Fermin Munarriz
Kazetaria
TXOKOTIK

Vaya risita

Me resulta incómodo ir a ver una película de humor y salir con un amargo sabor de boca. «Ocho apellidos vascos» arrasa en las taquillas de aquí pero, sobre todo, en las españolas. Quizá ahí esta la clave.

Sus vendedores han presentado la cinta como una expresión de los nuevos tiempos y de la necesidad de «quitar hierro al tema vasco». Comparto que el humor es un excelente bálsamo contra la fatalidad y la mejor terapia para exorcizar los demonios. Sí.

Sin embargo, la película me ha devuelto a aquel viejo estilo ramplón de reírse del vecino o a aquellas rancias «españoladas» costumbristas que perpetraba el falangista Vizcaíno Casas, pero en versión comienzo de siglo y a costa de los vascos. Si esto es encarar la catarsis o el relato con expresiones más joviales, me da la impresión de que al frente de la estrategia han puesto a un tal Torrente.

Es difícil encadenar en una pretendida comedia romántica más tópicos, estereotipos y caricaturas de unos vascos que parecen idiotas y de unos andaluces que rozan el umbral. Y con un acento impostado y grotesco que invita a pensar cómo se sentirá un negro al ver un rey Baltasar pintado con betún.

Tampoco cabía esperar más delicadeza de una productora como Telecinco, que cotiza en el sector de vísceras y purines, y contrata colaboradores autóctonos para alegar en su defensa que «nos reímos de nosotros mismos». Lo explica la prensa: ««Ocho apellidos vascos» es Euskadi. Y a España le gusta», dicen unos; o «ya es posible reírse del MLNV, descojonarse y partirse la caja», desvela otro con ese sutil y refinado gracejo hispano.

En realidad, lo que me cansa es que nos reprochen a los vascos falta de humor por no reírles sus ocurrencias. No, bwana, sabemos reírnos y mucho. Algunos, incluso, con esa película. También nos divertirían las sátiras de los guiñoles del Canal+ francés sobre deportistas españoles que fueron denunciadas como «agresión» por la diplomacia y la prensa de Madrid que hoy aplaude. O esas portadas de la revista «El jueves» con Rajoy y Merkel disfrutado del sado, censurada en Facebook, o la de los herederos de la corona fornicando, que fue retirada por el juez Del Olmo, un salao que gasta bromas como cerrar un periódico.

Debe de ser que el humor es una dúctil virtud reservada solo para los espíritus más exquisitos. O cuestión de distancia.