Oihane LARRETXEA DONOSTIA
UN FENÓMENO EN LA S TRAQUILLAS

El boca a boca alza a «Ocho apellidos vascos» a lo más alto de las listas

No hay campaña de marketing más efectiva que el boca a boca, tan fácil de expandir como la pólvora. Durante cinco fines de semana consecutivos, «Ocho apellidos vascos» ha liderado la cartelera, logrando algo inusual en el cine: que el número de espectadores aumente según transcurren las semanas. Las conversaciones de quienes sí la han visto han alimentado la curiosidad de quienes no lo han hecho... aún.

Es miércoles por la noche y restan cincuenta minutos para que en los cines del barrio donostiarra del Antiguo arranque la siguiente sesión de «Ocho apellidos vascos». La gente ya ha comenzado a formar la cola para entrar en una de las tres salas que proyectarán de manera simultánea el filme, convertido ya en fenómeno, colgando el cartel de «no hay entradas». Las cuatro sesiones de la jornada se han llenado. También es cierto que los miércoles se celebra «la fiesta del cine» y que la entrada cuesta 3,70 euros, pero el largometraje, estrenado el pasado 14 de marzo, ha acaparado la atención del público de manera creciente, en contra de lo que ocurre habitualmente.

El boca a boca ha sido una pieza clave en esta partida. En parte, es suya «la culpa» de las abrumadoras cifras que ha logrado, tanto en lo que a recaudación como a número de espectadores se refiere. Iremos a ellas más tarde.

Centrémonos, por el momentos, en las opiniones que se han escuchado entre las personas que la han visto. Las hay de todo tipo, si bien la mayoría dice que ha pasado un rato agradable, que se ha reído y que se ha entretenido. Ni más ni menos. «Está bien para distraerse pero no tiene más fundamento que ese», opina a la salida de la sala un espectador. En definitiva, no se trata de esa clase de «peliculón» del que una se acordará de por vida pero, no obstante, ha sido capaz de arrastrar al cine a personas que ya hacía años que no lo pisaban.

Un día después, GARA vuelve a la misma sala y comprueba que está más tranquila que la víspera. Son las 21.00 del jueves. Hay mucha menos gente, pero durante el tiempo en que nos apostamos junto a la ventanilla comprobamos que todos los espectadores que se han acercado optan por comprar una entrada para ver el trabajo dirigido por Emilio Martínez Lázaro. Ni rastro del resto de películas que ofrece la cartelera; nadie ha preguntado por ellas.

Otro dato curioso: todas las personas consultadas por este diario coincidían en su respuesta al señalar que acudían a verla tras tanto escuchar hablar de ella. «He venido por pura curiosidad, quiero ver con mis propios ojos qué es eso de lo que tanto habla el resto», decía Javier. Gema, su compañera, reconocía que había oído «todo tipo de comentarios» y que no esperaba nada en particular «más que pasar un buen rato».

En el caso de Manu, también había surtido efecto el boca a boca, y mucho, porque en un principio no pensaba verla en la gran pantalla. «Iba a esperar a que saliera en DVD pero en la oficina la han visto casi todos mis compañeros; prácticamente era el único que no la había visto ya. Al final, aquí estoy», comentaba mientras esperaba a las palomitas.

Varios récords

La película narra la historia de Rafa (Dani Rovira), un andaluz que queda prendado de Amaia (Clara Lago), una joven vasca que se resiste a los encantos del chico -cumpliendo con los tópicos de la comedia romántica-, hasta que él viaja desde su Sevilla natal hasta «Argoitia» dispuesto a «llevársela al sur». A partir de ahí, llega el enredo. Se trata de una trama sencilla que ha logrado ser el 14º filme más visto del mundo el fin de semana de su estreno (del 14 al 16 de marzo), según Rentrak, empresa especializada en medición de audiencias.

Ha batido más récords, porque se ha coronado como la película del Estado español rodada en castellano más taquillera de la historia, por encima de la segunda entrega de «Torrente». «Los otros» y «Lo imposible» lo fueron todavía más, pero están rodadas en inglés.

El largometraje ha cumplido ya cinco semanas en cartelera, siempre a la cabeza. Los datos de este fin de semana que está por terminar no se han recopilado aún. Teniendo en cuenta las cifras registradas en los cuatro fines de semana anteriores, «Ocho apellidos vascos» empieza a retroceder, aunque lo hace lentamente.

