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Análisis | Entidades financieras vascas

Entidades financieras vascas Kutxabank: Privatización en quince días

Los autores del análisis consideran que los responsables de la privatización de Kutxabank son conscientes de que la práctica totalidad de la sociedad vasca está rotundamente en contra de este proyecto y pretenden contener el coste político del mismo.

Nos encontramos ante la culminación del esperpento que viene suponiendo la gestión institucional y el proyecto de «privatización» de Kutxabank durante los últimos cuatro años. Ayer mismo se conoció el contenido de las propuestas de transformación en fundación bancaria que se pretenden aprobar el día 30 de junio en las asambleas generales de BBK y Caja Vital.

Las razones de la extremada aceleración del proceso son conocidas y ya las había anticipado EKAI Center. Sus promotores son conscientes de que la práctica totalidad de la sociedad vasca está rotundamente en contra de este proyecto y pretenden contener el coste político del mismo. Ahora es el momento ideal. Recién celebradas las últimas elecciones, cuanto antes se pongan en marcha y se diluya el recuerdo de estos procesos, menor será el coste en las siguientes elecciones, para las que todavía queda un año.

A través del texto de los Proyectos de Estatutos aprobados por los Consejos de Administración de BBK y Vital Kutxa nos hemos enfrentado a una realidad que nos costaba creer que fuera posible. Según estos Estatutos, desaparecen la Asamblea General y el Consejo de Administración de las cajas que controlan Kutxabank y son sustituidos por un órgano único, con el nombre de Patronato. De esta forma, el control de estas fundaciones -y, por lo tanto, el de Kutxabank- quedará en manos de 15 patronos de los que solo 3 representarán a las entidades fundadoras. Como dijimos, se trata de «la peor de las privatizaciones posibles».

El primer sentimiento que nos ha inspirado la lectura del Proyecto de Estatutos es el de perplejidad. Sinceramente, no acabamos de creer que esto sea posible. No acabamos de creer que nuestra clase política pretenda no ya privatizar -lo que, en el caso de Kutxabank, hubiera sido por sí mismo una barbaridad- sino llegar al punto de entregar nuestro sistema financiero a un grupo de personas que, a partir de ahora, se cooptarán y quedarán configuradas como el grupo de poder oligárquico con la mayor concentración de poder económico y político que hemos conocido en nuestra historia (si prescindimos del poder franquista).

La locura que esto supone desde cualquier punto de vista jurídico, organizativo, económico o social solo parece ser superada por la magnitud de los intereses personales y de partido que parecen defender quienes están impulsando semejante disparate.

Sabemos que, evidentemente, hay grandes intereses personales detrás de esto. Más de una y de dos personas se van a hacer millonarias a través de este proceso. Más de uno va a encontrar una futura colocación en un puesto directivo. Sabemos también, por supuesto, que hay intereses de partido llevados a una desproporción demencial, hasta el punto de justificar el derribo de nuestro sistema financiero con el mero objetivo de asegurar el control ilegítimo y oligárquico del país o, simplemente, «hacerse con una parte del botín».

Pero no nos podíamos creer, hasta que no lo hemos visto redactado en los Estatutos, que nuestra clase política fuese capaz de terminar haciendo efectiva semejante barbaridad.

Pero ésta es la increíble realidad. La irresponsabilidad de nuestra clase política ha llegado a unos extremos inconcebibles. Hasta ahora habíamos intentado creer que el problema radicaba en la falta de seriedad y de orientación estratégica de los ejecutivos financieros y en el excesivo peso alcanzado durante los últimos años por estos ejecutivos en las políticas de Kutxabank y en el conjunto de las políticas económicas de este país. Queríamos pensar que, en el último momento, los responsables políticos frenarían o reconducirían esta amenaza. Que ningún político responsable -o, al menos, con un mínimo grado de respeto a la voluntad de los ciudadanos o con un mínimo de sensibilidad con el futuro de este país- podía ser capaz de avalar la gratuita privatización de una entidad financiera sana como Kutxabank.

Ahora vemos que no. Que no solo son capaces de eso sino de poner en marcha un proyecto con mucho menos sentido y más dañino que una mera privatización. Que son nuestros responsables políticos los que han estado alentando durante años este proceso y los que desde el principio han tenido perfectamente claro el objetivo de apropiarse ilegítimamente de nuestro sistema financiero.

Por muy increíble que nos pueda parecer, los Estatutos que han sido aprobados por los Consejos de Administración de Vital Kutxa y BBK son la prueba definitiva.