Matti iturralde y Eba Gonzalez de Heredia
Colectivo de opinión Enbor Beretik
GAURKOA

Una organización para el siglo XXI

Un año después del proceso constituyente de Sortu, el colectivo Enbor Beretik reflexiona sobre el reto de la izquierda abertzale de agrupar a quienes han hecho de ella lo que hoy es y a quienes habrán de hacer lo que será. La clave para ello, afirman, es evitar que el pensamiento único o la falta de debate continuo acaben con el trabajo de muchos años, el cual debería desembocar en un proyecto «participativo, verdaderamente convergente, multiplicador, ilusionante y dinámico».

Las personas tendemos a organizarnos para conseguir nuestros objetivos. Desde tiempos ancestrales hemos entendido que es mejor colaborar entre nosotros para sobrevivir, primero, y para mejorar, después. A lo largo de los milenios se han ido tejiendo entre los diferentes grupos humanos lazos de unión que han ido conformando tribus, pueblos y comunidades, hasta llegar a las complejas sociedades urbanas que alumbraron las revoluciones industriales de los siglos XIX y XX.

Progresivamente, en las sociedades de Europa occidental se fue produciendo la estratificación en clases y la organización social y política se convirtió en necesidad imperiosa para defender los intereses de cada una de ellas. Así nacieron los sindicatos y los partidos políticos, cuya formulación ha llegado prácticamente intacta hasta nuestros días, si bien hay que matizar que la movilidad en la estratificación social, el aumento de la clase media y la intervención de los estados para asegurar unos mínimos asistenciales dan como resultado un tipo de organización más diverso y disperso, y menos conectado con la realidad social de la que emanan.

En nuestro marco, en Euskal Herria, las grandes tendencias ideológicas europeas tuvieron su incidencia y desarrollo bajo el tamiz de la identidad nacional, lo que dio lugar a las cuatro grandes corrientes políticas y sociales que, hasta el día de hoy, siguen vertebrando la sociedad vasca. Representadas por el PP, el PSOE, el PNV y la izquierda abertzale, cada una de las cuatro ha conocido a lo largo de su historia diferentes formas organizativas e incluso nombres pero, mutatis mutandis, lo que se definió en el siglo XX ha llegado hasta el XXI como culturas políticas arraigadas en nuestra tierra, en las que han participado diferentes generaciones de vascos y vascas.

Las cuatro corrientes han experimentado fuertes transformaciones motivadas por la propia evolución tanto de los procesos sociales como de la experiencia militante y de las nuevas necesidades políticas. Todas, sin excepción, tratan de amoldarse a los tiempos que corren, pero teniendo en cuenta de dónde se procede, o al menos así debería ser.

Ahora, el contexto vasco viene definido por dos grandes cuestiones: la crisis económica que golpea a nuestro sistema productivo, con los consiguientes recortes en materia social, y el cambio de estrategia de la izquierda abertzale para abordar el conflicto con el Estado español. Ambas mediatizan la realidad y, por ello, el reto es dotarse de instrumentos organizativos acordes con la nueva situación.

La cuestión no es fácil. ¿Por dónde empezar? En un momento de cambio como este el riesgo es doble, pues o bien se puede tender a reproducir esquemas caducos acordes con otro tipo de coyunturas, pero que rechinan en la actual, o bien puede predominar la querencia por experimentos y aventuras organizativas de éxito dudoso, pero a costa de dilapidar el capital humano amasado durante todos estos años. Evidentemente, en un contexto generalizado de apatía y de crisis profunda de la confianza popular en las organizaciones políticas, el peligro de navegar en el mar de la desafección militante es más que una mera hipótesis.

Así pues, parece claro que la situación actual nos exige actuar con prudencia y también con valentía. Las personas que conformamos el colectivo de opinión Enbor Beretik estamos convencidas de que hay una fórmula capaz de conciliar conceptos tales como unidad, eficacia y eficiencia en la dirección política, con la integración de la diversidad y la horizontalidad en la toma de decisiones.

A nuestro juicio, el reto consiste en construir una casa común en la que quepan todas aquellas personas que han hecho de la izquierda abertzale lo que es, y todas aquellas que puedan hacer lo que será en el futuro. Se trata de hacer una única cultura política entre lo que hemos sido, lo que somos y lo que seremos, engarzando la experiencia y el compromiso de miles y miles de militantes que lo dieron todo sin pedir nada con quienes aportan nuevas ideas y preparación política y técnica para esta nueva fase.

Así pues, creemos que el éxito organizativo estribará en dotarnos de una organización capaz de integrar en su seno, no solo diferentes generaciones con distintas vivencias de la lucha, sino también diferentes compromisos pasados y presentes, grandes y pequeños; la clave es no permitir que ni la imposición del pensamiento único, ni la irresponsabilidad de prescindir del debate continuo triunfen y acaben por dispersar lo que tanto trabajo nos ha costado unir.

Una organización de futuro tiene que mirar al pasado para rebuscar lo que de él interese. No solo el componente humano, sino también el sistema de valores que con tanto orgullo hemos compartido. Ahora, cuando la política se asocia con el «qué hay de lo mío», cuando la solidaridad suena a hueco, el individualismo campa a sus anchas y el hedonismo y el egoísmo son reivindicados con naturalidad pasmosa, ahora más que nunca tenemos que recuperar el concepto humanista de la política. En efecto, una organización de futuro no puede disociar calidad personal y capacidad política, no puede ser insensible ante los pequeños problemas de cada cual y emocionarse solo por el bien común colectivo.

Una organización de futuro tiene que predicar con el ejemplo. Valores como la igualdad, solidaridad y equidad entre las personas no solo tienen que ser grandes principios bajo los que articular la sociedad, sino que, sobre todo, deben ser los pilares en los que se asiente el funcionamiento de esa organización. No es coherente ser solidario con el que está lejos e insensible con el de cerca; no es coherente implicarnos ante la sociedad diciendo lo que pensamos y no hacer lo mismo en nuestro ámbito más cercano, como no es coherente reivindicar el derecho a participar solo de puertas para afuera.

Hace ahora un año que acabó el proceso constituyente de Sortu y nos parece un momento adecuado para hacer balance, aprender de los errores y replantear dinámicas organizativas que impidan el riesgo de caer en la disgregación, la frustración o la pasividad y apatía de la militancia que, no lo olvidemos, es el principal activo de nuestro proyecto político. Porque, aunque ya haya pasado un año, nunca es tarde para construir un proyecto organizativo participativo, verdaderamente convergente, multiplicador, ilusionante y dinámico.

Sortu es, debe ser, nuestra organización política, una organización de todas y para todas las personas que conformamos la gran izquierda abertzale de Euskal Herria, esa casa común que necesitamos para hacer frente a los retos del siglo XXI. Una organización política unitaria y plural, moderna y experimentada, de grandes ideas y grandes personas. Sabemos lo que queremos, tenemos los ingredientes y el camino no ha hecho más que empezar.