Entre el viernes y el domingo pasado -4, 5 y 6 de abril-, recaudó más de 5,2 millones de euros, sólo un 5% menos, y contabilizó 757.598 espectadores en 408 salas, con un promedio por sala de 12.795 euros. Desde su estreno, la trama que firman el donostiarra Borja Cobeaga y el irundarra Diego San José, autores de los largometrajes «Pagafantas» y «No controles», se acerca ya a los 25 millones de euros y suma casi cuatro millones y medio de espectadores. Una de cada diez personas residentes en el Estado español la ha visto.

La película está siendo un éxito a nivel estatal, pero especialmente en las salas andaluzas y vascas. En Euskal Herria, los últimos datos hablan de 413.710 espectadores y 2,4 millones de euros de recaudación, según los datos facilitados a la agencia Efe por Rentrak. A este respecto, el director Martínez Lázaro, en una entrevista publicada por «El País» el pasado domingo, contaba que alguien les advirtió sobre la sana capacidad de los vascos para reirse de sí mismos desde dentro, porque otra cosa era hacerlo cara afuera. «Esta película demuestra que no es así», concluía, antes de añadir: «Me gustaría ver si por parte de los españolistas más exaltados admi- tirían una parodia así. Me da la sensación de que no».

En estas semanas ya ha recuperado con creces la inversión inicial. Su presupuesto era de casi tres millones de euros, por lo que las ganancias superan los veinte millones.

El cine lleno, una maravilla

Volvemos a los cines Antiguo Berri para recoger la fotografía que hacen Juan y Eduardo desde sus privilegiados puestos sobre las semanas tan locas que se están viviendo en su interior. El primero lleva 25 años trabajando en las salas que gestiona la S.A.D.E. -los cines Príncipe, Trueba, el citado Antiguo Berri y los ya clausurados Amaia, Petit Casino y Astoria-; el segundo lo lleva haciendo desde 1966.

Desde detrás del mostrador, donde ofrece refrescos y palomitas, Juan asegura que no veía tal afluencia de gente desde hacía años. Menciona la buena campaña de marketing que hay detrás de «Ocho apellidos vascos», pero considera que el empujón que le han dado los propios espectadores ha sido determinante para llenar las salas durante semanas consecutivas.

Testigo de las miles de personas que entra y salen de las salas, por paradójico que parezca no ha podio verla por falta de tiempo y la cantidad de trabajo que acumulan. «Va a resultar que el raro soy yo», bromeaba.

Eduardo ha perdido la cuenta de la cantidad de entradas que ha validado, si es que alguna vez comenzó a contarlas. Ha pasado por todas y cada una de las salas antes mencionadas. Al margen del éxito que supuso «Lo imposible», de Juan Antonio Bayona, este hombre de cara afable compara el fenómeno de Martínez Lázaro con el de «E.T.», de Steven Spielberg. Era el año 1982.

«Comprobar cómo se llena el cine es una maravilla y, si además la gente se divierte, mejor que mejor. Esto le da mucha vida», destaca. Su trabajo está resultando más entretenido y, al mismo tiempo, más cansado, a pesar de que también se ha doblado el personal. En cuanto termina una sesión, la sala se vacía, y hay que prepararla rápidamente para el siguiente pase, que empieza ya.

Carlos GIL | ANALISTA CULTURAL

Siempre han funcionado muy bien por el Estado español los chistes de vascos. También los de catalanes. Es una manera de canalizar las animadversiones, los tópicos, los rechazos y las fobias. Películas como «Ocho apellidos vascos», con una promoción muy específica, basada justamente en resaltar ese carácter de brutos, con txapela a rosca, de los vascos, que por cierto tan bien representa Karra Elejalde, les proporciona todo el material necesario para saciar sus ansias de reírse del prójimo. Y como estamos en la situación política que estamos, de paso se identifican con la visión más españolista y limitada de lo que se vive en Euskal herria. Y si tiene tintes románticos cutres, costumbristas y de mucha risa, pues miel sobre hojuelas. Todos estos factores, juntos, la han convertido en un éxito de taquilla sin precedentes. Así estamos, lamentablemente.

Víctor ESQUIROL | CRÍTICO DE CINE

La carrera comercial de una película funciona de un modo similar al de la propagación de una enfermedad. Su éxito, por así llamarlo, depende de varios factores. Por ejemplo, no basta con fijarse solo en lo biológicamente letal que pueda llegar a ser la bacteria de turno, sino que también hay que tener en cuenta el momento y, sobre todo, el lugar en el que ésta va a empezar a propagarse. Los medios de transmisión son fundamentales.

