quería que tuviera una forma un poco atractiva para que no solo fuera visible para la gente que está metida en ese mundillo de underground, skate, conciertos... Sino que fuera atractivo para cualquiera».

Recuerda además varios momentos clave de las últimas dos décadas: la primera amenaza de desalojo que consiguieron frenar encadenándose al tejado, el derrumbe físico y emocional de la antigua Kampsa, el traslado a la nueva ubicación de Ardigorri a pocos metros o el volver a empezar de cero con el nuevo skate park. La banda sonora la componen grupos que han ido pasando durante estas dos décadas.

Ahora están en Ardigorri, con la eterna incertidumbre de un posible desalojo, pero trabajando en el presente, sobre todo con el skate. La cercanía a varias viviendas les hizo plantearse reducir los conciertos a unos pocos festivales al año y tampoco cuentan con locales de ensayo, pero persisten en su «inquietud de seguir creando algo».