Que `Ocho apellidos vascos' es el gran brote cinéfilo de esta temporada es una realidad tan incontestable como las -mareantes- cifras que lleva manejando, desde hará ya un mes, en la box office. Un fenómeno que, como se ha dicho, sólo puede -tratar de- explicarse habiendo entendido antes que responde a una alineación sideral de planetas. Como los grandes fenómenos astronómicos: ocurren, pero a veces hay que esperar muchísimo tiempo para verlos. ¿O no son incontables las películas con gran potencial que se han visto relegadas al olvido por culpa de una mala promoción? Y lo mismo para todos aquellos despropósitos a los que el público le ha dado la espalda, a pesar de contar esos con el respaldo de la industria.

Lejos de entrar en la valoración artística de `Ocho apellidos vascos', interesa ahora saber de dónde han salido estos más de 25 millones de euros en taquilla. Milagro, cierto, pero obrado por autores muy humanos. La materia prima: el excelente aprovechamiento de unas tensiones que a estas alturas afortunadamente se prestan mucho al chiste... Ya que estamos, no está de más preguntarse si la fórmula funcionará tan bien con los más que probables (y ya registrados) «apellidos catalanes». ¿Quién mejor para dar forma a las bromas que la dupla Cobeaga y San José? ¿Quién mejor para no interponerse demasiado que Emilio Martínez Lázaro? ¿Quién mejor para ponerle cara que Lago y Rovira; Elejalde y Machi?

Virus potencialmente matador, sin duda. ¿Pero y la propagación? Igualmente efectiva. Primero: el músculo de la factoría Mediaset (con la exitosa experiencia previa de `Bienvenidos al Sur', adaptación a la italiana de `Bienvenidos al Norte', auténtico germen del boom que ahora nos ocupa), ideal para introducirse en el hogar a través de la publicidad y, obviamente, en toda sala de cine que todavía se tenga en pie. Segundo: la fuerza cada vez más palpable de las redes sociales, donde, esta vez sí, el star system made in Spain al completo se ha volcado con toda su alma; donde queda constancia del tercer canal de infección. Hablamos de un boca-oreja que ha funcionado a la perfección, tanto por la adecuación del producto a los distintos estratos de una audiencia que parece creer en aquello de que «el roce hace el cariño», como por la providente coincidencia con un momento en que el sector de la exhibición cinematográfica parece haberse dado cuenta (¡por fin!) de que tenía que adecuarse a un público que resulta estar más hambriento de películas que nunca. Es la Fiesta del Cine, también «los miércoles al cine», así como otras muchas ofertas tan necesarias como el mismo aire.

Es el punto número cuatro, que alimenta al tercero, y que se ve potenciado por el primero, el segundo... y obviamente por el fundamento estrictamente fílmico, imprescindible caldo de cultivo. Prohibido pues creer en la generación espontánea; cuatro millones de espectadores (y subiendo) no surgen de la nada. Y, ¿no pueden estar equivocados?

Igor ELORTZA | BERTSOLARIA

Ni alabekin nindoan kalean, eta Durangoko Zugaza zinemaren paretik pasatzean kartela ikusi nuen: «Ocho apellidos vascos», kolore zuri-gorri-berde horiekin eta lau aktoreren argazkiekin. Ez ninduen batere erakarri, eta telefilm eskas itxura hartu nion. «Vaya Semanita»-z oroitu nintzen, zelan ez. Ez nion buelta gehiago eman, egia esan. Baina arreta piztu zidala ezin ukatu. Gero, domekan, Mikel Insaustiren kritika irakurri nuen GARAn; egur galanta ematen zion. Arratsalde berean entzun nuen, hala ere, Zugaza bete egin zela hiru egunetan.

Handik pare bat egunera, Twitterren hau eta hura irakurtzen hasi nintzen. Batzuen ustez euskaldunoi buruzko betiko topikoak esplotatzen ditu pelikulak. Besteek zioten euskaldunok ez dakigula zinemara joan eta besterik barik algara batzuk egin eta gogoeta zorrotzak beste kontu batzuetarako utzita etxera trankil bueltatzen. Han eta hemen, idatziz eta ahoz, hainbat iritzi. Lehengoan amak esan zidan irratian nork eta Atxagak ere komentatu zuela ikusi duela filma, eta, bon, irri batzuk egin ei zituela. Edo horrelako zeozer.

Begi bistakoa da ahoz ahokoak funtzionatu duela. Baina ahoz ahokoak funtzionatu badu, gai minbera eta batez ere erraza ukitu dutelako da, dudarik barik: komentarioak piztu dituena ez da filmaren umorea, filmak barre zeri egiten dion baino. Zer esatea nahi duzu. Nik ez dut jendeak barre egiteko aukeratzen duenagatik mintzeko asmorik. Baina nik «Torrente» baino nahiago dut «Amanece que no es poco». Laster emango dute telebistan, pentsatzen dut, eta ondo badatorkit, ikusiko dut.